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Peronismo, modelo 2017

Peronismo
Peronismo
21 diciembre de 2016

(Columna de Néstor Gabriel Leone)

Pistas para pensar sus desafíos y disputas. Continuidades y rupturas posibles en un año electoral clave.

1. SENTIDO E INTENSIDADES.

El peronismo volvió a ejercer un rol opositor luego de catorce años. No como espacio disidente de alguna variante propia en el Ejecutivo. Si no, ajeno a éste y frente a una fuerza de nuevo tipo, por más que algunos dirigentes de raigambre peronista ocupen, en nombre propio, cargos importantes en el nuevo organigrama estatal. En esa tarea opositora, no hubo por cierto un peronismo monolítico ni unívoco. Distintas relecturas sobre la performance de gestión propia más inmediata y respecto de las causas de la derrota tuvieron su correlato en formas también distintas de relacionarse con el oficialismo. Tres espacios, a grandes rasgos, dieron forma a ese degradé. Por un lado, buena parte de los gobernadores, pragmáticos y versátiles, que necesitados de recursos para sobrellevar la gestión y dispuestos a establecer vínculos de mutua conveniencia, contribuyeron a fortalecer el primer círculo concéntrico de gobernabilidad de Cambiemos y no tuvieron pruritos en despojarse de una impronta kirchnerista que no sentían necesariamente como propia. Por el otro, los sectores diversos que rompieron amarras con Cristina y, sin dejar de reivindicar los doce años de gestión precedentes y sentirse parte de ese legado, abundaron en ejercicios autocríticos y empezaron a considerar a la expresidenta únicamente como parte del pasado. El Grupo Esmeralda de intendentes bonaerenses, el bloque Justicialista de Diputados y, en alguna medida, el Movimiento Evita figuran entre ellos, con un repertorio variado de acuerdos y críticas al Gobierno. Y, ambos espacios, a su vez, con puntos de contacto con la “avenida del medio” planteada por el Frente Renovador. Por último, el núcleo duro kirchnerista, su minoría intensa, que sigue reivindicando a Cristina como líder, la proclama como candidata para el año próximo y se ofrece como la oposición más consecuente al Gobierno. Por cierto, ese degradé no resulta taxativo ni se espera que lo sea para el año próximo. Muy por el contrario. La dinámica y la propia lógica preelectoral es posible que cierre el paso a actitudes moderadas o a negociaciones parciales y obligue a unos y otros a marcar más intensamente déficits e impotencias del oficialismo. En qué medida capitalizarán esa eventualidad y, más aún, si existirán unos y otros como espacios diferenciados es algo que tendrá que ver con lo anterior y con la propia suerte del Gobierno

2. ESTRUCTURAS.

El Frente para la Victoria, durante sus años de gobierno, fue menos la representación de un instrumento electoral, que la adhesión al liderazgo de sus máximas referencias. Se destacó como fenómeno de poder y eficaz articulador de sectores sociales; pero no tanto en términos de estricta construcción política. Por cierta incapacidad propia y por condicionantes estructurales del sistema político. Aunque, también, por propensión de los Kirchner a sentirse secretamente a gusto en esa inorganicidad partidaria. El distanciamiento posterior, ya en el llano, luego de la derrota, de varios agrupamientos militantes; la deserción de algunos dirigentes que habían tenido responsabilidades de gobierno; y la pérdida de espacios institucionales obtenidos o revalidados en esas elecciones (desapego de legisladores, gobernadores, intendentes) tiene varias razones que confluyen, pero también muestran en buena medida esos límites. De todos modos, el FpV sigue siendo el actor con mayor densidad política en ese universo. El PJ, como estructura partidaria que es parte o que la excede, no pudo asumirse en su reemplazo. Se convirtió en un híbrido, de liderazgos parciales y acotados territorialmente. Y con escasa incidencia. Sin que se espere que lo sea en 2017. Mientras que el Frente Renovador, circunscripto a la provincia de Buenos Aires, no se lo propuso. Esa tensión irresuelta, no desplegada todavía en todas sus facetas, es posible que sea uno de los protagonistas del nuevo año.

3. LIDERAZGOS.

Cristina sigue siendo la figura alrededor de la cual giran los clivajes, los reproches y las ponderaciones dentro del peronismo. Sin los resortes del Estado, apremiada por sectores de la Justicia (y cierto acoso mediático) y cuestionada de manera más o menos abierta por algunos dirigentes que formaban parte de su círculo de lealtades, supo preservar una ascendencia considerable en términos de intención de votos, de militantes consustanciados (aun entre las bases de aquellas organizaciones que se distanciaron) y de capacidad para generar hechos políticos, con apariciones que nunca pasan desapercibidas, y para resignificar el sentido progresivo de sus políticas de gobierno. La recurrencia implícita del oficialismo en elegirla como rival y, a su vez, el deterioro de la mayoría de los indicadores sociales y económicos la sitúan expectante, en los dos casos como contracara. Mientras ninguno de los múltiples liderazgos territoriales existentes logró hasta aquí trascender los límites de sus distritos o de sus intenciones. Ni el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey, cercano al Gobierno y de impronta más conservadora, pudo erigirse como algo parecido a un referente de una potencial nueva liga de gobernadores, a pesar de su juego de alta visibilidad. Ni el exministro Florencio Randazzo, alejado del centro de la escena, pero activo en múltiples encuentros con dirigentes medios, pudo convertir su buena imagen en ascendencia respecto de los sectores más distantes de Cristina. La prosecución o no del deterioro de aquellas variables y el tipo de debate que sea eje de la campaña es probable que determinen el predominio de unos sobre otros, en un espacio incómodo con las situaciones de liderazgos vacantes.

4. CONTORNOS.

El Congreso y la relación con los gobernadores, como se dijo, fueron los dos espacios que Cambiemos privilegió para establecer parámetros básicos de gobernabilidad. A ellos, les fue sumando acuerdos de distinto tipo con la CGT reunificada y varias de las organizaciones sociales más convocantes. Para neutralizar el poder de fuego de sus protestas, para apaciguar las demandas en un contexto de ajuste y distribución del ingreso regresivos y para evitar una conflictividad social mayor. En todos estos espacios, por cierto, el peronismo tiene predominio, aunque no siempre ese predominio responda a una misma conducción o una misma corriente. Y sólo en uno (el parlamentario), Cambiemos puede cambiar la ecuación en el próximo año. La demanda creciente de recursos tangibles y simbólicos (escasos, ambos) que estos acuerdos requiere, en el contexto de un Estado que parece desfinanciarse, y la ecuación contradictoria de estos acuerdos con el propio programa de Gobierno señalan algunos límites. Que un peronismo quizá menos zigzagueante, aunque todavía en disputa, intentará explorar.

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