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A Trump no le dan los números

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02 junio de 2016

Los comportamientos electorales en Estados Unidos son bastante previsibles y todos los antecedentes apuntan a un holgado triunfo de Hillary Clinton en noviembre.

Muchos analistas políticos sostuvieron durante mucho tiempo que Donald Trump nunca obtendría la candidatura republicana. Aplicaron el razonamiento convencional para una persona que no lo es y un contexto diferente. Algunos suponían que abandonaría rápido la carrera, otros que sería fácilmente derrotado por otros candidatos o que finalmente el establishment partidario encontraría la forma de bloquearlo, dado que nunca llegaría a reunir la cantidad de delegados necesarios para obtener la nominación. Como todos esos pronósticos resultaron errados y nadie quiere equivocarse dos veces subestimando a Trump, muchos sostienen ahora que puede ganar en noviembre. Incluso una encuesta reciente lo coloca unos puntos por encima de Hillary Clinton en la intención de voto. Sin embargo, hay razones ideológicas, demográficas y del sistema electoral que no favorecen a Trump que marcha hacia una derrota segura en noviembre. Tiene posiciones radicalizadas que es un lugar desde el cual no se ganan elecciones. Cada vez que un candidato presidencial se alejó del centro del espectro político, sufrió derrotas aplastantes. A su vez, por la estructura demográfica del país, la situación de los republicanos es complicada dado que crece la importancia del voto latino que ya le dio la espalda Mitt Romney en 2012 y, por supuesto, lo hará en mayor medida con Trump. Los afroamericanos, la otra minoría electoralmente relevante, vota masivamente por los republicanos. Es decir que Trump es un candidato con muy poco respaldo en el 22% del electorado y también tiene dificultades con el voto de las mujeres. Su apoyo es importante entre los hombres blancos de ingresos medios y bajos, que constituyen una base social insuficiente para ganar elecciones generales. Además, los antecedentes electorales tampoco favorecen a Trump o a cualquier otro candidato republicano. Debe tenerse en cuenta que los demócratas obtuvieron más votos en cinco de las últimas seis elecciones presidenciales. Y las diferencias son aún más abrumadoras en materia de Colegio Electoral. En 2008 el candidato republicano John Mc Cain obtuvo173 electores y en 2012 reunió 206, fue un avance pero quedó muy lejos de los 270 necesarios para ganar la presidencia. Si Trump lograse mantener los electores que obtuvo, todavía le harían falta otros 64 para ganar la elección. Y no está claro en qué estados los puede obtener. Más bien podría ser un logro acercarse a los 200 electores. Debe tenerse en cuenta, además, que en las elecciones presidenciales realizadas entre 1992 y 2012 hubo diecinueve estados en los cuales los demócratas ganaron siempre y que aportan 242 electores. En ese mismo período los republicanos ganaron siempre en trece estados que aportan 102 electores. No hay motivos para suponer que ese comportamiento se modifique.

Quienes más preocupados están por un mal desempeño electoral de Trump que pueda arrastrarlos son los senadores republicanos que deben renovar sus bancas. Entre ellos figura McCain que representa a Arizona en donde viven dos millones de mexicanos poco inclinados, por cierto, a votar por Trump. Una reciente encuesta mostró que el 87% de los latinos tienen una mala imagen de él.

Hay factores estructurales que dificultan el triunfo de los republicanos en las elecciones presidenciales. Trump lejos de removerlos, los agrava. Por eso no tendrán un buen resultado en noviembre pese a que hay un dato coyuntural que los favorece y es la debilidad de Hillary como candidata.

Otro factor a tener en cuenta es el desempeño de la economía que apunta a tener una importancia menor para determinar el voto que en elecciones anteriores. En este momento se registra un crecimiento con bajo desempleo y por lo tanto no se dan las condiciones como para que haya un voto masivo a favor de mantener el rumbo ni para que se busque imperiosamente un cambio. De todas maneras, encuestas recientes muestran que son mayoría los estadounidenses que consideran que Hillary está en mejores condiciones que Trump para enfrentar los desafíos económicos del país. Esos mismos sondeos demuestran que la demanda de los votantes apunta a soluciones concretas para los problemas y no tanto a restaurar valores para hacer grande a Estados Unidos nuevamente como sostiene Trump. Es que la sociedad no acompaña mayoritariamente la idea de que el país se ha debilitado y que está en una crisis terminal de la cual debe ser rescatado.

A su vez, la evaluación de la gestión de Barack Obama reúne tantas opiniones positivas como negativas, por lo cual tampoco será un factor decisivo a la hora de votar. Por lo tanto, la confrontación personal tendrá un lugar importante en la campaña y Hillary deberá prepararse para ataques fuertes por parte de Trump que es un candidato sin filtro e imprevisible. Pero todo conduce a un amplio triunfo de Hillary

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