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El tiempo define la competitividad

18 agosto de 2014

Hay candidatos que deben tener un discurso para ganar las primarias y otro para competir con éxito en las elecciones generales. Un repaso por la situación de Massa, Scioli, Macri y Randazzo.

Hace décadas que los académicos norteamericanos advertían que hay ciertas épocas más ideologizadas, con“hipótesis ambiente” fuertes, que tienen relación con ciertos contextos y sus protagonistas. Estas ideas se expandieron en las investigaciones y en los libros, pero en la opinión pública empezaron a hacerse presente con rótulos sintetizados básicamente en la expresión polarización. Estos contextos determinan que el uso ideológico de los electores para decidir su posición se haga más frecuente. Son contextos en los cuales se abren fuertes discusiones y pláticas públicas que producen divisiones sociales profundas.

Este fue el proceso binario que se vivió ?y se vive? en Argentina respecto de los temas de la agenda pública durante más de una década. Y no es que antes no existiera, sino que pudo darse en este período porque el oficialismo tuvo ?aunque con altibajos? un liderazgo predominante, rector y organizador ante la ausencia de un sistema estable de partidos. En sistemas políticos en los que los partidos no gozan de estabilidad, cuando se atomizan, y cuando no hay liderazgos rectores, se pierde la capacidad de agenda y, por ende, la discusión no se polariza, sino que se disgrega.

Hoy la ausencia de un sistema ordenado de partidos persiste, pero en el futuro electoral próximo, no se percibe un liderazgo ordenador o rector a futuro (como variable independiente) que reemplace al que representó Nestor Kirchner y Cristina Fernández (que todavía representa parcialmente). Por ende, en términos de estrategia, lo que hay es más candidatos (incluyendo los del propio oficialismo donde se encuentra la mayor dispersión de oferta).

No hay entonces menos polarización, sino más candidatos con nichos electorales discretos de uno u otro lado que pujan por ocupar su espacio y obtener visibilidad. De hecho, algunos discursos son tan radicales como en época de máxima confrontación (como el proceso de la denominada “Resolución 125” o de cara al “7D” del pasado año), pero con menos eco en el periodismo porque la dispersión es alta, tanto como la especulación en torno a los efectos electorales de uno u otro tipo de discurso. Sin embargo, hay una serie de elementos que atraviesan a la mayoría de candidatos y que pueden representar una mínima merma de la intensidad de la confrontación retórica doméstica.

1. Independientemente del nivel de aprobación de CFK y del Gobierno, mayormente la población pide un gobierno que mantenga lo hecho pero con cambios (frente a mantener todo tal cual está o cambiar todo lo hecho). Este Gobierno no tiene términos medios en sus políticas públicas más visibles. O son fuertemente apoyadas o bien tienen críticas desde todos los sectores. Por ende, todos (aún los candidatos oficialistas) van a diferenciarse parcialmente de algunas políticas y a apoyar fuertemente otras. Quienes apoyen todo o quienes rechacen todo serán parte de un nicho interno con mínimas posibilidades en una general, y nulas en un balotaje. Claro que este análisis seguirá muy pendiente de lo que suceda en torno al desempeño económico, sin lugar a dudas el primer elemento que modificará la percepción general si se produjera un deterioro mayor que el actual en muchas de sus variables.

2. La aparición de hechos de corte nacionalista y de ampliación de la lógica de inclusión que generan enemigos externos y diluyen las diferencias locales, incluyendo muchas ?no todas- las partidarias (YPF frente a la gestión española, el pago a bonistas frente a los fondos buitres) e incluso hasta de hechos de unidad nacional extrapolítica, como el desempeño de la selección frente a sus rivales extranjeros por caso, más la reciente aparición del nieto de Estela de Carlotto suman o agregan mayores niveles de consenso en torno a grandes temas.

3. Sin embargo, todos especulan bajo un dilema a la uruguaya: ¿cómo privilegiar mi discurso para la elección general pero antes ganar en las PASO? Y encima se agrega un tercer elemento al dilema, porque también debo pensar en un escenario de balotaje, hoy muy probable. Esta novedad de estrenar balotaje, competencia verdadera y real a escala presidencial en primaria, hace bajar la confrontación en los que tienen más apoyo (hoy cuatro: dos opositores y dos oficialistas) hasta que se definan precandidatos y sus correspondientes estrategias. Lo más probable es que también descienda la oferta de candidatos.

