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Paradojas del culto a la personalidad

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17 junio de 2016

(Columna de Ernesto Calvo)

Todos los presidentes han sido fogueados por la política antes de asumir el cargo. Incluso Mauricio Macri.

La política argentina está dominada por candidatos fuertes que deben todo al partido. Líderes políticos que están a un paso de ser remplazados “desde adentro”. Hombres y mujeres alrededor de los cuales gira el universo político, quienes media hora más tarde ceden su lugar al que sigue en la línea de sucesión. Excepto en aquellos momentos en los cuales un nuevo partido es creado, como ocurrió recientemente con el PRO, la Argentina no tiene sus Trumps, sus Kuczynskis, sus Lugos. Aquellos candidatos que vienen desde afuera del sistema político y toman a los votantes por asalto.

Desde el retorno a la democracia, todos los candidatos presidenciales que fueron electoralmente viables han sido fogueados por la política antes de asumir la presidencia. Incluso Mauricio Macri. Y para gobernar, los presidentes argentinos necesitaron (y necesitan) al resto de la política: a sus partidos, a los gobernadores, a los diputados, senadores e intendentes. En efecto, un presidente al que abandonó el partido y el resto de la política es un “delarua” cualquiera. Los votantes lo entienden y los políticos lo usan en sus campa- ñas electorales. Es la tensión que percibimos al pararnos frente a la urna, entre elegir a un candidato por sus cualidades, pero, al mismo tiempo, saber que estas de poco valen sino hay un partido atrás que lo apoye.

En un experimento reciente que implementamos con Isabella Alcañiz y Marcelo Escolar en la Encuesta Nacional Electoral (ENPEA/UNSAM), buscamos medir si los votantes argentinos eran candidato-céntricos o partido-céntricos. Es decir, si al decidir su voto prestaban mayor atención a las cualidades de los candidatos o a las de sus partidos. Nuestro razonamiento era simple: si bien los electores votan por Daniel Scioli, si el candidato del FpV hubiera sido Florencio Randazzo la gran mayoría de quienes votaron por Scioli también hubieran elegido a Randazo “debido a sus cualidades como candidato”. Las propiedades del partido, en efecto, se transfieren a los candidatos y hacen que los votantes los vean como aquellos que están destinados a gobernar “como corresponde.” En nuestro caso, la pregunta que exploramos fue: “¿Al decidir su voto, usted cree que la gente tiene que prestarle más atención a las cualidades de los candidatos o a las cualidades del partido?”. La respuesta fue contundente: 57% dijo que lo importante son las cualidades del candidato, 23% dijo que lo más importante es el partido en tanto que 20% dijo que las cualidades del candidato y del partido eran igualmente importantes. Es decir, los votantes argentinos tienen preferencias claramente candidato-céntricas.

UN EXPERIMENTO DE ENCUESTA

Un experimento de encuesta (survey experiment) es un diseño por el cual se divide aleatoriamente a los encuestados y se les da información previa. La idea es entender en qué medida dicha información cambia las actitudes de los votantes. Para poder distinguir en qué medida el miedo a un “De la Rúa” afecta las inclinaciones candidato-céntricas de los votantes argentinos, dividimos a 3,212 encuestados en cuatro grupos y los expusimos a distintos encuadres. Al primer grupo, le presentamos un encuadre sobre los riesgos de un candidato que carece del apoyo de su partido; al segundo grupo le ofrecimos uno sobre el valor de un candidato independiente; al tercer grupo le presentamos ambos encuadres mientras que al último grupo le presentamos la pregunta sin ningún tipo de encuadre. Estos grupos recibieron distintas formulaciones de la misma pregunta de forma aleatoria, permitiéndonos mantener todos los otros efectos constantes. Las respuestas fueron codificadas como 1 si el encuestado considera que al decidir como votar lo más importante son las cualidades del partido, 0 si candidato y partido son igualmente importantes o -1 si el encuestado prefiere votar debido a las cualidades del candidato.

