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El cambio de gobierno y las elecciones locales

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23 abril de 2015

(Columna de Marcelo Stubrin)

Aquellos partidos que aspiren llegar a la Presidencia deben tener en cuenta la dinámica política entre las provincias y la Nación.

En cada turno de renovación presidencial se realizan elecciones de gobernadores e intendentes en todo el país. Adelantadas o simultáneas, dichas competencias tienen directa relación con el resultado nacional. Ello es así, porque el caudal de votos logrado por cada una de las organizaciones políticas en competencia, contribuye a la integración de los partidos en el ámbito nacional. A este proceso, que se ha desarrollado progresivamente desde el año 2001, los politólogos le han dado el nombre de “territorialización de la política”. En términos generales, alude a que el comportamiento de los partidos y sus votantes se vuelve más distintivamente local, trasladando el centro de gravedad política desde la Nación hacia las provincias. De este modo, las facciones o partidos que cuentan con bases electorales concentradas en sus distritos, se convierten en pilares fundamentales del armado electivo nacional. El distrito paradigmático en este sentido, lo constituye para el peronismo la provincia de Buenos Aires, que le provee tanto de una considerable suma de electores como de diputados nacionales. Sumado a ello, la literatura especializada sostiene que los líderes provinciales influyen sobre la nominación de candidatos y el armado de listas a diputados y senadores nacionales, que son actores imprescindibles al momento de asegurar el éxito de la agenda legislativa presidencial. Así lo ha mostrado el predominio peronista en el Congreso de la Nación ?particular mente en la Cámara de Senadores donde el PJ ha mantenido mayorías desde 1983? encargado de bloquear o respaldar las políticas del Ejecutivo según fuera su pertenencia partidaria. Desde las privatizaciones hasta las estatizaciones, las mayorías del PJ se han encolumnado detrás de un supuesto “rumbo programático” definido en los hechos, por las exigencias coyunturales y la disposición política del presidente. ¿Cómo explicar sino, que un mismo partido político y en algunos casos hasta exactamente los mismos dirigentes, hayan pasado del clamor “neoliberal” al fervor de la “izquierda regional bolivariana”?

De este modo, si bien es cierto que los núcleos locales son centrales para el armado de la maquinaria partidaria, el proceso de territorialización no tiene las mismas repercusiones sobre la toma de decisiones nacionales, en las que el rumbo político se ha concentrado continuamente en la figura del Presidente. Esta tensión, entre apoyos territoriales descentralizados y centralización de las resoluciones en el Poder Ejecutivo, limitó la participación de las unidades federales en su influencia sobre las políticas gubernamentales. En este escenario, los disensos programáticos ?que constituyen una forma de control fundamental para garantizar la previsibilidad y la estabilidad de las políticas públicas? han sido ejercidos sólo por la oposición. Aunque, la abrumadora presencia de mayorías disciplinadas y la distribución preferencial de cargos directivos en las comisiones parlamentarias ?encargadas de cajonear todo proyecto distinto a los intereses del presidente? han debilitado la capacidad de la competencia para poner límites al Ejecutivo.

Dicho esto, cabe detenernos en tres cuestiones clave que sustentan la actual lógica de concentración del poder: los incentivos generados por las reglas electorales, el uso a discreción de los recursos públicos de parte del Ejecutivo Nacional y los jefes provinciales, y la ausencia de un programa de gobierno claro que oriente a la ciudadanía. La comprensión sobre cómo estos factores retroalimentan el proceso de centralización de las decisiones políticas, pone a los electores en un lugar privilegiado y particularmente determinante, al momento de consentir el estado actual de cosas o de contribuir a un cambio democrático. Veamos.

Respecto a las reglas electorales, la posibilidad de reelección ?presente en la mayoría de los distritos? y la informalidad que rige la nominación de candidatos para los cargos públicos, estimulan la persistencia de los gobiernos en ejercicio (nacionales y provinciales) además de aumentar la influencia de los líderes locales. Ello contribuye tanto al ejercicio personalista del poder como a la concentración de recursos en los partidos que ocupan el gobierno por períodos prolongados. Adviértase que desde 1983 hasta la actualidad, en un tercio de las provincias argentinas, no existió alternancia partidaria. Concretamente, en las últimas elecciones a gobernadores, en 23 provincias se reeligió a los oficialismos locales ?de los cuales 15 son gobernadores reelectos? y sólo en Catamarca existió, por lo menos a primera vista, alternancia política. Tenemos como resultado, 21 distritos gobernados por alguna de las tantas facciones del PJ o formaciones independientes que responden en los hechos al kirchnerismo, mientras sólo 3 distritos (de un total de 24) están representados por la oposición: CABA donde ganó el PRO, la provincia de Santa Fe donde triunfó el FPCyS de conformación radical socialista, y la provincia de Corrientes con gobernador radical y aliados locales.

Sin embargo, si nos detenemos un poco más en los resultados, hallamos algunas singularidades. Por un lado, que incluso en Catamarca la alternancia no es tan pronunciada como parece. La actual gobernadora Lucía Corpacci, era la vicegobernadora de su predecesor Eduardo Brizuela del Moral, del FPCyS ?alianza a la que Corpacci renunció anticipadamente para postularse en 2011 por el FpV?. Por otro lado, encontramos resultados ratificatorios al gobierno nacional, provincial o municipal, aunque éstos pertenezcan a partidos u orientaciones diferentes o incompatibles. Este fue el caso de los votantes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires por ejemplo, que eligieron a Mauricio Macri como jefe de Gobierno local y a Cristina Fernández como Presidenta en el ámbito nacional.