4. Muchos de los partidos (a diferencia del 2011) especulan con alianzas internas y externas, por lo que hay cierta mesura ideológica hasta que no se determinen las respectivas integraciones interpartidarias para no excluir ningún votante afín a futuro.

5. Y como si fuera poco, los posicionamientos tempranos (que van constituyendo ?apenas- esbozos de tendencia) están marcados por el tiempo. El tiempo no está mostrando su mejor rostro para dos candidatos, como claramente está favoreciendo a otros dos.

Sergio Massa ha adquirido una importante negatividad. Su poder expansivo hacia otros espacios ha mermado (con la excepción de la provincia de Buenos Aires). Ha perdido espectacularidad, está amesetado y levemente a la baja en la opinión pública. Afuera de la gestión, a Massa le servía mucho más su desconocimiento y la incógnita que el conocimiento más concreto, aguijoneado desde el oficialismo como opositor, y desde los otros sectores por su pasado K, no está cómodo en el posicionamiento electoral. Pero es sólo la foto de un mes, esto puede cambiar.

Daniel Scioli lanza y relanza su gestión, planea actos constantes y su buena imagen nunca varía. Lo que suele variar son las aprobaciones de gestión: mientras más pasa el tiempo, es sólo su imagen personal la que sostiene su nivel de instalación preelectoral, bien amesetada al igual que su intención de voto. También daría la sensación que electoralizar su perfil sea el modo de achicar tiempo para la gestión. En este caso, es el candidato de mayor solidez en su posicionamiento si se lo mide en términos de instalación pasada. No es dable esperar cambios bruscos, ni ascendentes ni descendentes.

Diferente es la situación de Mauricio Macri y Florencio Randazzo, a quienes más tiempo y más gestión parece venirles al dedillo. Mauricio Macri ha crecido en su valoración de gestión en CABA y mejorado su imagen e intención de voto en gran parte del país. Ya no está rezagado respecto de los dos primeros candidatos, y además cuenta con la carta de Unen. ¿Será fácil esa alianza? No, porque de antemano duplica y en algunos escenario triplica el mejor segundo de aquella alianza. Demasiado evidente el triunfo en este escenario para que Unen ceda todo su caudal electoral a este nuevo líder, y ni hablar de las discordancias o fracturas ideológicas.

Algo similar viene sucediendo con Florencio Randazzo quien todo lo que achica de desconocimiento suma directamente en imagen positiva. El ministro no habla de otros temas que no sean de gestión y precisamente esos hitos son los que han hecho un click en su imagen y en un ascenso de intención de voto que lo aproxima a un empate con Scioli, especialmente si se achica la oferta electoral superpoblada del oficialismo. A ello hay que agregarle que, si se reemplaza a Scioli por él en un hipotético escenario de primera vuelta, prácticamente no hay fuga de voto y ambos están logrando valores muy parecidos.

Por lo tanto, el 2014 es una etapa de precampaña, de conocimiento y selección de contrincantes, de especulación extrema sobre el posicionamiento respecto a las grandes políticas nacionales y de evitar estigmatizaciones masivas que luego no tengan reverso, especialmente en grandes causas nacionales. Muchas de las proposiciones o posturas es dable esperar que se ubiquen en lo que se denomina “valencia” , que son fines deseables que muchos partidos suelen reivindicar como propios y que no encajan fácilmente en la distinción derecha o izquierda.

Un ejemplo de ello pueden ser los asuntos relacionados a corrupción, reducción de la pobreza, estabilidad política, entre muchos otros. Se trata de un posicionamiento sobre un asunto de gran aceptación pública, que es en sí mismo un fin u objetivo destacado, y, como tales, carecen de pros y contras por cuanto la aceptación es prácticamente un acuerdo previo y son solamente posturas. Suelen tener un efecto de relativa banalización, por la laxitud de lo expresado en términos de contenidos, con definiciones absolutamente abstractas que no tienen un correlato exacto en políticas públicas concretas.

Quiero decir con esto que el 2014 será un calentamiento muy diferente a las estrategias que se vivirán en el 2015, seguramente más intensas, tanto en las PASO, como en las generales.

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