Los resultados, por demás interesante, son presentados en la Figura 1. En dicha figura, el eje vertical indica cuan partido-céntrico (arriba) o candidato-céntrico (abajo) son los encuestados que fueron expuestos a cada encuadre. Podemos ver, por ejemplo, que aquellos encuestados que fueron sensibilizados a los riesgos de un candidato que no tiene partido, reaccionaron al tratamiento y mostraron actitudes menos candidato-céntricas. Sin embargo, incluso entre estos encuestados las respuestas fueron inferiores a cero, indicando que los encuestados tienen inclinaciones candidato-céntricas. Más aún, podemos ver que el tratamiento candidato-céntrico es estadísticaemnte indistinguible del “no tratamiento”. Ello indica que el prejuicio previo de los votantes argentinos es que las cualidades del candidato son más importantes que las del partido. Es decir, los votantes argentinos, aun cuando históricamente han seleccionado a candidatos de partidos, consideran más importante al candidato que al partido.

ES TAMBIEN CUESTION DE CLASE

Una de las paradojas más interesantes de estos datos es que los votantes de mayores ingresos tienden a ser más partido-céntricos que los votantes de menores ingresos, aun cuando los votantes de menores ingresos han votado consistentemente y en mucha mayor medida al Peronismo, mientras que los de mayores ingresos han votado tradicionalmente por candidatos de más alto perfil y se inclinaron en mayor medida por Macri. Ya sea por experiencias previas (haber votado a la Alianza en 1999) o por haber ya seleccionado a un candidato que tiene menor apoyo institucional, Mauricio Macri, las inclinaciones partido-céntricas parecerían ser un reflejo de lo que nos falta antes que ser un reflejo de como votamos.

Es posible observar esta paradoja en toda su dimensión en la Figura 2. Cada grá- fico muestra cuan partido-céntrico (arriba) o candidato-céntrico (abajo) son distintos grupos de votantes de acuerdo con su ingreso (eje horizontal). Cuanto mayor el ingreso (8), más partido-céntricos los votantes en las cuatro figuras. Cuanto menor el ingreso (1) más candidato-céntricos. Pero los resultados muestran mucho más que eso. En primer lugar, podemos ver que los votantes de mayor ingreso no son afectados por el encuadre experimental. Es decir, no importa cual rotación usemos, los votantes de mayor ingreso se mantuvieron en alrededor de un -.2, comparado con un -.32 para el promedio general. Si, en cambio, observamos a los votantes de menores ingresos, vemos que el encuadre experimental tuvo un alto efecto, aumentando las actitudes partido-céntricas (gráfico superior-izquierdo). En efecto, los votantes de mayores ingresos no sólo son más partido-céntricos, sino que, más importante aún, fueron menos afectados por el experimento.

Es una paradoja interesante de la política argentina que los votantes de menores ingresos son más candidato-céntricos que los de mayores ingresos, aun cuando este es un grupo que vota consistentemente y en mucha mayor medida por candidatos del mismo partido. Mientras tanto, los votantes de mayores ingresos han tendido a votar por candidatos antes que partidos, aun cuando su inclinación a prueba de encuadres es la de descreer de los candidatos independientes y refirmar la importancia del apoyo partidario.

EL POPULISMO NO ES LO QUE CREÍMOS

Los resultados de nuestro experimento dan nuevo ímpetu a una pregunta que no ha sido bien respondida por la sociología política y la ciencia política argentinas. ¿Por qué el votante Peronista les otorga a candidatos las propiedades del partido? Los estudios sobre el populismo han vinculado el culto a la personalidad y el apego a los candidatos como una de las características primarias del peronismo en Argentina. Este ha sido el caso, a pesar de que distintos candidatos han ocupado esta posición a lo largo de la historia y a pesar de que los votantes de menores ingresos parecieran ser más sensible a la tensión que existe entre partidos y candidatos, comparado con los votantes de mayores ingresos.

Las consecuencias políticas de esta paradoja también son visibles por fuera de la academia. En círculos políticos también existe una fuerte tensión entre la creencia en personalismos fuertes y la certeza de que los políticos sin partido están destinados al fracaso. Es la paradoja de candidatos herculinos con quijada de vidrio. Políticos que avasallan a sus partidos, pero caen como piedras cuando pierden el apoyo de sus pares. De instituciones como el Congreso, prestas a ser pasadas por arriba por el Ejecutivo tan sólo cuando estos ejecutivos son respaldados por el Congreso. Presidentes que son todo poderosos tan sólo cuando son reconocidos por sus súbditos y en el cual sus cualidades de líder son lo más importante, hasta que dejan de serlo.

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