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En la búsqueda del relato perdido

macri21
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15 mayo de 2016

(Columna de René Palacios)

Los encargados de la comunicación presidencial parecerían no creer en la necesidad de construir un relato de gestión. El caso de Sebastián Piñera y la doble tarea que espera al equipo de Mauricio Macri.

"Este gobierno comunica mal" se ha vuelto una frase recurrente en declaraciones, noticias y columnas de opinión en la palestra mediática argentina. El mejor equipo de comunicación del continente, como lo calificó Jaime Durán Barba, viene recibiendo críticas propias y ajenas por su desempeño a la hora comunicar las medidas de gestión desde que asumió el pasado 10 de diciembre.

Mas allá de los errores puntuales en la elección de voceros, el timing en el anuncio de las medidas y situaciones de crisis que no estuvieron bien manejadas, esta columna pone el acento en lo que cree es la falla más importante de la comunicación presidencial: la falta de construcción de un relato que envuelva de sentido cada medida que toma el Poder Ejecutivo.

El verdadero problema que existe no es que no se haya podido elaborar ese relato, sino que los encargados de la comunicación oficial parecieran no creer en su necesidad. Y no desde ahora. En enero pasado, fue el senador Federico Pinedo el que expuso, en una columna del diario La Nación, esta misma idea que tiene el Gobierno de Mauricio sobre ese tema: “No habrá relato M (?) Un relato es una simplificación, una explicación, un cuento, y cuando se aplica la categoría de relato a la política de un país, lo que resulta es que una parte, un partido, se quiere apropiar de la explicación del todo. Una minoría, con el truco de decir que tiene un 'relato nacional', se apropiaría así de la interpretación del conjunto, incluyendo la de la mayoría ajena”.

El jefe de Gabinete, Marcos Peña, verdadero guardián del mensaje oficial, intentó a través de una columna en su Facebook (el medio es el mensaje) dar cuenta de cómo se está manejando la comunicación gubernamental. En su mensaje, pone el énfasis en que el Gobierno actual está dejando atrás una lógica confrontativa basada en una comunicación vertical para ir hacia una nueva manera de entender la comunicación: horizontal, sin gritos, peleas, basada en el diálogo directo por las redes sociales y una buena relación con el periodismo. “No creemos que sea nuestro rol construir un relato épico. Ya sabemos cómo nos va como país cuando se hace eso desde el estado”. A confesión de partes, relevo de pruebas.

Quienes creemos que lo que le falta a la comunicación del Gobierno es contar una historia que dé sentido a sus acciones añoramos las formas del kirchnerismo, las cadenas nacionales, los relatos y las ideologías. No le estaríamos dando importancia a los hechos (Durán Barba dixit).

Lo que queda claro es que para el macrismo, la clave no estaría en construir un relato, una guía orientadora que dé sentido a las decisiones oficiales. Lo importante está en el formato mediante el que se comunica. Como apuntó Jorge Fontevecchia, es secundario que el Gobierno prefiera comunicarse por redes sociales o por medios offline: lo principal es qué mensaje va a transmitir. La cuestión de fondo es que precisa otra forma de construir sentido y no simplemente otra forma de envasarlo.

Los problemas que está encontrando el Gobierno de Cambiemos en su comunicación hacen recordar mucho a las dificultades que enfrentó el ex presidente chileno Sebastián Piñera en su primer año de gestión. El transandino, que llevó al poder a una coalición de centroderecha luego de veinte años de gobiernos de la Concertación, tuvo serias dificultades para poder comunicar sus medidas de gobierno. Sin embargo, el problema de Piñera no tuvo que ver con construir un relato, sino que eligió el relato equivocado.

El académico Robert Funk, que estudió este proceso, dio cuenta de las dificultades que encontró Piñera para poder imponer una nueva visión en la política chilena. El problema radicó en que, ya desde la campaña presidencial, Piñera intentó dejar a un lado la ideología en favor de la “gestión” (cualquier parecido con nuestro país es simple casualidad). El mensaje central de su campaña electoral se resumía en la frase “una nueva forma de gobernar” que englobaba una idea de gobierno eficiente y que venía hacer las cosas “bien”.

Ese relato que intentaba dejar atrás dos décadas de apelaciones discursivas cargadas de ideología a favor de hacer bien la tarea a secas no encontró eco en la sociedad. El problema, indica Funk, es que la gestión no mueve las masas: “Las personas se emocionan a favor o en contra del derecho al aborto, nadie se emociona por la buena gestión. Se espera una buena gestión”. Tener una buena gestión es simplemente parte del trabajo que el polí- tico tiene que hacer.

Por lo tanto, la tarea de Cambiemos parecería ser doble: por un lado, el Gobierno debe entender que necesita darle sentido a sus acciones de gobierno. Encontrar un relato es una necesidad en un ambiente político y social en el cual el Gobierno compite por la atención ciudadana con un mercado de mensajes infinito.

El segundo desafío es que ese relato no caiga en la trampa de poner solo el énfasis en destacar la “gestión”. El caso chileno debería advertir al Gobierno que no basta con hacer las cosas bien, sino que la clave es contar una historia que pueda darle sentido al arte de gobernar.

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