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15 octubre de 2013

(Columna del politólogo Martín Kunik)

Para entender qué pasa en el peronismo hay que mirar al partido, al sindicalismo y al empresariado

En una entrevista reciente, el sociólogo Carlos Altamirano hizo una síntesis de una de las ventajas comparativas que tiene el justicialismo en relación a otros partidos políticos. “El peronismo tiene más engranaje en el mundo corporativo que cualquier otra fuerza política”, dijo. El mundo corporativo implica las múltiples patas de este gigante: los gobernadores e intendentes en el pilar político, el mundo sindical como baluarte histórico y los nexos con los empresarios.

Comencemos por los referentes políticos. En estas elecciones, Daniel Scioli aparece encerrado en su propio juego. Al quedar como oficialista después de infructuosas negociaciones con Sergio Massa, busca que la tropa (gobernadores e intendentes) no se desbande a través de la conducción del ente que fue olvidado durante casi una década: el Partido Justicialista. Después de la escisión que se produjo en marzo de 2004 cuando Hilda Duhalde y Cristina Fernández de Kirchner se fustigaron abiertamente y cuya rivalidad se definió en las elecciones de medio término de 2005, no hubo congresos del PJ que hayan definido algo.

Tras la reunión del pasado lunes 20, Scioli busca impregnarle el liderazgo al armado justicialista. Sin embargo, con su estrategia encontrará muchos más temprano que tarde que se ha comprado una competencia interna segura con aspirantes legítimos (Urribarri, Urtubey y Capitanich) para el 2015 en caso de que la interna sea el esquema sucesorio que reciba la venia presidencial. Después del 27 de octubre, CFK intentará congelar hasta nuevo aviso la posibilidad de un cambio de autoridades en el PJ (ya vencidos sus plazos) mientras que para Scioli en ese instante comienza su lucha por el liderazgo partidario en el que intentará blindar su imagen con una moción de apoyo a su persona que resuene en los medios de comunicación.

Por su parte, Massa está en una etapa de adición. Suma votos, suma apoyos políticos y suma medios a su favor. En síntesis, suma presencia territorial y exposición. Para el intendente de Tigre la conducción del PJ es sólo capital simbólico que tiene poco para ofrecerle ya que ostenta los dos grandes activos políticos necesarios para una “democracia de audiencias”: el alto conocimiento popular y, como subproducto, una importante imagen positiva. Meterse a competir dentro de la interna del PJ le quitaría margen de maniobra en dos sentidos: 1) la flexibilidad de actuar con libertad en su armado político (esto implica elegir a quien quiere que lo acompañe en la campaña de 2015) y 2) en el ámbito simbólico, la posibilidad de acusar a la dirigencia del PJ como lo viejo y lo que hay que superar. Massa tiene la juventud (41 años) para demostrar que es lo nuevo y lo emergente. Además, después del 27 de octubre, tendrá los votos suficientes para que algunos gobernadores busquen acovacharse a través de diputados y senadores de sus provincias en el bloque expansivo del Frente Renovador. Tiempo al tiempo; hay cosas que se decantan por sí mismas.

La corporación sindical está acelerando su reacomodamiento. Héctor Daer en la lista de Massa ?aunque vetada por la Justicia? no es una casualidad del destino. El “peronismo permanente”, tal como lo define Juan Carlos Torre, tiene el olfato suficiente para acomodarse justo a tiempo cuando el contexto lo incomoda. Ahora bien, Hugo Moyano se apresuró al alejarse de Francisco de Narváez como consecuencia del escaso apoyo electoral. Moyano no le suma votos a un Massa que intenta mostrarse como lo nuevo y sería una mala señal para el electorado independiente. Al camionero le hicieron llegar el mensaje que espere hasta después de las elecciones para mostrarse cerca del intendente de Tigre. Es muy probable que el moyanista Omar Plaini ?segundo en la lista de De Narváez? se sume al bloque massista más temprano que tarde. Moyano debería aprender de Eduardo Duhalde, que en esta contienda está actuando tras bambalinas sin estridencias.

Por su parte, la CGT de Antonio Caló seguirá de cerca lo que ocurra en el organigrama del PJ pero no es difícil imaginar que en el mediano plazo se produzcan maniobras para despegarse del Gobierno como consecuencia de que la inflación comienza a erosionar las actualizaciones salariales semestrales. Ya no alcanza con actualizar el Mínimo No Imponible del Impuesto de Ganancias debido a la alta tasa a la que emite el Banco Central. Más pesos impresos implican menos valor del circulante. Como consecuencia se acelera la penalización al asalariado cada vez que va a las góndolas, ya que ve depreciando su poder de compra.

Es difícil identificar empresarios de peso que sean peronistas. Sería poco creíble que la CGE del verborrágico Ider Peretti se mantenga como un interlocutor válido en el mundo empresarial. Ahora bien, los nexos entre el empresariado y el peronismo no son menores. Los empresarios seguirán con cautela durante estos dos años, aunque ya cuentan con el catalizador comunicacional de sus frustraciones: José Ignacio De Mendiguren. Los costos de producción industriales siguen en aumento, un tema que difícilmente tenga solución en el corto plazo. El empleo privado desciende, lo que avizora dos años de conflictos laborales que pondrán, quizá sin saberlo, a industriales y sindicalistas del mismo lado en el reclamo de una política económica menos restrictiva para con la iniciativa privada. Scioli y Massa tienen aquí un foco de incertidumbre donde hay que comenzar a seducir empresarios, y el de Tigre ya picó en punta.

En conclusión, mirar al peronismo solamente desde el punto de vista partidario sería un grave error.

Las disputas dentro del PJ pueden diluir o potenciar la figura de Scioli pero todo dependerá de los consensos previos entre gobernadores y del juego que haga CFK para apalancar o hundir a su sucesor (recordar el “apoyo” de Carlos Menem a Duhalde en el '99). La política argentina tiene más de confrontación que cooperación y subestimar a posibles candidatos provinciales sería la debacle. Sin embargo, el carácter de Scioli puede desarticular posibles competencias internas. Lo que no va a poder evitar es una confrontación abierta con Massa que, estando fuera del partido, se maneja con mayor flexibilidad política y mediática.

Los sindicatos ?el peronismo permanente? juegan su propio juego en diferentes listas. Sin embargo, con los niveles de inflación actuales, está cada vez más latente dejar sin vertebras al Gobierno. Un sindicalismo unido y confrontativo puede ser el único factor que genere un giro en la política económica de los próximos dos años ya que el empresariado argentino se caracteriza por la cautela ante gobiernos fuertes. Así está el movimiento.

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