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Desigualdad: un balance de la década (o los lustros) kirchneristas

23 octubre de 2014

(Reseña de Facundo Matos)

Kessler analiza la evolución de la desigualdad desde un enfoque multidimensional

Llega el momento al término de todo proceso político en el que se deben sacar conclusiones. Poner blanco sobre negro, sumar, restar y ver qué quedará en la columna del debe y qué en la del haber. Tras más de diez años de kirchnerismo en el poder, uno de los aspectos que merece ser evaluado es si existió un avance o un retroceso en términos de equidad. ¿Cómo varió en la última década la distribución de ingresos, la repartición de recursos y la desigualdad en un sentido más amplio?

En el exterior, la pregunta por la desigualdad también volvió a instalarse en el discurso público con movimientos como Ocuppy Wall Street en Estados Unidos y las primaveras revolucionarias en el mundo árabe. El libro El capital en el Siglo XXI, del francés Thomas Picketty, sacudió el mundo de los economistas al mostrar que la brecha entre ricos y pobres, lejos de achicarse, se expande cada vez más y se aproxima a niveles del siglo pasado.

En la Argentina de 2003-2013 (período que selecciona el autor), el mejor análisis suponía observar el desarrollo de más de una única variable y estar preparado para llegar a conclusiones cruzadas. Ese, precisamente, es el mayor logro de Controversias sobre la desigualdad (FCE, 2014), donde Gabriel Kessler trata la cuestión de la desigualdad desde una perspectiva multifacética que le permite indagar tanto lo que pasó en torno a la distribución del ingreso y al mundo del trabajo, como las tendencias registradas en educación, salud, vivienda y delitos.

Sociólogo de profesión e investigador del Conicet, Kessler se sustenta mediante de las 380 páginas de su libro en una amplísima cantidad de datos y trabajos previos, y demuestra una estricta rigurosidad en el manejo de los indicadores, a los cuales acude para exponer las distintas posiciones en torno a los temas que problematiza.

En primer lugar, se introduce en el estudio de la distribución de ingresos y la cuestión laboral. Aunque el asunto no está exento de discusiones, remarca que existe un amplio consenso respecto a la evolución positiva del poder adquisitivo de los salarios, la disminución de la desocupación, la caída de los niveles de pobreza e indigencia y la reducción de la brecha entre los de mayores y menores ingresos. Sin embargo, también hace referencia a las evidencias que muestran un amesetamiento (o incluso el decrecimiento, según algunos trabajos) de esos indicadores a partir de 2007, en sintonía con el surgimiento del problema inflacionario y la intervención del Indec, que destruyó la credibilidad de las estadísticas oficiales. La persistencia de extensos polos de marginalidad, así como la estructura tributaria no del todo progresiva (por no decir regresiva) también reciben su espacio en este tramo del libro, donde el cálculo final parece dar positivo, en tanto los números mostrarían una reducción de la desigualdad a niveles de mediados de los noventa. Esto permitiría pensar que no solo se recuperó lo deteriorado con la crisis de 2001, sino que se rompió con la tendencia negativa registrada durante la convertibilidad. En algunos casos, dice el autor, es muy temprano para determinar si se quebró el derrotero escalonado de las últimas décadas o simplemente se le puso una pausa temporaria.

El análisis, sin embargo, no termina en la cuestión económica. El autor aborda también otros aspectos inherentes a la desigualdad como la inequidad en el acceso a la educación, la salud y las viviendas, para lo cual el autor apela a una mayor escala de grises. Destaca logros como la ampliación de las distintas coberturas (santiaria, sindical, jubilatoria y de planes sociales como la AUH), pero remarca que aún persisten grandes diferencias entre las provincias y una importante relegación de los grupos sociales más marginados en relación a los incluidos en la economía formal, al tiempo que denota que la inversión récord en educación (del 6% del PIB desde 2010) no se ha traducido en mejoras cualitativas en torno al aprendizaje.

Lejos de quitarle crédito, el reconocimiento y la problematización acerca de la complejidad de alcanzar una conceptualización unilateral del término desigualdad, le añaden un valor especial al libro. En su obra, Kessler logra una mirada por demás abarcativa del concepto que le permite también explicar cómo cada una de las facetas de la inequidad tiene su propia dinámica y temporalidad, y cómo pese a la reactivación económica pueden convivir la disminución de algunas desigualdades y la persistencia ?o el incremento? de otras. O más interesante aún, cómo la propia reactivación de la economía pudo haber sido una de las causas de la ampliación de ciertas problemáticas, como el crecimiento de villas y asentamientos, el encarecimiento de tierras y viviendas o las diferencias entre los núcleos aún persistentes de marginalidad y los trabajadores formales que se vieron inmersos en el crecimiento económico poscrisis.

Haciendo uso de una escritura concisa, el libro lleva al lector por la innumerable cantidad de trabajos relevados por el autor y lo sumerge en un mar de grises del que es imposible salir con menos conocimientos que al comenzar con la lectura. Por ese valor que surge de los matices es que sintetizar el trabajo de Kessler con una conclusión tajante y marketinera sería contraproducente y, en cambio, lo único que queda por decir es que quedan los lectores invitados a leerlo.

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