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¿Coalición, colusión o colisión?

08 abril de 2015

(Escrito junto a Lara Goyburu)

Gobernar con el peronismo, gobernar en coalición o no gobernar: esas son las opciones del presidente que viene. La segunda es la menos probable.

Días atrás, el estadista organizó un seminario sobre el futuro político de Argentina. Uno de los temas en debate fueron las coaliciones. Los mejores politólogos del país presentaron argumentos que nos gustaría discutir. Para eso elaboramos cinco preguntas.

¿El próximo gobierno será de coalición?

Depende. Si gana el peronismo, sea el Frente para la Victoria o el Frente Renovador, no. Más allá de las etiquetas de fantasía, los peronistas genéricos serán mayoría en ambas cámaras. Y en un plazo moderado, el presidente electo disciplinará a los legisladores necesarios para garantizar el quórum. Contará con la ayuda inestimable de 16 gobernadores, que se lo cobrarán en módicas cuotas.

Y si no gana el peronismo, no importa. El partido del General mantendrá el control del Senado y la primera minoría en Diputados, así que una coalición no peronista será siempre minoritaria. Y por lo tanto, insuficiente. El presidente, arregle o no con otros partidos, deberá negociar con facciones del peronismo para sacar las leyes. La Banelco, y no el reparto de ministros, definirá la estabilidad y los resultados del gobierno.

¿Es lo mismo una alianza electoral que una coalición de gobierno?

No.

El politólogo uruguayo Daniel Chasquetti argumentó que “una alianza electoral puede ser un buen instrumento para ganar elecciones pero nada asegura que llegue a ser un buen instrumento para ejercer el gobierno”. En regímenes parlamentarios, los gobiernos necesitan apoyo electoral para llegar y apoyo parlamentario para durar. En regímenes presidencialistas sólo necesitan apoyo electoral: la duración está preestablecida por la Constitución. El presidente tiene libertad y recursos para seducir, comprar o carpetear a los legisladores que necesite, y si pierde una votación no pierde el poder. En Argentina los votos expiran en el momento del escrutinio y las coaliciones, si hace falta, se arman después. ¿O los electores de Menem y De la Rúa votaron a Cavallo?

¿El próximo gobierno, si es de coalición, será programático?

Sí, y los calefones tienen ruedas.

Es cierto que las coaliciones más estables son programáticas, como afirmó Martín D'Alessandro. También lo es que reducen los costos de transacción en la toma de decisiones, agregó Marcelo Leiras. Pero estamos hablando de Argentina, donde ni los partidos tienen programas. Menem no prometió la convertibilidad. Los Kirchner no propusieron la AUH, la estatización de las jubilaciones o el matrimonio igualitario. El más programático de los gobiernos fue, justamente, uno de coalición: la Alianza. El problema es que el programa estaba equivocado.

Los giros programáticos no son exclusivos ni del presidencialismo ni de nuestro país. Felipe González hizo campaña contra la OTAN y cuando llegó al poder se dio vuelta; Helmut Kohl nunca inscribió en su plataforma la reunificación alemana. Los gobiernos son elegidos para hacerse cargo de un futuro, por definición, desconocido. Por eso la confianza en (y entre) los líderes cuenta más que mil programas. A falta de mejor opción, de plataformas están llenos los baños de Venezuela.

¿Prevalecerán los intereses nacionales sobre los locales?

¿Lo qué?

Germán Lodola afirmó que la coalición UCR-PRO-CC sería exitosa si lograra traccionar intereses nacionales por sobre intereses locales, ya que el predominio de estos últimos en el Congreso es perjudicial. Esta afirmación (aunque no el autor) olvida la estructura federal de Argentina. Ambas cámaras son elegidas sobre base provincial, y la carrera de los legisladores depende del distrito. Tal como en Brasil y Estados Unidos, donde se inventó la expresión “toda política es local”. Cierto, Suecia es más linda. Pero en territorios extensos y poblados, el federalismo consigue coordinar intereses locales y nacionales sin subordinar permanentemente los unos a los otros. Sólo liderazgos excepcionales (como Perón y Alfonsín) o con recursos extraordinarios (Menem con el endeudamiento y Kirchner con el rebote) lograron nacionalizar momentáneamente la política. Y dado que el próximo presidente no tendrá lujo de recursos, los intereses locales tendrán su revancha gane quien gane.

¿Qué diferencia hay entre el acuerdo UCR-PRO-CC y la Alianza?

Marcos Novaro fue el primero en tratar esta cuestión y sólo vamos a resaltar un punto: el apoyo legislativo. En el más idílico de los escenarios, proyectando las cuentas de Javier Zelaznik, el radicalismo tendrá 50 diputados y 14 senadores, y el PRO 40 diputados y 6 senadores. Gobernar en esas condiciones, frente a facciones peronistas en celo para ver quién desangra más al gobierno, es algo que sólo se le ocurriría a De la Rúa.

Aunque suene increíble, la Alianza ofreció mejores credenciales de gobernabilidad. Si la previsión es ganar, el acuerdo de hoy debería denominarse Agarrate Catalina.

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