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"El Gobierno quiere que en 2017 se plebiscite al kirchnerismo"

Macri-Gabinete
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11 octubre de 2016

(Entrevista a Ignacio Ramírez, director de Ibarómetro. Por Facundo Matos Peychaux)

¿Qué cambió en el mapa político desde las elecciones presidenciales del año pasado y el cambio de gobierno?

Lo que se produjo en Argentina es una discontinuidad más profunda, un desplazamiento sísmico más profundo que un mero cambio de gobierno. El kirchnerismo no solo salió de la Casa Rosada sino sobre todo del centro de gravedad discursivo de la sociedad; y en paralelo, apareció una nueva retórica gubernamental que presenta el macrismo, que tiene otros valores. En ese marco, los nueve meses transitados bajo este nuevo ecosistema político resultan insuficientes para pensar ese cambio y solo se pueden balbucear algunas consideraciones sobre el mapa político que a su vez, están condenadas a desactualizarse muy rápidamente.

¿Por ejemplo?

Lo primero que ve uno es un peronismo descentralizado, aunque parezca una contradicción. Con el desafío de algunos sectores de ver con cómo jugar a dos bandas y compaginar la postura de oposición en presente y en pasado; es decir, ser oposición al macrismo y al kirchnerismo. En un lenguaje más politológico, la pregunta es cuál es el clivaje, y ahí cada actor político decide el que más le conviene pero el Gobierno es el que tiene más recursos institucionales, discursivos y mediáticos para definirlo. Toda elección está envuelta en un sentido ?más allá de los nombres? y más aún, las elecciones legislativas. En ese sentido, el Gobierno está tratando, a través de la narrativa de la herencia y otras más, que el año que viene plebiscitemos al kirchnerismo. Esa es la apuesta discursiva del Gobierno, en la que todavía no le ha ido mal, aunque lo que vemos es que la teoría de la herencia empieza a tener rendimientos decrecientes. En algún momento, la sociedad le va a empezar a pedir resultados tangibles al Gobierno, no solo éxitos narrativos ni éxitos vinculados a la gestión de la memoria del pasado. El Gobierno no ha logrado todavía tangibilizar resultados concretos en términos de gestión. Paradójicamente, cuando se trata de una fuerza política que hizo siempre de la gestión un pilar básico. Es una situación inédita: un espacio político cuyas credenciales se edificaron sobre la racionalidad de la gestión y de la administración ?en contra de la épica de la voluntad que expresaba el kirchnerismo? y que sin embargo, el apoyo que recluta no está basado en la gestión, sino en consideraciones políticas.

¿Por qué sucede eso? ¿No buscó o no encontró esos logros de gestión?

Creo que se combina una consideración más estratégica y una más pragmática. La estratégica es que todo gobierno tiene que reescribir su punto de partida; es parte de la legitimidad. En ese sentido, la campaña del año pasado de Cambiemos había sido demasiado continuista; convalidaba demasiadas cosas de una realidad que pretendían reformar. Entonces, me parece que lo que están queriendo hacer ahora es reescribir el punto de partida para conseguir legitimidad para un programa que no estaba del todo bosquejado en la propuesta electoral. Por otro lado, en un contexto socioeconómico tan malo ?especialmente en el primer semestre? era difícil mostrar resultados de gestión. Por eso me parece que también la retórica gubernamental descansó más sobre esta narrativa más política. En las encuestas surge que los ciudadanos tienen una mirada muy negativa del presente, pero muy buenas expectativas sobre futuro.

¿Es el éxito de esa retórica narrativa lo que explica esa diferencia?

No estoy de acuerdo con que el Gobierno haya gestionado exitosamente las expectativas futuras; al contrario, creo que lo que ha hecho es gestionar mejor el pasado que el futuro. Los datos a los que vos apuntás, efectivamente existen. Pero hay dos datos para relativizarlos. En primer lugar, hay un dato que es estructural, que es que casi siempre la mirada sobre futuro económico tiende a tener un mejor desempeño que la mirada sobre el presente económico. Es un rasgo más antropológico que de coyuntura o de un subproducto de la comunicación del PRO. Pero además, en el transcurso de estos últimos meses se han deteriorado tanto las percepciones del presente económico como las percepciones del futuro económico. Me parece que todavía al Gobierno le falta en una próxima etapa generar una adhesión basada en hitos de Gobierno, en políticas públicas que recojan simpatía y adhesión.

¿Cambiemos necesita reescribir el pasado porque no existió una crisis o un estallido previo, como en otros casos de cambio de gobierno?

Me parece que Cambiemos había leído inteligentemente el perímetro de lo posible discursivamente durante el año electoral y había respetado las reglas discursivas que ponía el kirchnerismo. Se adaptó a ese clima ideológico de época regido por el kirchnerismo. Sin embargo, una vez que llegó al Gobierno, decidió ocupar el centro de gravedad del discurso público con su propio programa, y ahí enfatizó la ruptura, y eso requiere reescribir la herencia. En ese marco, como necesitaba reclutar legitimidad en un contexto socioeconómico adverso, entendió que esa podía ser una estrategia para diferir la expectativa, ya que la narrativa de la herencia permite amortiguar un poco las demandas o diferirlas en el tiempo.

