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Las Macrinomics en su tercer año

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06 febrero de 2018

Por Alejandro Radonjic

La economía no termina de arrancar para el gran público, no convence ni seduce y empiezan a entrar las balas. Los datos, sin embargo, muestran una imagen algo mejor y se espera crecimiento (aunque moderado) en 2018 y 2019

Las Macrinomics ingresaron a su tercer año de vida y no seducen a casi nadie. Para empezar, las expectativas de “la calle” son bajas (el 60% está insatisfecho con “la marcha general de las cosas”, según la última encuesta de UdeSA) porque la economía no termina de arrancar con decisión (así lo muestra un mercado laboral que recién recuperó los niveles de 2015), el salario real está apretado, la inflación sigue elevada e incontrolable para las autoridades y, además, el modelo no se percibe como sustentable por su peligrosa adicción a la deuda en dólares.

Tampoco parece haber optimismo entre los expertos que tienen, como dice Juan Carlos de Pablo, “preocupación profesional”: ni desde el ala“ libertaria” ni desde la heterodoxa. Ni entre los empresarios, más allá de que sea el Gobierno más marketfriendly, quizás con el menemismo, desde la restauración democrática. No hay un gran efervescencia empresarial, como detecta el lúcido analista Julio Burdman. Tampoco parece haber un gran entusiasmo en los mercados financieros: compran deuda, es cierto, pero sigue pidiendo 200 puntos básicos de sobretasa con respecto a América Latina.

Por último, es notorio que las mismas autoridades están algo intranquilas, más allá del discurso parsimonioso del “estamos cada día un poco mejor”. Así debe entenderse el relajamiento de las ambiciosas metas de inflación para 2018-2020. Detrás de ese cambio, inducido por Jefatura de Gabinete, está la intención de buscar un nuevo equilibrio entre el dólar y la tasa. En concreto, tasas más bajas y un dólar más alto. Tanto para que la recuperación, que existe, no se frene y el desequilibrio externo (que se manifiesta en un rojo de cuenta corriente de unos 4-5 puntos del PIB) evite ampliarse aun más. El costo, algo más de inflación. ¿Qué le hace una mancha más el tigre? Ya quedó demostrado que el público tolera más inflación si eso habilita a que el nivel de actividad sea algo más calentito.

Pero, más allá de los desequilibrios (casi todos heredados) y los normales virajes oficiales (generados por un exceso de optimismo oficial iniciático), la economía se está normalizando (lentamente) y todavía tiene oxígeno para converger hacia la normalización (inflación baja, cuentas en orden, riesgo país bajo, libre comercio y demás). El credit-crunch soberano (el principal riesgo) no figura en el horizonte y las alertas suenan más por un peligro de mediano plazo que por algo que vaya a ocurrir pronto. El Gobierno se infla el pecho diciendo que salió del populismo sin haber pasado por una crisis, pero la economía está lejos aún de un equilibrio óptimo y eso parece pesar más.

A su favor, el Gobierno tiene (además del hecho de ser Gobierno, claro) un crecimiento que, aunque moderado, sigue (2018 romperá la maldición de la caída del PIB de los años pares), que el equipo económico (aunque sin un primus inter pares) está algo más coordinado y que el año que acaba de arrancar no será electoral y puede ajustar algunas clavijas con más ímpetu.

Para llegar a 2019 con algunos colchones extra y, allí sí, tirar más carne en el asador, aunque no demasiada dado que las cuentas públicas están genuinamente estrechas. El riesgo es quemarse en demasía, algo que empieza a preocupar dado que la imagen presidencial ha venido cayendo lenta pero sostenidamente desde mediados de 2017.

Las Macrinomics llegan muy auscultadas y son un tópico central del debate social, junto a la corrupción (heredada y actual), y eso no juega tan a favor del Gobierno. Por ahora. Toda vez que los logros en performance económica de los hogares dejan aún mucho que desear. Son pocos los que digan, decididamente, “estoy mejor que antes”. Para que eso ocurra, se debe verificar más dinámica laboral, subas del salario real, efervescencia comercial y una economía más tranquila, y quizás relegada a un segundo plano. Quizás el Gobierno, mientras espera que la recuperación tímida vaya permeando aguas abajo, deba“ politizar” más la agenda, aunque allí tiene el límite de la minoría legislativa y el riesgo de la gobernabilidad si pone el dedo en algunas heridas opositoras. No será magia ni la “mano invisible” del mercado sino más y mejor políticay

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