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El impacto del sistema electoral en la provincia de Buenos Aires

12 diciembre de 2012

(Columna de Gustavo González, politólogo y especialista en sistemas electorales)

El fraccionamiento partidario dificulta la posibilidad de obtener el piso mínimo necesario para acceder a bancas.

“El derecho electoral es la primera y más

fundamental de las libertades”

Juan Bautista Alberdi

Los sistemas electorales tienen la intención de traducir votos en bancas. Esta conversión nunca es lineal ni pura con respecto a la voluntad de los ciudadanos. Arend Lipjhart sostenía que la mayoría de los sistemas electorales beneficia a los partidos mayoritarios, lo que evidencia una desigualdad numérica entre los partidos con representación legislativa y los partidos que se presentan en elecciones. Es así: más de dos millones de votos en la provincia de Buenos Aires se quedan sin ningún tipo de representación formal.

La selección del sistema electoral tiene un efecto directo en la conformación del sistema de partidos políticos y del juego de coaliciones, como también en el incentivo selectivo del voto. Mientras un determinado sistema electoral es aglutinador de partidos, otro puede promover la formación de nuevas agrupaciones. Son muchos los sistemas electorales que desincentivan al votante porque estos desechan sus preferencias en pos de elegir entre las opciones “con posibilidad efectiva de colocar representantes”. Es el denominado “voto estratégico”. Se desvirtúa la selección del partido por percibir que su voto va a resultar “un voto perdido”, y entonces termina optando por otro que no es de su preferencia, en función de un voto útil.

Así, las mayorías y minorías pueden ser modificadas sustancialmente desde la ingeniería política. Ningún sistema electoral es neutro. El sistema electoral indirecto de segundo grado que rigió desde 1853 tenía como intención atenuar el poder del votante (preocupación de los clásicos autores de la teoría política por la “tiranía de la mayorías”), pero también apuntalar el federalismo y compensar la asimetría entre las provincias colocando el tamiz del Colegio Electoral.

En la provincia de Buenos Aires, si bien para la distribución de bancas de los diputados nacionales se utiliza el sistema D'Hondt, para la de senadores provinciales, diputados, concejales y consejeros escolares se utiliza un sistema de cociente. Su Constitución prevé que todas las secciones se vean representadas por los 92 miembros de la Cámara de Diputados provinciales y los 46 senadores provinciales. La ley electoral de la provincia (5.109) en su artículo 13 estipula que la legitimidad viene de los votos de cada una de las ocho secciones electorales de la provincia.

El sostenimiento del poder en la provincia guarda estrecha relación con el sistema electoral adoptado y el formato bicameral simétrico; esto es, con una Cámara de Diputados y otra de senadores que poseen atribuciones y competencias similares y que se eligen con idénticos criterios de representación. Por otra parte, su fórmula electoral de cociente, contemplada en el artículo 109, explicita que “dividirá el número total de sufragios por el número que corresponde elegir según convocatoria. El cociente de esta operación será el cociente electoral, y (b) dividirá por el cociente electoral el número de candidatos que resulten electos en cada lista. La lista cuyos votos no alcancen el cociente carecerán de representación”.

Esto funciona en la realidad como una importante barrera o umbral de acceso a las bancas legislativas a las segundas o terceras fuerzas políticas, sobredimensionando la representación de los partidos mayoritarios. Esto ocurre en la conformación de ambas cámaras, como en la composición de los 135 concejos deliberantes y consejos escolares de la provincia, vulnerando de esta manera el sufragio de los ciudadanos bonaerenses. Esto resulta una verdadera distorsión electoral que beneficia, en la mayoría de los casos, al que obtiene mayor cantidad de votos.

Una muestra empírica: en la última elección de octubre de 2011, el Frente para la Victoria (FPV) se llevó la totalidad de las bancas de la 2°, 3° y 8° secciones electorales. En la segunda sección electoral, el Frente para la Victoria obtuvo el 54,76% y el 100% de las bancas en juego, es decir, tuvo una sobrerrepresentación de un 45,24%. Mientras la UDESO obtuvo el 16% pero ninguna banca. Algo similar ocurrió con la tercera sección: el Frente para la Victoria logró el 57,82% de los votos y las 9 bancas en juego, y así quedó sobrerrepresentado en un 42,18%, mientras el Frente Amplio Progresista, que obtuvo 275.000 votos, no logró ninguna banca. En tanto, en la octava sección, el Frente para la Victoria, con el 43,43% de los votos, se quedó con el 100% de las bancas, es decir, una sobrerrepresentación del 56,57%. Lo mismo ocurrió en quince partidos que, por su sistema electoral, no hubo representación de las minorías. Así pasó en Tigre, José C. Paz, Hurlingam (1° sección electoral), Exaltación de la Cruz (2° Sección), La Matanza, Lomas de Zamora, Almirante Brown, Berazategui, Esteban Echeverría, Cañuelas y Ezeiza (3° sección), General Paz, Pila, Tordillo y Monte Hermoso (5° sección). En todos ellos, el Frente para la Victoria se llevó el 100% de las bancas en juego, a pesar de que en algunos casos obtuvo menos del 60% de los votos.

Esto obliga a dos cosas. Por un lado, a la necesidad de rediscutir la utilización de este sistema electoral y, por otro, a modificar las estrategias de los partidos políticos, ya que el fraccionamiento partidario dificulta la posibilidad de obtener el piso mínimo necesario para el acceso a las bancas. Esto, sin ninguna duda, es un elemento esencial a la hora de discutir el juego de coaliciones en la provincia de Buenos Aires. De otra manera, el partido de gobierno seguirá teniendo una fuerte sobrerrepresentación legislativa en todas las esferas.

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