¿Cómo evalúa la estrategia comunicacional del Gobierno de fijar metas que muchas veces, es difícil que logre cumplir? Por ejemplo, la reactivación en el segundo semestre, la lluvia de inversiones o una tasa de inflación de 17% en 2017. ¿Es riesgosa?

Para el primer semestre, fue un programa discursivo exitoso. Le funcionó para un contexto en el cual el Gobierno tenía dificultades para encender la marcha, pero me parece que de acá en adelante, un discurso fundado en un futuro que no llega o en un presente dañado por el pasado empieza a ser insuficiente. De acá en adelante, el Gobierno necesita empezar a mostrar resultados más tangibles y comunicar alrededor de resultados de políticas públicas. Más allá de la macronarrativa, del llamado "relato", el kirchnerismo había tenido un éxito más vinculado al marketing en general poco atendido, poco subrayado, que es era cantidad de marcas vinculadas a las políticas públicas que fijó: AUH, FPT, Procrear, Precios Ciudados eran políticas públicas que se convertían en marcas y que abrevaban en capital simbólico y político para el Gobierno. Eso todavía no pasó con el macrismo. No hay una sola marca vinculada a una política pública que pueda ser recortada como una novedad.

Hechos recientes como las desmentidas del Reino Unido sobre Malvinas, ¿son errores de comunicación o errores políticos mal atribuidos a la comunicación?

Son sin duda y definitivamente errores políticos. Son errores políticos que cuando se tratan de emparchar comunicacionalmente muchas veces eso acentúa el problema, pero no son errores de comunicación.

Yendo a la oposición, ¿cuál es el principal problema del peronismo y del kirchnerismo hoy?

Al peronismo lo veo descentralizado. Con un kirchnerismo que se mantiene como una identidad en clave, que subsiste como un capital emocional, vinculado a la memoria y muy fuerte en un porcentaje de la sociedad. Que tiende a subrayarse que es un sector minoritario, pero que hay que pensar que en la política argentina todos los sectores son minoritarios hoy. El problema del kirchnerismo es que sigue sin generar figuras electoralmente competitivas por afuera de Cristina Fernández. Me parece que ese es el problema de ese espacio, que de todos modos tiene un capital electoral significativo, porque tiene un vínculo fuerte con un segmento muy fidelizado. No es imagen positiva, es adhesión. Y después hay un peronismo más zigzagueante, que busca ocupar un lugar en el nuevo escenario, pero que todavía no termina de estar construido ni tener una geografía con contornos claros . Ni candidatos, tampoco. Ni figuras con volumen político, claro. Y después, está Sergio Massa, muy empujado siempre por su audacia y su incansable sed de protagonismo que la han resultado exitosos siempre para estar en el centro de la escena, pero que no le han significado demasiados éxitos electorales. En ese sentido, el año que viene me parece que le va a ser más importante que tener 60% de imagen positiva, mirar cuál es su piso electoral asegurado. El massismo tiene un pie en cada hemisferio, entonces probablemente vuelva a regir la ley de la gravedad de la polarización y eso le quite mucho volumen electoral.

El discurso de moderado de Massa y del peronismo hoy son bien valorados en las encuestas. Pero, ¿cuánto puede durar siendo así? ¿Puede ser una postura electoralmente exitosa?

Probablemente, todas las elecciones de medio término plebiscitan el gobierno en curso y a través del voto legislativo le envíe un mensaje al Gobierno, un mensaje correctivo o de acompañamiento. En ese sentido, el discurso recorrido por Massa puede ser demasiado impreciso o suave. Massa tiene que elegir si quiere ser oposición en presente o en pasado. La cuestión de Cristina es la que esos espacios necesitan resolver discursivamente; si van a seguir equilibrando permanentemente oposición en presente con oposición en pasado. Ahí están jugando un juego rentabilizado por el oficialismo. Aún siendo oposición, están jugando con las reglas discursivas del Gobierno.

Entonces, si las elecciones de medio término son leídas como un plebiscito de la gestión actual, el discurso de Massa tiene poco lugar. Pero con un esquema como el que busca el Gobierno, tampoco tiene mucho espacio.

Tiene más lugar, pero ese lugar probablemente sume cero con el lugar que ocupa el oficialismo. Ese es el problema del massismo: solapa electoralmente con dos espacios muy intensos: el oficialismo y el kirchnerismo. Entonces, cuando compita con el electorado macrista, probablemente pierda porque hay mayor intensidad en la adhesión oficialista; y cuando compita con electorado kirchnerista u opositor duro, probablemente también pierda porque tiene una imagen de baja intensidad cualitativa en comparación a ese electorado. Por eso, si yo fuera Massa me preocuparía, una imagen positiva más intensa, aunque eso signifique tener menor imagen positiva.

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