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La utopía del peronismo unido

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22 mayo de 2018

Todos los sectores internos ajustan sus mensajes para posicionarse de cara a las próximas elecciones

Por Joaquín Múgica Díaz

La unidad. La obsesión por la unidad. Los discursos en nombre de la unidad. La palabra unidad decorando cada convocatoria peronista. La unidad como fin último. La unidad por sobre todas las cosas. La unidad, aunque sea un amontonamiento de dirigentes políticos con más diferencias que similitudes. Los discursos de unidad de estadistas territoriales que terminan aferrados a una encuesta y al sillón de su casa de gobierno. La unidad sin ideas, sin proyectos reformistas, sin debates ideológicos, sin autocrítica pública, sin un mensaje consistente.

El peronismo busca reinventarse por caminos alternativos y con la velocidad que le impone el calendario electoral. Su dirigencia variopinta y sobreexpuesta al calor mediático intenta hacer escuela a cada paso. Dan, muchos de ellos, lecciones de lo que debe hacerse cuando se gobierna, no sin antes justificar su ausencia en el poder por un aparente engaño bien diseñado por Mauricio Macri y sus aliados. Desde ese punto de partida, sin autocrítica real, tan básica y necesaria en la política, el peronismo afronta el desafío de la unidad. Un camino que parece tener un punto final demasiado cerca.

El frente nacional y popular, término que quedó impregnado de fanatismo kirchnerista, hoy está tan fragmentado como lo desearía el Gobierno nacional. No obstante, el proceso de reconstrucción está activo y culminará, tarde o temprano, en un nuevo esquema mayoritario de poder. Será oposición u oficialismo en el 2019. Depende, en mayor medida, de la propuesta que la sociedad reciba en los próximos meses. También de los nombres propios que encaren la alternativa. En definitiva, serán ellos quienes tengan que explicarle a los ciudadanos cuál es la diferencia entre el peronismo que abandonó el poder en el 2015 y el que lo quiere recuperar cuatro años después.

En ese camino de palabras cruzadas y acitos permanentes, el peronismo intenta darle vida a un nuevo ciclo. La diferencia sustancial en el proceso es que la mitad quiere la unidad de todos los sectores y la otra mitad considera que es el momento de forjar una nueva identidad, alejada de la figura de Cristina Kirchner y sus descendientes políticos. Por eso la unidad es una palabra que, según la expresión pública y privada de un sinfín de dirigentes, está vacía. No hay, ni habrá, salvo que la obsesión por ganar lleve a un sector a deformar su rostro, puntos en común entre el kirchnerismo y el espacio que representa los gobernadores del PJ. Esa es en la actualidad la división más expuesta que tiene el peronismo.

La posición más dura es, inversamente proporcional a lo que la mayoría podría creer, la que expone el peronismo federal, un esquema en formación que no tiene intenciones de mezclar entre sus filas a dirigentes de La Cámpora, a ex funcionarios del kirchnerismo que amontonan causas judiciales y a fanáticos de la ex jefa de Estado, que tienen una mirada mesiánica sobre el liderazgo de Cristina. No habrá unidad con ellos. No hay coincidencias en la dirección económica que quisieran seguir, ni en las formas de gestionar, ni en la construcción de poder, ni en la visión del rol de oposición. Y, por sobre todas las cosas, no hay unidad de criterio sobre lo que sucedió en el pasado reciente.

En tanto, el kirchnerismo, se muestra preocupado por la unidad como nunca lo había hecho en su historia. Lejos del poder, golpeado por las derrotas consecutivas y demasiado confiado en el respaldo popular que, según creen, mantienen pese al paso del tiempo y el desgaste natural de doce años de gestión, sus dirigentes son los principales convocantes de la unidad. Saben, al igual que los integrantes del peronismo federal, que una fórmula propia no tiene posibilidades de ganar una elección. Por eso creen en el amontonamiento de fuerzas políticas, de banderas ideológicas y de identidades opuestas. Esa estrategia tiene un objetivo claro: brindarle a la sociedad una sola opción opositora. De esa forma, advierten, podrían absorber a los votantes desencantados con el macrismo. Una hipótesis donde no importa la construcción de un proyecto político duradero y transformador, sino la posibilidad de sacar a Macri de la Casa Rosada.

Si el peronismo sigue ese camino no podrá afrontar un cambio de ciclo determinante para la conformación de un nuevo proyecto político, económico y social. La última vez que lo hizo le dio buenos resultados. En 2003, un desconocido Néstor Kirchner encabezó un proceso clave para impulsar al país lejos de la grave crisis en la que había caído y lograr un crecimiento sostenido. El ex presidente lideró un cambio de época y dio por terminada la etapa menemista, lo que le permitió al peronismo reinventarse y deja atrás la década del ´90, donde el Estado quedó tan destruido como denostado.

El discurso de aquellos tiempos fue similar al que hoy, con mayor cautela, expresa el peronismo federal. Alejarse de la corrupción del pasado, incentivar un cambio generacional en la dirigencia, generar propuestas alternativas para resolver los problemas de la macroeconomía y reivindicar los valores principales que la doctrina peronista marcó a fuego en gran parte de la sociedad. En este caso, el discurso no tiene como principal objetivo correr al macrismo a patadas, sino más bien construir una opción de gobierno con los preceptos que el votante moderno le reclama a la dirigencia política actual. Entre ellos, la capacidad de diálogo entre los diferentes sectores políticos y el distanciamiento del discurso violento que marcó la gestión del kirchnerismo. En definitiva, un pedido de más republicanismo y menos autoritarismo.

Los legisladores y gobernadores que forman parte del peronismo federal avanzan en una alianza con Sergio Massa y Florencio Randazzo. Entre ellos hay quienes consideran que al final del camino electoral el sector debe encontrarse con el kirchnerismo y competir en una PASO. La idea es similar a la que tiene el espacio que respalda Cristina: ganar la interna y quedarse con los votos del contrincante. En ese sentido, hay dos posibilidades que analizan. Una es que el voto anti K los favorezca y terminen absorbiendo el descontento con la expresidenta. La segunda posibilidad es la que toma más fuerza dentro del nuevo esquema. Competir con una fórmula propia, intentar robarle votos a Cambiemos y al kirchnerismo, y consolidarse como opción diferente.

La unidad del peronismo es una utopía que solo tiene como fin un triunfo electoral. Es marketing. Es, en todo caso, una expresión de deseo. Lo más sincero que podrían hacer los dirigentes es reafirmar la identidad política que tienen, hacerse cargo de los errores del pasado y construir una propuesta alternativa a la que hoy gobierna Argentina. Parece difícil.

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