Líderes cuyas asignaciones ideológicas son, en principio, antagónicas. ¿Cómo se explica esto? En primer lugar, puede deberse al nivel educativo de los votantes, cuya mayor información sobre el acontecer político, los facultaría para elegir estratégicamente entre alternativas políticas diferentes. En segundo lugar, al desdoblamiento entre las elecciones nacionales y locales, que constriñe la transferencia de votos desde las provincias hacia la Nación. Este mecanismo es usado habitualmente por los dirigentes cuando quieren despegar su imagen del Ejecutivo Nacional tal como sucede en la actualidad. En tercer lugar, a la persistencia en el poder de los mismos partidos por períodos prolongados, que les otorga ventajas comparativas ?en términos de disposición de recursos? que les permite invertir inmensas sumas de dinero en la promoción de sus candidatos.

De aquí se desprende la segunda cuestión clave vinculada, por supuesto, con la anterior: la distribución de los recursos (negociación de cargos públicos, asignación de presupuestos y recursos fiscales). Más aún, si se repara en que el Gobierno Nacional ha hecho uso de éstos para negociar apoyos territoriales, integrar el aparato nacional y construir disciplina hacia los proyectos del Ejecutivo. De otro modo, es por lo menos curioso que la distribución de las asignaciones presupuestarias nacionales que cada provincia recibe no sean congruentes, ni con la cantidad de habitantes, ni con el PBI, ni con los índices de pobreza y desempleo provincial; tal como sucede con los cuantiosos recursos girados a la provincia de Santa Cruz. Bien lo detalla Carlos Gervasoni ?en un reciente artículo publicado en el estadista del 18 de marzo? a propósito de los “beneficios del federalismo fiscal argentino”. Esta lógica de distribución obstruye la capacidad de coordinación de la oposición que, tomada de modo individual, no cuenta con recursos suficientes ni garantías institucionales para construir alternativas políticas factibles.

De modo tal que, los partidos que aspiran a la Presidencia de la Nación en la actualidad deben tener en cuenta la dinámica política entre los ámbitos nacional y provincial. Así, para que lo cambios propulsados por la oposición al kirchnerismo sean viables, se requieren alternancias partidarias locales. Y para que el cambio sea exitoso, se necesita de la participación democrática de todos los ámbitos en el mantenimiento de la unidad nacional. La primera, le compete a los electores que elegirán en cada una de las elecciones por “la continuidad o el cambio”. La segunda, es competencia exclusiva de la dirigencia de todos los niveles que representan este cambio. Ello nos lleva a la tercera cuestión clave: la necesidad de que la alternativa al kirchnerismo se respalde en un programa consensuado entre las provincias y la Nación, cuyos principios cardinales y políticas públicas acordadas, estén garantizadas en la unión. Sólo así se pueden acallar los egos individuales, darse previsibilidad al cambio, y ser factible la transformación.

El calendario electoral ya ha comenzado y es menester prestar atención, ya que se podrán apreciar las tendencias predominantes y de ese modo, pronosticar el resultado nacional más probable. Al día de hoy se adelantaron los comicios en 12 provincias. Si bien la primera elección primaria en Salta ratificó al gobernador peronista ?y aún resta la elección general?, los resultados en el tercer y cuarto distritos grandes del país, anuncian otros caminos. En Santa Fe, se registra una situación de empate entre el PRO y el FPCyS. Este frente cuenta con el decidido apoyo de la UCR. Pero, sin duda, el hecho más saliente de la elección santafecina es el pobre resultado del Gobierno Nacional, ya que el FPV/PJ, apenas alcanzó el 20% de los votos. Mientras que en Mendoza, triunfó el frente con candidato radical “Cambia Mendoza”. Además, sí en CABA, Córdoba ?que constituyen luego de la provincia de Buenos Aires, los distritos más populosos del país? y en Corrientes, se consolidan los triunfos de la oposición. Y si en Chaco, La Rioja, Neuquén, Río Negro, Tierra del Fuego y Tucumán; a las que se les sumarían Jujuy y La Pampa, existe alternancia. Entonces, la consolidación de un proyecto distinto en el ámbito nacional tendrá mayor peso, porque una verdadera transformación se logra en la interacción constante entre las provincias y la Nación

Precisamente, la fortaleza diferencial de la unión UCR-PRO-CC reside en que, mientras el radicalismo tiene presencia en cada una de las provincias argentinas, el PRO ha adquirido gran relevancia en Capital Federal, Córdoba, La Pampa, Santa Fe y Entre Ríos. Ello garantiza que la posibilidad de elegir por un cambio republicano y democrático, esté presente en todos los distritos del país. En todo caso, la orientación final de esta unión dependerá de los resultados de las PASO que determinarán, tanto el peso relativo de los integrantes de la asociación, como la fortaleza y la dirección programática del cambio. En última instancia, el éxito de tan ambicioso proyecto depende de todos nosotros. Ello incluye, coraje cívico al momento efectuar la decisión electoral, y voluntad política para concretar la unión nacional.

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