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Aislados del mundo

23 abril de 2015

Para algunos, la globalización ya fue. Prefieren alejarse de un mundo que se les cae encima.

El vicepresidente fue acusado de blanqueamiento de capitales y corrupción.

Un alto dirigente oficialista fue preso por sobornos.

El Parlamento aprobó normas que ignoran las leyes de la economía.

Los países vecinos combinan alarma con desdén por la vocación aislacionista del país.

Y la polarización torna inviable cualquier acuerdo entre gobierno y oposición.

La situación es insostenible. La grieta se amplía. El diálogo y el consenso se tornan imperativos. Hace falta un cambio.

Un cambio de clichés.

Quien fuera vicepresidente del gobierno español de José María Aznar, Rodrigo Rato, fue preso por lavado.

El tesorero del Partido de los Trabajadores brasileño, João Vaccari, fue arrestado por corrupción.

El gobierno de Angela Merkel aprobó una ley que prohíbe el déficit fiscal para siempre. Dicen que su próximo proyecto buscará abolir la gravedad.

El aislacionismo británico está dejando al país al borde del abandono de la Unión Europea, un proyecto que fue iniciado por el mismísimo Winston Churchill.

La polarización en Estados Unidos ha impedido que el Senado apruebe tratados internacionales firmados por Obama. Una consecuenciaes que China, ante el congelamiento de las cuotas de participación en el Banco Mundial, decidió crear sus propios bancos de desarrollo con socios de todo el mundo ?pero excluyendo a Estados Unidos?.

Y sin embargo, los argentinos bienpensantes piensan que es su país el que se cayó del mundo.

La evidencia los desmiente.

El año pasado, el Instituto de Investigación para la Paz de Frankfurt (PRIF) publicó un estudio redactado por los principales especialistas europeos en relaciones internacionales. En él critican la impotencia del multilateralismo y proponen un mecanismo, llamado “concierto”, para que las grandes potencias administren pacíficamente los conflictos mundiales. Para ello, los autores listan un conjunto de países que cumplen al menos cinco de ocho criterios relativos a tamaño, capacidades y presencia global. Aunque Argentina, tal como Australia, Canadá y Sudáfrica, sólo satisface cuatro requisitos, se propone su inclusión en la lista de diecisiete potencias debido a su “considerable potencial”. Geopolíticamente, y a pesar de nuestros esfuerzos, todavía existimos.

El mes pasado, la Comisión Europea concluyó un informe sobre las barreras al comercio e inversión enfrentadas por la UE. En él se detallanlos principales obstáculos que enfrenta en “los seis socios estratégicos: China, India, Japón, Mercosur (Brasil/Argentina), Rusia y los Estados Unidos”, sic. Argentina es mencionada al mismo nivel que Brasil. Es cierto: quien piensa que el Mercosur sirve para algo merece ser sospechado y hasta apedreado. Sin embargo, el dato duro es que el país está en el mapa económico de la Unión Europea.

Una investigación en curso de Gino Pauselli, investigador del CARI, muestra que los viajes al exterior de los Kirchner se concentraron desproporcionadamente en América Latina. El 63% de las salidas de Néstor y el 59% de las de Cristina se limitaron al barrio. Pero ella viajó más que él y, en los últimos tiempos, diversificó sus destinos. Ya no son Luanda y Teherán los objetivos, sino Moscú y Pekín. La democracia no saldrá ganando pero la escala y la ambición son superiores.

Bases satelitales chinas, centrales nucleares rusas y empresas petroleras de donde vengan dan testimonio de que Argentina no está aislada. Está entregada, dirá alguno. Pero no es lo mismo. Las conexiones con el mundo son también evidentes en las redes criminales, sean de narcotráfico o de lavado. Las políticas gubernamentales aparecen tan porosas como las fronteras. La reflexión política debe registrar estos elementos. La cuestión no es integración versus aislamiento: Argentina está inserta en el mundo. El problema es cómo.

El Gobierno de Cristina Kirchner ha cometido suficientes dislates: merece ser fustigado por sus propias obras y no por relatos ajenos. Los censores del aislamiento están aislados de la realidad. Y la crítica equivocada es la mejor garantía de continuidad.

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