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Kirchnerismo en stand by

26 mayo de 2014

(Columna de Luis Tonelli, director de la carrera de Ciencia Política de la FSOC-UBA)

El Gobierno dejó atrás su estrategia ofensiva por otra de carácter defensivo para transitar el próximo año y medio sin sobresaltos

Ya nadie espera nada del kirchnerismo. Ni sus detractores ni sus partidarios. Sólo que este tiempo antes de las elecciones transcurra lo más apaciblemente posible. Sin corridas cambiarias, sin una recesión profunda, sin saqueos, sin una escalada en la inseguridad. Hoy, la agenda para el kirchnerismo es, de este modo, defensiva antes que propositiva. La iniciativa consiste en entrar en clinch con la realidad antes que atropellarla, la que fue fórmula de su éxito durante una década.

Actitud pasiva del kirchnerismo frente a la dolorosa conprobación de no tener candidato propio, ya que la única garante de la continuidad en el poder sólo puede ser la mismísima Cristina Fernández. No es posible que se confíe siquiera en un fiel y leal Maduro vernáculo ya que, siendo heredero, significaría la señal de abdicación de la Reina. La otra posibilidad de la Presidenta sería tratar de imponer un testaferro por cuatro años, controlado por el “círculo K” . Pero lo que funciona en economía no siempre funciona en política.

La historia argentina brinda evidencia en negativo ya desde el primer turno de recambio constitucional. Terminando su período presidencial, Justo José de Urquiza comenzó a dar señales de que quería reformar la Constitución para lograr su reelección. Juan Bautista Alberdi, su asesor, desde París le escribe al Presidente, en memorable carta privada, que “rinda homenaje a su Constitución” y que en vez de reformarla elija a un hombre de su “más absoluta confianza” para después “con la excusa de incorporar a Buenos Aires -que se encontraba fuera de la confederación- reformarla y quedarse en el poder por doce años más”.

Urquiza le hizo caso a ese Durán Barba del Siglo XIX y eligió a Santiago Derqui como su candidato (quien se había pasado toda la Convención Constituyente durmiendo). Pero resulta que una vez en el poder, el flamante Presidente entró en componendas con el archienemigo de Urquiza, Bartolomé Mitre, y comenzó a intervenir las provincias dominadas por el Partido Federal del entrerriano. Urquiza entonces, en comando del ejército de la Confederación, avanzó hacia Buenos Aires y, en Pavón, su legendaria caballería abandonó inexplicablemente el campo de batalla para guarecerse con su hombre fuerte en Entre Ríos. Ante la derrota, Derqui tuvo que renunciar, y Mitre llegó así a la presidencia.

LOS CAMINOS DE CFK

De todos modos, hoy Cristina Fernández no tiene el poder de su “sabio dedo” para imponer a su delfín, pero la moraleja del testaferro imposible la ha prevenido de preparar su Dilma/ Dilmo, como sí hizo Lula. Pero claro, allí está el PT organizado, y aquí la dirección ultrapersonalizada y ultraverticalista sobre un peronismo tan amplio como amebístico. Entonces, se puede asumir como hipótesis de trabajo plausible que la Presidenta no quiere regalar el poder; que, a lo sumo, lo quiere prestar, del modo que procedió Michelle Bachelet. Por supuesto, que allí hay en el medio mil imponderables (preguntar por Carlos Menem, que pretendió lo mismo).

Pero como Kafka en su cuento “Ante la Ley” lo aconseja, siempre es mejor dejar a las contingencias que le cierren a uno la puerta, antes que cerrarla de antemano, cuando podría quedar abierta. Uno puede intuir así que el escenario más preferido por la Presidenta puede ser que gane cualquier candidato no peronista (Mauricio Macri, Hernes Binner, Ernesto Sanz, Julio Cobos), así reserva para sí el peronismo, del mismo modo que en su momento Menem le jugó en contra a Eduardo Duhalde y colaboró para que la Alianza llegara al poder.

Claro que la situación es hoy muy diferente. En primer lugar, porque en 1999 desfavorecer al candidato presidencial significaba el triunfo del no peronismo, y ahora con ese voto dividido entre el PRO y el FAUnen, esto no se va a dar automáticamente. En segundo lugar, porque difícilmente Cristina Fernández hoy tenga el poder de “deseleccionar” al candidato peronista. Los gobernadores apuestan a la continuidad y dejarlos en libertad significaría también afectar a la gobernabilidad del sistema mismo. Y en tercer lugar porque no queda claro por que la Presidenta preferiría a Sergio Massa antes que a Daniel Scioli. Scioli da muchas más garantías de “no apropiarse” del PJ, tal como no se apropió de los intendentes bonaerenses. Massa, pese a toda la “nueva política” que sobreactúa, tiene más de dirigente tradicional territorial del PJ que el etéreo gobernador de Buenos Aires, que en ocho años en la provincia hizo que el “sciolismo” no fuera más que una combinación de agencia de empleo y agencia de publicidad.

Cada uno ya atiende su juego: Scioli, quedar como el candidato default del peronismo oficialista, atraer a muchos minicandidatos a su PASO y gatillarlos todos juntos para después, en la primera vuelta, ir por los votos de los independientes. Massa, como buen “9 de área” que es, deberá seguir metiendo goles para apropiarse de votos peronistas como no peronistas, y superar con su atractivo personal no tener una PASO competitiva ?aunque José de la Sota amaga con ser su partenaire por estas horas-.

Macri, Binner, Sanz, Cobos y Carrió pugnan por construir un “cortafuego” entre Massa y el voto no peronista, pero también compiten el PRO contra el FAUnen, y todos y cada uno contra todos y cada uno, tal como ya es tradición.

¿Y LA PROVINCIA?

Así como están las cosas, y sin una definición clara a favor de ninguno, uno podría suponer que las fuerzas políticas deberían alistar sus cañones apuntando al distrito que al tener el 40% de los votos, es como lo bautizo Carlos Kunkel, “la madre de todas las batallas”. Pero no, la provincia de Buenos Aires carece hoy de candidatos de fuste. Es que la Constitución de 1994 nos ha legado allí otra paradoja: si uno mide en la provincia, entonces con ese caudal de votos está para ser candidato presidencial.

En cambio, hoy aparecen candidatos que dicen ser presidenciables (Florencio Randazzo, Julián Domínguez, etcétera), pero que podrían, en realidad, buscar el “premio consuelo” de la gobernación provincial. Por otra parte, quedan con ganas de ser gobernadores, exintendentes como el novio de Jessica Cirio, Martín Insaurralde por el FpV; Darío Giustozzi por el FR; neuro radicales como el doctor Facundo Manes y clásicos como Felipe Solá, esta vez también por el FR. Se ha bajado Elisa Carrió como candidata a la gobernación para subirse nuevamente a la presidencial, y el ex ARBA y hoy presidente del Grupo Provincia, Santiago Montoya, quiere ser candidato a la provincia (teniéndose fe en replicar su éxito contra la evasión ahora, nada menos, que contra la inseguridad).

Pero, obviamente, será solo después del Mundial que la grilla de candidatos a la gobernación de Buenos Aires comience a perfilarse en su fisonomía final.

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