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Las claves del triunfo

26 octubre de 2011

La economía, la estrategia de campaña y una posición deshilachada explican el triunfo de Cristina, que superó el porcentaje y el caudal que obtuvo en 2007.

Cristina Fernández obtuvo tres millones de votos más y nueve puntos porcentuales por encima de 2007. Con el 54% logrado hubiese ganado aún con un sistema de balotaje “tradicional”. La buena marcha de la economía ayuda a explicar el resultado, pero sólo en parte, porque ese dato ya estaba presente en la elección presidencial anterior.

La falta de alternativas atractivas en la oposición también influyó. Cuatro años atrás, Carrió estaba en su mejor momento y Lavagna tenía una imagen positiva elevada tras su paso por el Ministerio de Economía. Entre ambos reunieron el 40% de los votos. Un tercer factor relevante fue el tono de la campaña, el cambio de estilo presidencial que comenzó a ser mucho menos confrontativo. Esto fue consecuencia, no sólo de una estrategia electoral, sino de que en los últimos meses virtualmente no hubo iniciativas oficiales que pudieran considerarse como muy conflictivas. En Economía, por ejemplo, la última medida fuerte fue la utilización de reservas del Banco Central para pagar deuda a comienzos de 2010.

A medida que la imagen de la Presidenta aumentaba, crecía también su margen de maniobra y armaba su estrategia política sin necesidad de hacer concesiones lo cual, a su vez, acentuaba su liderazgo. De hecho, conformó una oferta electoral que expresó lo que el kirchnerismo es hoy: peronistas clásicos más cristinistas. O, en términos sociológicos, una suma de sectores populares y medios. No hubo esta vez espacio para transversales, radicales K o representantes corporativos. Curiosamente, es en la bien evaluada área económica en la cual el Gobierno deberá enfocar la mayoría de los cambios. Con un panorama internacional que sigue siendo favorable pero menos que hace unos meses, lo que suceda fuera del país puede sin embargo ser el sustento discursivo ideal para justificar ciertos ajustes al rumbo económico que aparecen hoy como muy difíciles de evitar. Los obligados cambios de funcionarios en el área, porque los actuales asumirán cargos en el Congreso, también facilitan que se realicen cambios.

La Presidenta buscará aprovechar la capacidad de convocatoria que le da el resultado obtenido para convocar a los distintos sectores sociales si aspira a lograr un acuerdo para que las distintas variables crezcan a una tasa menor que en los últimos años y, de esa manera, moderar la inflación. Suele decirse que el pilar del voto del peronismo son los sectores bajos y medio-bajos de la pirámide socioeconómica. Esos sectores son los principales beneficiarios de una de las políticas nodales del kirchnerismo, como es la AUH, pero su participación dentro de los apoyos a la Presidenta no ha aumentado significativamente.

Hace años que el peronismo saca porcentajes rotundos en la mayoría de los partidos del sur y el sudoeste del conurbano. Pero la sorpresa fueron, por ejemplo, las victorias oficialistas en San Isidro o en Córdoba, donde en 2007 el kirchnerismo perdió con Roberto Lavagna. La vuelta de esos sectores sociales que otra vez se acercaron al kirchnerismo (algunos lo habían acompañado en 2007 y se fueron en 2009) responden parte de la interrogante sobre los apoyos que cosechó la Presidenta. Pero el rol de la oposición también ayuda a explicar otra parte.

EL PAPEL DE LAS PRIMARIAS

Las primarias abiertas simultáneas y obligatorias del 14 de agosto debutaron con relativo éxito en la política argentina dado que las fuerzas políticas sólo las incorporaron parcialmente. Antes de las elecciones ya habían operado sobre el sistema político reduciendo considerablemente la cantidad de partidos a nivel nacional. Las ventajas de la reforma política fueron largamente exaltadas por el oficialismo. El nuevo acceso igualitario a las campañas en radio y televisión fue otro de los grandes avances de la reforma política, y que operó más que positivamente sobre algunos candidatos como el Frente de Izquierda y de los Trabajadores.

Pero el mismo día de las Paso surgieron una serie de interrogantes cuyas claves se comenzarían a visualizar pasadas las nueves semanas establecidas por ley entre las primarias y las generales. Justamente uno de los items sobre los que más hincapié hicieron los voceros del oficialismo en la materia (Florencio Randazzo y Alejandro Tullio, especialmente) fue la posibilidad de que tras esa “gran encuesta” los partidos pudieran readecuar sus estrategias entre los dos comicios.

Pero con el resultado abultado de agosto y la sensación de una elección ya definida, poco hubo para hacer en la oposición. Los resultados fueron muy parecidos y los cambios se parecieron más a un sistema de premios a aquellos que les fue bien en las primarias (CFK y Binner) y de castigos a los que no cumplieron las expectativas (Alfonsín, Duhalde, Carrió) que a una consecuencia de un cambio de estrategia o campaña. El poco tiempo entre ambas elecciones y la imposibilidad de hacer cambios en las fórmulas y las alianzas no da margen para esperar resultados muy distintos.

Otro duda que planteó fue sobre la manera en la que votarían en las elecciones generales aquellos cuyos candidatos en las primarias perdieron. ¿Se mantendrían dentro del partido? ¿Habría mucha dispersión a causa del personalismo extremo que caracteriza a buena parte del sistema político? A decir verdad fueron muy pocos los cargos que se dirimieron en agosto de manera competitiva. Sin candidaturas presidenciales que elegir, las disputas más peleadas se dieron a nivel de diputaciones (donde fue la UCR la que más promovió las internas) y de algunas intendencias.

Un repaso por algunas de estas muestra que hubo resultados disparejos, ya que en algunos casos los votos que en agosto se dividieron entre varios candidatos de un mismo partido se concentraron en el ganador, mientras que en otros casos hubo fuga hacia otras fuerzas. Tampoco se pudo observar que aquellos partidos que tuvieron primarias competitivas en algunos distritos hayan sido recompensados por los votantes por haber ampliado los canales de participación.

Allí aparece otro desafío para el nuevo sistema: arraigarse en un país en el cual los partidos están debilitados. ¿Lograrán fortalecerlos las primarias o la tendencia a la personalización de la política se terminará imponiendo?

(De la edición impresa)

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