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El incómodo enigma Del Sel

MIGUEL-DEL-SEL
MIGUEL-DEL-SEL
10 abril de 2015

(Columna de Néstor Leone)

Luego de dos buenas elecciones, el humorista va otra vez por la gobernación. Hasta dónde puede llegar. Incorrección, levedad y antipolítica.

En el traqueteo de campaña, cotidiano e intenso, se muestra como pez en el agua. Deja caer grajeas de un humor desprovisto de sutilezas, su sello distintivo; se entremezcla fácilmente en abrazos y busca rápida empatía sin perder su ropaje de celebrity. O, más precisamente, haciendo usufructo de ello, de su condición de producto de consumo extendido en el mercado del entretenimiento. Candidato en busca de adhesiones, en definitiva, le cuesta menos que a otros impostar la naturalidad del contacto interpersonal, amuchado. Y no necesita instalar su imagen, ni darse a conocer. Miguel Torres del Sel es sobradamente conocido en los públicos más diversos y pudo, con suerte promisoria, hacerse un lugar en la política santafesina, aunque reniegue de ella, entre dirigentes profesionalizados y partidos tradicionales.

Lo novedoso, ahora, es que Del Sel encara ese traqueteo de campaña, ya no como sorpresa, como hecho anecdótico, hasta risueño, sino que lo hace con chances ciertas de disputar la gobernación de la tercera provincia del país. Cierto favoritismo, que no tuvo en su intento anterior, a pesar de que arañara el primer lugar, lo coloca en el centro de las miradas. Y genera dosis parejas de expectativas, extrañeza y escozor. Su impronta políticamente incorrecta, muchas veces trascendiendo las fronteras del buen gusto, ya forma parte de su estilo, morigerado en algunos casos por sus asesores de imagen y explotado en otros. Lo mismo que su discurso antipolítico, aquel que concibe lo suyo como una repulsa necesaria ante una actividad, la política, ajena, artificial y hasta perniciosa.

La incógnita respecto de qué tipo de gestión sería la suya, cierta incompetencia ya demostrada sobre básicos saberes políticos y su propensión a esquivar algunas preguntas y, a su vez, a responder “a boca de jarro” sobre cualquier cuestión, para sobreactuar autenticidad, conforman otras aristas del personaje, bien ponderado por la mayoría de las encuestas de intención de voto. Qué sucederá cuando, superadas las primarias del 19 de abril, en las cuales no enfrenta rival interno, tenga que sobrellevar lo más apremiante de la campaña aparece como interrogante a develar. Pero lo cierto es que, hasta aquí, su performance acechante desvela como una herida narcisista a la política santafesina, y aparece como riesgo cierto para un oficialismo local con desgaste en ascenso y para un justicialismo en prolongada transición.

PRIMER ACTO

La invitación concreta llegó a principios de 2011, aunque Mauricio Macri lo cortejara desde mucho antes, incluso desde los inicios mismos del PRO. Buena relación personal, sintonía en diversos temas. Además, al partido gobernante en la ciudad de Buenos Aires le costaba superar los límites de la General Paz y pretendía sustituir con figuras de alto nivel de exposición esos déficit de construcción territorial. Por eso la decisión de aceptar la candidatura a gobernador de Santa Fe no sorprendió mucho. Lo que sí sorprendió a extraños, pero también a propios, fue la excelente cosecha de votos que Del Sel obtuvo sin tanto recorrido político ni training de campaña: más de seiscientos mil votos, 35.17 por ciento del electorado, propinándole un susto mayúsculo a Antonio Bonfatti, el candidato del oficialista Frente Cívico y Social, que lo venciera por apenas 50 mil, y dejando muy lejos a Agustín Rossi, el postulante del Frente para la Victoria.

El factor “castigo” estuvo en buena parte de las interpretaciones. Y la fuga hacia su redil de votantes tradicionales del justicialismo (más la venia, implícita, de alguno de sus dirigentes) le dio cuerpo a la sorpresa. Entonces, se decía que Del Sel no persistiría en el intento o que lo suyo era un arrebato aislado. Pero no. El ex Midachi volvió al ruedo en las legislativas de 2013 y, pese a una performance menor (obtuvo un, nada desdeñable, 27 por ciento), le hizo frente a una campaña con dos ex gobernadores como contrincantes, Hermes Binner y Jorge Obeid, y repitió el segundo puesto. Lo que resultó mucho más olvidable fue su desempeño como diputado nacional, el fruto de ese esfuerzo. La pronta renuncia fue el esperado epílogo, entre el aburrimiento que adujo que le provocaba de a ratos la tarea y las dificultades para entender la mecánica misma de la tarea legislativa.

INTERVALO

Ahora va de nuevo. Pertrechado de mayor experiencia y de un partido que ha logrado crecer en varios rincones de la provincia. A eso hay que agregarle el acuerdo que lograra con UPCN, el sindicato de empleados estatales, crucial para garantizar algo más de presencia militante y fiscalización durante los comicios. Y, por supuesto, la decisión de Carlos Reutemann, el hombre fuerte del PJ santafesino durante las últimas dos décadas, de promocionar abiertamente la candidatura de Macri y, por consiguiente, apreciar la suya. El compromiso entre la UCR nacional y el PRO para participar en unas primarias compartidas para las presidenciales, a su vez, puso en disonancia a las huestes radicales, que tienen en Mario Barletta a su candidato en las primeras del Frente Progresista. La elección del radical Jorge Boasso como compañero de fórmula y la opción de algunos radicales disconformes con el Frente de ir bajo el sello PRO en pueblos y pequeñas ciudades muestra esos matices entre correligionarios. Tanto como las dudas que existen entre muchos compañeros peronistas (reutemistas y exreutemistas, sobre todo) pone en alerta a Omar Perotti, el dirigente con el desafío de recuperar el piso histórico del PJ santafesino, esquivo al kirchnerismo más duro.

El contexto ciertamente complejo de una provincia con algunos bolsones territoriales atravesados por el crimen organizado, con una tasa de homicidios superior a la media nacional y una fuerza policial que parece autonomizada del poder político, por otra parte, funcionan como factor de crítica posible hacia sus rivales más directos, pero también como duda persistente respecto de las capacidades reales de Del Sel para hacerles frente si fuese gobierno. Que Del Sel se muestre con varios ex funcionarios de las gestiones reutemistas (Juan Carlos Mercier y Fernando Bondesío, por caso), por más desprestigios que éstos pudieran acumular, va en ese sentido: en el de mostrar una gobernabilidad posible. Cosa que no puede asegurar simplemente con las jóvenes promesas PRO. Y que quizá, definitivamente, no logre.

Esto último y sus habituales improperios (relacionar inapropiadamente embarazos y asignación universal por hijos, algunos comentarios sexistas) forman parte de sus agujeros negros. Esos agujeros que intentará rellenar a golpe de más traqueteo de campaña y, por supuesto, mayor levedad.

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