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Volver a elegirse

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04 mayo de 2016

Por Néstor Leone

Cristina esbozó los contornos de un frente ciudadano para recuperar centralidad política. Y en el Gobierno lo ven con buenos ojos.

Convirtió una declaración indagatoria en Comodoro Py en una demostración de fuerza y en un acto político de magnitudes, ciertamente inédito para un dirigente político que deja un cargo. Y, de varias maneras, anticipó que no piensa jubilar su carrera política. Por más acecho judicial que enfrente o por más cuestionamientos explícitos a su liderazgo. O, entre otras cosas, también por eso. Los escasos espacios institucionales que conserva entre los propios, en términos de escaños legislativos o de ejecutivos provinciales, ofician como una dificultad. Y como desafío. También ciertos rechazos extendidos en segmentos importantes de la sociedad. La persistencia de un núcleo duro consustanciado, de minoría intensa con capacidad para ganar la calle, y la experiencia concreta de gestión, convertida en cultura política diferenciada, a su vez, le permite preservar potencialidades.

El regreso de Cristina Fernández de Kirchner tuvo aquel acto y una secuencia de reuniones para contener ese bajo anclaje institucional y, en la medida de lo posible, ampliarlo. Con diputados, con senadores, nacionales en ambos casos, y con intendentes de la provincia de Buenos Aires. Los esbozos de un frente ciudadano (ni popular, ni populista, ciudadano) para articular los fragmentos de oposición social disgregada, más acá y más allá de esa minoría intensa, fue la novedad más sobresaliente. Mientras que la gestión del presidente Mauricio Macri, en particular, y del nuevo esquema de gobierno, en general, los principales destinatarios de sus críticas. Con especial atención en el cambio de sentido de las políticas empleadas por ella hasta hace poco y en las consecuencias regresivas, posibles o concretas, que éstas traen consigo.

Cierto diagnóstico, bastante extendido en las filas de Cambiemos (en las del PRO, sobre todo), de que la reaparición de Cristina puede resultar funcional a los intereses más inmediatos del Gobierno completa la lectura. Porque contribuiría a soldar, puertas adentro, ese esquema de gobierno todavía en ciernes. Porque favorecería reyertas varias al interior del peronismo e impediría que se cerrase filas detrás de un liderazgo alternativo. Porque les permitiría hacer usufructo del discurso de la “herencia recibida” más allá del límite que imponen los contratiempos de gestión. Presunciones vociferas como certezas, todas ellas, en un contexto donde la promesa de recuperación tiene como primera constatación el ya baqueteado segundo semestre del año y en donde los realineamientos posibles adquieren la dinámica de lo inesperado.

RACCONTO

El juego de pares opuestos entre Cristina y Macri, entre el Frente para la Victoria y el PRO, tiene su historia. Que puede remontarse al inicio mismo del anterior ciclo político. De mutua elección como rivales, por otra parte. Y de alteridades en permanente construcción. Por un lado, aquella que relacionaba al Macri candidato a jefe de Gobierno porteño con el pasado neoliberal que se pretendía dejar atrás. Por el otro, aquella que circunscribía al intervencionismo estatal y el populismo como razón preponderante de buena parte de los males del país. Ambos, cosechando ciertos réditos de una crisis de representatividad todavía cercana y resignificando, cada uno a su modo, los ecos del “que se vayan todos”.

Al kirchnerismo se lo acusaría, años más tarde, de ser remiso a que su potencial competidor pudiera lucirse en la vidriera del país, la que gobernaba desde 2007, cuando se fragmentara el espacio progresista porteño, del que ese kirchnerismo formaba parte. La continua disputa por recursos no transferidos o los cuestionamientos por responsabilidades no asumidas abonaba esa tierra fértil. Pero, a su vez, reafirmaba la impresión de que cada uno elegía al otro como rival, como contendiente. Uno porque consideraba al otro como contraparte necesaria en el clivaje político con el que más se sentía a gusto: centroderecha-centroizquierda. Y, a su vez, porque obturaba el crecimiento de alguna eventual figura nueva del peronismo disidente o de centroderecha. El otro porque gustaba aparecer como lo “nuevo”, como la fuerza que podía canalizar políticamente (y con impronta antipolítica) el descontento social acumulado durante esos años.

FRENTE Y REVES

Ya en lugares invertidos, esa dinámica parece reeditarse. La visibilidad ciertamente alta que tuvieron las causas sobre supuestos hechos de corrupción durante el anterior gobierno contribuyó en ese sentido. También la aparición de los ya famosos Panama Papers. O ciertos cambios en la geopolítica de la región. Mientras las consecuencias gravosas de las políticas aplicadas hasta aquí por Macri y su gabinete econó- mico, consideradas como “necesarias” y producto no deseado de aquella “herencia”, aun cuando constituyan parte clave de su programa de gobierno, deja terreno para la crítica sostenida de quienes fueron gobierno y reivindican el sentido de aquellas políticas. Y, otra vez, para el clivaje político, y también ideológico.

En ese sentido, el protagonismo que recupere o decida/pueda tener Cristina resulta clave para que esta dinámica se reproduzca de manera ampliada. La búsqueda de una “fuerza ciudadana” que logre reposicionarla en el escenario nacional, que polarice en el debate público con Macri y que le reste relevancia al PJ como estructura política (crecientemente ajena, por otra parte), para neutralizar a sus integrantes o bien para sumarlos a su nuevo/viejo proyecto, aparece como un objetivo deliberado de Cristina. Aunque mucho no se sepa aún si esa fuerza ciudadana resulta una figura transitoria o una apuesta de fondo. Ni los contornos que tendrá en términos precisos. La convicción de Cristina, compartida con Néstor Kirchner, de que el peronismo es menos un partido que un movimiento y una identidad, permite algunas respuestas parciales. La certeza, luego de tantos años de militancia sin sacar los pies del “plato partidario”, de que tampoco debe soslayarse como maquinaria de poder, disciplinada con quienes logran la ascendencia adecuada, también.

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