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Las encrucijadas de Sergio Massa

Massa
Massa
17 noviembre de 2016

(Columna de Néstor Leone)

El complicado equilibrio entre oposición “constructiva” y necesidades electorales. El acuerdo con Stolbizer y el rol de Malena.

1. AVENIDA

El líder del Frente Renovador se ofreció tempranamente como garante “inevitable” de la gobernabilidad de Mauricio Macri. De esa manera, trocaba su apuesta de campaña en busca de un “cambio justo” por la remozada promesa de ejercer una “oposición responsable”. El aporte de su bloque en la Cámara de Diputados, en buena parte de las más de setenta leyes que Cambiemos pudo aprobar hasta aquí, refrendó en buena medida esa intención y osciló entre lo decisivo y lo accesorio. A su vez, cierta intuición de Sergio Massa para percibir algunas problemáticas con especial resonancia mediática le permitió que esa modalidad de ceder en la negociación con un esquema más que flexible no le quitara visibilidad y le redituase en términos de iniciativa política. Aunque, también, le generara más de un contrapunto. La actitud más propensa al diálogo y el cambio de favores de parte de los gobernadores justicialistas, necesitados de recursos para sus provincias, y la aparición de nuevas disidencias en el bloque del Frente para la Victoria, también propensos a un trato menos confrontativo, en tanto, le generó más competencia de la esperada a su rol de interlocutor necesario. Que la “ancha avenida del medio” no lo sea tanto, camino a las legislativas del año próximo, por la propia lógica preelectoral y por la reaparición de Cristina como polo contrapuesto al Gobierno, atraviesa parte de las preocupaciones renovadoras y es posible que marque también, a modo de encrucijada, la estrategia parlamentaria (¿no tan moderada?) para el año próximo. No poder despegarse de las malas nuevas que traigan de aquí en más las políticas regresivas del Gobierno quizá también sea un límite para esa eventual acumulación.

2. TERMINO MEDIO

En esas elecciones, por cierto, Cambiemos se juega la posibilidad de consolidar un esquema de gobernabilidad menos atado a acuerdos inestables y coyunturales (los que mantiene con el massismo, por caso) y de trascender con su proyecto de poder más allá de 2019. Con la provincia de Buenos Aires, nuevamente, como escenario clave. El Frente Renovador, a su vez, intentará consolidar sus contornos como fuerza política de nuevo cuño y disputar, desde afuera, la conducción del peronismo, más allá del PJ. Las buenas performance de Francisco de Narváez, en 2009, y del mismo Massa, en 2013, durante las anteriores elecciones de medio término, muestran la chance concreta de capitalizar el voto lábil en contextos adversos para los Ejecutivos Nacionales con resonantes victorias, tanto como aleccionan respecto de sus alcances posteriores. De ahí que Massa evalúe entre los suyos jugar un rol activo en la campaña, como protagonista de sus principales debates, pero sin ser candidato. Situarse por encima del tablero, como actor capaz de prestidigitar algunas piezas y como figura nacional, y no quedar atrapado en una pelea de distrito (aunque sea el más importante de todos en términos demográficos) es una opción que el tigrense hoy evalúa como posible y que sólo descartaría de plano ante una única eventualidad: que Cristina sea candidata.

3. A YUYO DEL SUBURBIO

La visibilidad creciente de Malena Galmarini, funcionaria en el área social del municipio de Tigre, ofrece algunas pistas sobre las posibles figuras de reemplazo que evalúa el Frente si es que Massa desiste de jugar sus chances en el barro electoral. La relación de pareja con el diputado y su pertenencia a una familia de raigambre peronista le permitiría asumir al líder del Frente Renovador ese doble juego de estar en el candelero sin necesidad de anotarse a la cabeza de la boleta. El involucramiento de Malena en algunos proyectos que exceden los intereses inmediatos de su municipio, como la discusión por la igualdad de género en las listas de candidatos, a su vez, forma parte de ese activismo más visible y exhiben en ella cierta perspicacia política. Mientras que la presunción, con cierto grado de certeza, de que los votos no se transfieren automáticamente ni los liderazgos se heredan o se traspasan de manera mecánica ofician como advertencias para continuar con los ejercicios especulativos, para no apurar los tiempos.

4. SU MARGARITA

Una buena relación previa en términos personales, reconocida por ambos, aceptable sintonía en la campaña que los enfrentó, contrariamente a lo esperable y más allá de algún cruce menor, una agenda compartida en el Congreso y realineamientos tempranos del mapa político hicieron posible que hoy se hable de una alianza electoral del Frente Renovador y el GEN de Margarita Stolbizer, y no parezca algo descabellado. Ambos cedieron algo en el camino, no tanto para hacer propicia la relación, sino más bien como fruto de esos realineamientos parciales. Massa, cierto anclaje en el peronismo tradicional. Stolbizer, cierta impronta progresista. Con beneficiosos todavía por mensurar. Massa le permitiría a Margarita incrementar el escaso caudal de votos de sus últimas participaciones, mientras la dirigente del GEN ofrecería resguardo para amortiguar o neutralizar algunas de las críticas que suelen caerle al exjefe de Gabinete. Cuánto de límite infranqueable puede significar Stolbizer para un intento de sumar dirigentes territoriales del peronismo a una estrategia de campaña más amplia es algo que hace unos días puso de relieve Felipe Solá, diputado con peso propio del espacio, quien dejó entrever esa incomodidad y trazó un mapa de afinidades (peronistas) distinto al que implica Stolbizer.

5. COMPAÑEROS

Buena parte (si no, la mayoría) de los dirigentes del Frente Renovador que ocupan espacios institucionales provienen del peronismo o se reivindican como parte de esa identidad, más allá de la lejanía que tengan hoy con el PJ o con el FpV. Massa, de alguna manera, también. Lo mismo que su familia política. O la dirigencia sindical que lo acompaña. En el imaginario de unos y otros, por cierto, no parece estar la idea de romper con esa tradición, sino más bien la hipótesis de que a la conducción del peronismo se llega desde afuera (o en contra) de la conducción del PJ. El ascenso de Carlos Menem suele aparecer como ejemplo. También el de Néstor Kirchner. La ristra de deserciones (peronistas todos ellos) que sufrió el Frente Renovador durante los últimos años (algunos, incluso, que eran parte de su mesa chica) y las dificultades para trascender con peso la frontera de su provincia de origen, no obstante, aparecen como antecedentes no promisorios.

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