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España: regreso a las urnas

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21 mayo de 2016

(Columna por Tomás Múgica)

Tras meses de fallidas negociaciones, y ante la imposibilidad de formar gobierno luego, los españoles votarán nuevamente el 26 de junio.

España vuelve a las urnas. Tras meses de fallidas negociaciones, y ante la imposibilidad de formar gobierno luego de las elecciones del 20 de diciembre pasado, los españoles votarán nuevamente el 26 de junio. El Parlamento fue disuelto el 3 de mayo, mientras Rajoy continúa al frente del gobierno. El período legislativo que acaba de terminar ha sido el más breve desde el retorno a la democracia en 1977-78.

La crisis de los partidos tradicionales ha conducido a un nivel de fragmentación partidaria inédito en la España posfranquista. En diciembre el PP (Partido Popular) obtuvo el 28.7% de los votos y 123 bancas), mientras que el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) alcanzó el 22% y 90 bancas). Ambos quedaron lejos de la mayoría absoluta de 176 escaños (el Parlamento tiene 350 bancas) y entre los dos perdieron 5 millones de sufragios en relación a la elección de 2011. La otra cara de la moneda fue el éxito electoral de las dos fuerzas emergentes: Podemos (que concurrió a la elección con una serie de aliados regionales, como la fuerza catalana En Comú Podem) ?la nueva izquierda surgida tras la protesta de los indignados en 2011? que obtuvo el 20.6% de los votos y 69 bancas; y Ciudadanos, una formación de centroderecha nacida en Cataluña en 2006, que también expresa el clima de malestar con la política tradicional, y obtuvo el 13.9% de los sufragios y 40 bancas.

El escenario, de mantenerse en futuras elecciones, representaría un cambio considerable en el sistema de partidos. Tras los primeros gobiernos de la transición democrática, liderados por Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo-Sotelo, en España se consolidó un bipartidismo imperfecto, dominado por el PSOE como expresión de centroizquierda y por el PP en la centroderecha, cada uno con aliados ocasionales. Así, se sucedieron los gobiernos de Felipe González (PSOE, 1982-1996), José María Aznar (PP, 1996-2004), José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE, 2004-2011) y Mariano Rajoy (PP, 2011-presente). En todas las elecciones generales celebradas, los ganadores obtuvieron mayoría absoluta (1982, 1986, 2000, 2011) o estuvieron cerca de alcanzarla (1989, 1993, 1996, 2004, 2008), logrando la investidura mediante pactos con partidos pequeños, como los que representan a los nacionalistas catalanes (CiU, ERC) y vascos (PNV), o a regiones (Coalición Canaria).

La fragmentación política actual se ordena alrededor de tres grandes clivajes. Primero, la cuestión nacional. El PP, el PSOE y Ciudadanos comparten su oposición a un referéndum independentista en Cataluña, y, más en general, defienden la continuidad del Estado Español en su forma actual. Podemos, mientras tanto, hace del respaldo del “derecho a decidir” una parte importante de su programa. Segundo, la política económica: para ponerlo de manera esquemática, el PP y Ciudadanos se sitúan en posiciones promercado, el PSOE ocupa un lugar intermedio y Podemos hace de la oposición a la actual política económica una marca de identidad. Tercero, la división entre los partidos tradicionales y la renovación de dirigentes y de métodos que encarnarían Podemos por izquierda y Ciudadanos por derecha.

Al resultado del 20 de diciembre siguieron cuatro meses de infructuosos intentos de formar gobierno. El primer ensayo correspondió al PP: la apuesta fue buscar un gran acuerdo con el PSOE, que también incluyera a Ciudadanos. Fracasó. Para el PSOE se hizo muy difícil alcanzar un acuerdo en materia de política económica y fiscal; por otro lado los líderes socialistas creían y creen que una alianza con el PP le causaría al PSOE un perjuicio electoral muy grande en el futuro. De parte de Ciudadanos, el obstáculo fue menos de programas que de personas: Albert Rivera, el líder de ese partido, se ha pronunciado repetidamente en contra de la continuidad de Mariano Rajoy, a quien considera un símbolo de la “vieja política”.

Tras el fracaso del PP, a fines de enero llegó el turno de los socialistas del PSOE. Buscaron una alianza que los situaba en el centro, con Ciudadanos a la derecha y Podemos a la izquierda. Lograron el apoyo de Ciudadanos, en base a un acuerdo que incluía la limitación de los mandatos del primer ministro a un máximo de ocho años y la oposición a la celebración del referéndum en Cataluña, entre otras medidas. Pero no pudieron pactar con Podemos: el respaldo del partido de Pablo Iglesias al referéndum en Cataluña, los desacuerdos en materia de política fiscal y laboral, y las fricciones en cuanto al reparto de cargos en un eventual gobierno dinamitaron cualquier entendimiento.

Y así llegamos a la nueva elección. Por el momento, las encuestas no muestran grandes cambios respecto a la elección de diciembre. Según un estudio del CIS, el PP encabeza nuevamente las preferencias con el 27.4%, seguido por el PSOE (21.6%), Podemos (17.7%), Ciudadanos (15.6%), e Izquierda Unida (5.4%). Los candidatos también se repiten: Mariano Rajoy (PP), Pedro Sánchez (PSOE), Pablo Iglesias (Podemos) y Albert Rivera (Ciudadanos).

Los partidos tradicionales buscarán nuevamente formar gobierno. El PP desde un mensaje continuista: ajuste aunque con matices ?el canciller García-Margallo ha señalado la necesidad de flexibilizar las metas de déficit fiscal fijadas por la UE? y esperanza de que la recuperación económica se consolidará. Mientras tanto, el PSOE ?con fuertes cuestionamientos internos a Sánchez? se presenta como la izquierda posible, frente a una izquierda a la que caracteriza como utópica (Podemos), que busca ocupar su lugar.

Entre las fuerzas emergentes, Ciudadanos busca situarse en el centro político e incluso apuesta a un acuerdo de los dos grandes partidos, que a Ciudadanos como tercero. Por su posicionamiento, es probable que los de Albert Rivera sean clave para un acuerdo de investidura. En la izquierda Podemos e Izquierda Unida están cerca de concretar una alianza alrededor de una agenda inconfundible, que incluye la fijación de impuestos a grandes fortunas y grandes empresas y el “derecho a decidir”, entre otras medidas.

El panorama es incierto y de darse un resultado similar al de diciembre, algo bastante factible, obligará a los partidos a mostrar una flexibilidad que no manifestaron hasta el momento, si es que quieren salir de la parálisis actual. Un acuerdo, aún uno que sea parcialmente insatisfactorio para todos, es mejor que el desierto que los españoles han atravesado en los últimos meses.

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