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1950: Cuando la CGT se hizo peronista

06 abril de 2015

(Columna de Fabián Bosoer y Santiago Senén González)

Hace 65 años, la central obrera se convertía en “la tercera rama del movimiento”, y echaba a los comunistas.

Hubo varios Congresos en la historia de la Confederación General del Trabajo (CGT), que marcaron hitos a lo largo de sus 85 años de existencia; antes, durante y después de la llegada del peronismo al gobierno en 1946. Pero el de 1950 fue uno de los más trascendentales por las decisiones políticas que allí se adoptaron: la integración orgánica al movimiento peronista como tercera rama, la expulsión de los comunistas y la incorporación de facultades de intervención sobre el conjunto de las entidades gremiales de trabajadores legítimamente constituidas.

Hasta ese entonces, la CGT había mantenido una relativa autonomía respecto del Estado y del gobierno, pese a su adhesión temprana al peronismo. A partir de febrero de 1946, dirigentes y militantes sindicales pasaron a ocupar importantes funciones públicas. Entre otros Angel Borlenghi, como ministro del Interior, José María Freire se hace cargo de Trabajo y Previsión; Juan Atilio Bramuglia ?abogado de la Unión Ferroviaria? es nombrado ministro de Relaciones Exteriores. En 1947, el secretario de la CGT y líder del partido Laborista, Luis Gay era desplazado, acusado de conspiración contra el Gobierno, y asumía Aurelio Hernández, quien a su vez sería reemplazado a los pocos meses por José Espejo, allegado a Eva Perón. A partir de este momento la CGT será confesionalmente peronista: “...los sindicatos son de Perón”.

La tarea del secretariado encabezado por Espejo, titular de la CGT desde 1947 a 1952) había dado sus frutos: la central sindical contaba con 707 organizaciones adheridas, 92 delegaciones regionales y 167 organizaciones con representación en el Comité Central Confederal. La CGT declaró (exageradamente) contar con 5.000.000 de afiliados, cifra cercana a la totalidad de los trabajadores argentinos de esa época. La cifra era, en realidad, 1.992.404 afiliados. Desde la sanción de la Constitución de 1949, la Secretaría de Trabajo y Previsión había adquirido el carácter de Ministerio y su contacto con la conducción de la CGT era permanente, no sólo a través de su titular sino de la esposa del Primer Mandatario, que tenía instalado su despacho en su sede o sea el ex Concejo Deliberante.

Entre el 17 y el 19 de abril de 1950, la CGT convoca a un congreso nacional extraordinario en el cual se hace explícita la “peronización” del movimiento obrero organizado. Participan allí dirigentes que tendrán protagonismo en años posteriores, como José Alonso, Andrés Framini y Fernando Donaires, entre otros. El ministro de Trabajo y Previsión, Freire, habla en la ocasión como “simple y modesto soldado peronista” y expresa su satisfacción por la adhesión de los participantes a la obra del gobierno, asegurando que “ahora nosotros ya no utilizamos más pantalones cortos, ya usamos los largos en el movimiento obrero argentino. Quiero decir que asumimos nuevas y superiores responsabilidades”.

Se aprobaron cinco resoluciones. La primera de apoyo al general Juan D. Perón y a la reelección presidencial “para asegurar la prosecución de su obra histórica a favor del país y de su masa laboriosa”; la segunda de apoyo a Eva Perón “como expresión de gratitud por su obra incomparable”; la tercera de apoyo al gobernador de la provincia de Buenos Aires, coronel Domingo A. Mercante “en reconocimiento de su constante e inclaudicable gestión a favor de los derechos de la masa laboriosa”; la cuarta, y considerando que “corresponde a los trabajadores la gloriosa función de constituirse en voceros y abanderados de la obra y de la doctrina del general Perón”, que sean los mismos “Misioneros de Perón”; y la quinta, considerando que “las fuerzas comunistas se mueven a impulsos de ideologías extrañas, obedeciendo instrucciones que se les imparten desde naciones extranjeras”, contemplaba la eliminación “en los puestos de dirección” de elementos comunistas y perturbadores”.

El preámbulo del nuevo estatuto expresa que “? la clase trabajadora argentina ha luchado, durante décadas, desde su organización sindical, para alcanzar su enaltecimiento integral, mediante la conquista de los derechos que le aseguren una existencia superior en el orden material y espiritual, aboliendo los privilegios sociales, que son causa de explotación y miseria y fuentes de conflictos, de odios e inseguridades? que el proceso de realizaciones hacia la gradual socialización de los medios de producción y de cambio impone al proletariado el deber de participar y gravitar en el terreno sindical para afianzar las conquistas de la Revolución Peronista y consolidarlas en el presente y ensancharlas en el futuro?”.

También se mencionan “?los derechos de la ancianidad, proclamados a inspiración de la señora María Eva Duarte de Perón”. La clausura del Congreso se llevó a cabo en la tarde del mismo día 19 en el Teatro Colón, donde hicieron uso de la palabra David Diskin, José Espejo, el coronel Domingo Mercante, Eva Perón y el general Perón. En su discurso, Perón se refiere a la identificación entre justicialismo y sindicalismo: “¿Cómo concibe el peronismo al sindicalismo?, se preguntaba. Lo concibe como una organización que trabaja por finalidades comunes a las del gobierno, porque nuestro gobierno justicialista no acepta los abusos y los privilegios del capitalismo ni acepta la tiranía de la clase trabajadora impuesta por el Estado del régimen comunista (?) Lo que hay que establecer, camaradas, es la verdad absoluta en la defensa de los mutuos intereses del régimen y del sindicalismo. El verdadero justicialismo sin el apoyo sindical estaría en peligro; pero no estaría en menos peligro el sindicalismo sin el apoyo del régimen justicialista”.

A partir de entonces, los secretariados generales de la CGT y la conformación de sus consejos directivos serán sostenidamente “monocolor”. Salvo algunas excepciones, proclamarán siempre su adhesión incondicional al justicialismo, lo que no atenuará, sin embargo, las fuertes disputas internas, convertidas en más de una ocasión en luchas de vida o muerte.

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