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Un presidente para Vaca Muerta

23 octubre de 2013

La liberación de la riqueza energética del yacimiento será un cimbronazo político

Uno de los datos sobresalientes de la campaña son las contradicciones del espacio UNEN, una de las pistas de prueba del frentismo noperonista nacional hacia 2015, respecto del proyecto Vaca Muerta.

Pino Solanas, primer candidato a senador, está totalmente en contra de cualquier tipo de explotación: promete llevar al Congreso un proyecto de ley que prohíba el fracking en todo el territorio nacional, “romper en pedacitos el acuerdo entre YPF y Chevron” y, de paso, también una ley que prohíba la minería en cielo abierto. En cambio, Martín Lousteau, segundo candidato a diputado nacional por la misma fuerza, dijo días atrás en un debate en “A Dos Voces” que Vaca Muerta es “una bendición enorme que le ha dado la naturaleza a la Argentina” y que la región debe ser explorada “de una forma seria y compatible con la República” . Mientras tanto, la primera candidata a diputada nacional Elisa Carrió y Alfonso Prat-Gay, ex precandidato a senador por la misma fuerza, que perdió contra Pino, y actual coordinador de la campaña del frente, no se declararon en contra de la explotación de Vaca Muerta en sí misma, como Solanas, pero sí del acuerdo con Chevron. Es decir, UNEN alberga en su interior a todas las posiciones posibles sobre esta cuestión. Lo que equivale a decir que no tiene ninguna posición tomada.

No es, cabe aclarar, un tema menor. Se trata de uno de los temas centrales del futuro argentino. Vaca Muerta podría equivaler a varias revoluciones de la soja para nuestro país. Su explotación no va a ser inmediata, pero podría ser una realidad para el próximo período presidencial. No casualmente, la Argentina tiene hoy tantos candidatos presidenciales. Incluidos algunos que, como Sergio Massa, están acelerando sus tiempos históricos.

Para tener una dimensión del significado de Vaca Muerta, basta con el siguiente dato. El discutido acuerdo entre YPF y Chevron, la empresa que trae inversión directa por US$ 1.200 millones, tecnología y capital humano para una modalidad de exploración de petróleo y gas no utilizada en la Argentina, es para una prueba piloto en una superficie de aproximadamente 20 kilómetros cuadrados. Es decir, una pequeña fracción de sólo uno de los 75 lotes de alrededor de 200 kilómetros cuadrados cada uno, que posee YPF en esa región “bendecida por la naturaleza” .

YPF cuenta con 12.000 kilómetros cuadrados y Vaca Muerta, en total, con 30.000. Se trata de una de las áreas de recursos no convencionales más grandes del mundo, que pueden convertir a la Argentina en una potencia energética. Oficialmente, el potencial de Vaca Muerta fue descubierto en 2010. Y no faltan quienes sostienen que la decisión de expropiar YPF se tomó después de leer un informe técnico sobre el mismo. Pero los viejos petroleros dicen que desde hace 40 o 50 años se sabe lo que hay debajo de esos 2.000 metros de roca, y que lo único nuevo es la tecnología para la explotación.

La fracturación hidráulica o fracking ?se acaba de estrenar una película de Pino Solanas al respecto- es un método para extraer hidrocarburos ubicados a gran profundidad, y que para ascender a la superficie requiere fracturar las formaciones rocosas en las que se encuentran (shale), valiéndose de la inyección de grandes cantidades de agua y arena, creando reservorios artificiales para su extracción. Es un procedimiento que exige grandes inversiones, porque se deben hacer varias perforaciones simultáneas. La revolución del shale está cambiando la ecuación energética en Estados Unidos y Canadá.

La Argentina, dice Miguel Galuccio y los geocientistas que estudiaron Vaca Muerta, puede ser el territorio de la próxima revolución hidrocarburífera. Vamos a ser exportadores.

Los ecologistas están en contra del fracking pero los políticos, en general, están encolumnados detrás de este proceso. En el noperonismo están los escépticos de UNEN, pero también los entusiastas radicales Julio Cobos y Ernesto Sanz, que son mendocinos y, por ende, petroleros de alma. Y en el peronismo, en todas sus variantes, no hay vacilaciones. Casi nadie cree, en la industria petrolera, que un futuro gobierno peronista no será un buen aliado de lo que viene. Todo indica que en pocos años esto será una realidad. Hay inversores haciendo cola para entrar. Y si todo evoluciona de acuerdo al escenario previsto, la política sufrirá un cimbronazo transformador.

Las expansiones petroleras son, para los entramados políticos de un país, lo que los seis aciertos del Quini para una familia: gran oportunidad y no pocos riesgos. Mientras tanto, Vaca Muerta quiere un presidente que garantice largos períodos de estabilidad, en alianza con gobiernos provinciales del mismo tenor.

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