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El Papa que salvó a una presidenta

03 abril de 2013

La elección de Francisco cayó como agua bendita en la oposición, pero el Gobierno fue rápido en la reconciliación.

Había una vez un gobierno en vías de chavización y una oposición acéfala. Mientras la economía se hundía, la Presidenta retaba por Cadena Nacional. Contra sus intereses, el Gobierno venía crispando el ambiente. La experiencia enseña que el kirchnerismo gana cuando se abuena y pierde cuando pone cara de perro. La Cristina institucional de 2007 y la maternal de 2011 fueron electoralmente superiores a la ofuscada de 2009. Pero 2013 asomaba irritable. Mientras tanto, la oposición, rica en vacíos, infructificaba.

Y entonces llegó el Papa y la Argentina fue una fiesta. Dos mundiales, cinco premios Nobel, dos Oscares más un Papa sumaban diez megaeventos internacionales, duplicando al rival que sólo podía exhibir un pentacampeonato.

La oposición fue fiesta y sumó resaca, porque al orgullo nacional y deportivo le sumó una victoria estruendosa sobre el oficialismo. La entronización de un opositor en el Vaticano generó espasmos de éxtasis, y no sólo entre los seguidores de la Savonarola que bajó del Chaco.

El núcleo del poder sintió el golpe. La Presidenta refunfuñó, la Cámpora chifló, D'Elía insultó, Hebe patinó, Horacio González filosofó y Horacio Verbitsky prendió el ventilador. Denunció que Bergoglio había entregado a dos curas para que los torturase la dictadura. El ex jefe de la inteligencia montonera y actual defensor de los derechos humanos odia la competencia. Su militancia nunca estuvo asociada con la identificación, secuestro y asesinato de personas, salvo durante un breve período de algunos años. Los Montoneros se habían anticipado a la crítica de Francisco y lograron no convertirse en una ONG piadosa. Pero sus adversarios sí fueron compasivos, y por eso Verbitsky salió ileso de la detención, la tortura y el exilio. Salió ileso porque no fue detenido, torturado ni exiliado.

Pero la tirria oficial duró poco. La opinión pública pudo más. La Presidenta besó, la Cámpora contemporizó, D'Elia autoelogió, Hebe se sorprendió y a los dos Horacios no les llegó el telegrama. Colgados de la brocha, evitaron el escarnio de la voltereta y mantuvieron la coherencia denunciadora. La oposición volvió a agitarse, pero esta vez con furia por el transformismo oficial. Donde José Pablo Feinmann observaba un inteligente intento de apropiación del Papa, sus detractores veían panquequismo oportunista. Las dos interpretaciones no se contradicen.

Y la máquina propagandística fue implacable: “Compartimos esperanzas”, el afiche que concilia el mate con la cruz y a Cristina con Francisco, reafirmó la superioridad magistral de los publicistas K. Hasta el ósculo papal, el Gobierno venía mal. La inflación y el cepo cambiario irritaban incluso a periodistas de Página 12, obligando al titular de la AFIP a enrostrarles falta de profesionalismo.

La Presidenta negaba la reforma constitucional que sus adláteres promovían, y la crispación aumentaba. La elección de Georgius Marius, considerado hasta entonces un enemigo del Gobierno, pareció alimentar la polarización social. Pero el amor es más fuerte, y la rápida conversión presidencial neutralizó el envión opositor de la fumata blanca. El oportunismo oficialista pisoteó la ilusión de la contra.

La religión exige sinceridad en la conversión, pero la política sólo requiere que sea creíble. Al final, la inteligencia puede más que la estolidez ?y habilidad sin escrúpulos mata rencor sin ideas?. Lo que algún día librará a la Argentina de este Gobierno no es el Papa ?ni esta oposición?. Al contrario, y contra su voluntad, ambos lo ayudan. El verdugo del kirchnerismo será la economía. O, en otras palabras, la manifestación de que un gobierno políticamente inteligente puede ser económicamente estúpido. El oficialismo tuvo su epifanía y transformó una maldición en milagro. La oposición también necesita un milagro.

Mordaz, un observador de la política eclesiástica aludió al pragmatismo presidencial con un “Verbitsky, a llorar a la iglesia”. Considerando el rumbo económico del Gobierno y los antecedentes de la oposición, se prevé que a breve plazo muchos acompañen al periodista.

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