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Carl Jung y el 22-N

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09 noviembre de 2015

(Columna de Bárbara Bravi)

La escena política actual, impregnada por la coyuntura electoral, bien podría asemejarse a una tragedia del teatro griego, en términos de dramatismo. Esquilo, Sófocles y Eurípides, envalentonados en un relato épico, que intenta captar la atención del público, echando mano de un recurso ancestral, nada más ni nada menos que el relato, dotado de valores, significados, roles, que se resumen en arquetipos.

El escenario transcurre, no ya en el ágora, sino casi exclusivamente en los medios. Los candidatos al balotaje, Daniel Scioli y Mauricio Macri, han construido su imagen, moldeado su contenido, y se presentan al público representando arquetipos, que luego serán decodificados y consumidos por la audiencia. Terminan de darle marco a la obra otros actores como Sergio Massa que, con su participación, resignifican roles y balancean el tablero con un capital político que hoy es la llave para ganar la elección.

Carl Jung, discípulo de Sigmund Freud, desarrolló la teoría de los arquetipos como representaciones de ideas y patrones de conducta que son universales. Los mismos encierran rasgos de la personalidad y potencian la dimensión pública de los candidatos. Así, entre las dicotomías de héroe y villano, el honesto y el corrupto, podemos encontrar matices y atributos que los candidatos exaltan y opacan a modo de encontrar ese camino de empatía que conduce al electorado actual, desconfiado, bastante informado y que interpela a la clase política.

¿Héroe o gobernante?

Scioli es un mix, que representa al guerrero, enarbola la lucha contra las corporaciones, en defensa de los más débiles. Es la encarnación del salvador de la patria. Su relato está dotado de elementos que son heredados por el espacio político que lo contiene, donde se habla de victoria, y se nutre de los logros de un proyecto político, auto-bautizado nacional y popular, para demostrar que del otro lado está el salto al vacío. Sin embargo, DOS cuenta con atributos propios, como el arquetipo del explorador, que asume riesgos, le gusta la aventura (está escrito en su pasado de motonauta) y en la combinación con el altruismo de superarse a sí mismo, con “optimismo, fe y esperanza”. Su aplomo y convicción, lo encuadran en la figura de “amigable componedor”, y su reto hoy por hoy es ser el guardián de los logros, siempre desde una óptica heroica.

Macri también conforma un entramado que simbolizan dos arquetipos: el creador y el gobernante (también conocido como el administrador o líder). Su posicionamiento se basa en el liderazgo representativo. Bajo un deseo de control y ejercicio del poder, busca el éxito, la prosperidad y la estabilidad. El creador tiene su marca registrada, el PRO, una comunicación que destila creatividad e imaginación, a la vez que es innovador y ejecutivo.

Massa es interesante porque tiene una cuota de frescura que encuadra en el arquetipo del hombre corriente, quien usa el sentido común como estrategia y cuyo talento es la empatía.

La arena política nacional se completa con otros personajes. El senex (viejo sabio y filósofo) es “Lilita” Carrió, mística, que a veces nos regala frases confusas similares a las de un profeta o a las de un loco. “La verdad os hará libres”. La izquierda personifica el rebelde, el que rompe las reglas, mientras Aníbal Fernández es quien se pone el traje de anti-héroe.

Arquetipos en sintonía fina

La hipótesis es que estos arquetipos inducen identidad. Entonces, la pregunta que nos hacemos es cuál estará más en sintonía con lo que el electorado espera después del 22 de noviembre.

La realidad muestra que la necesidad de consensos para gobernar hará que el estilo del próximo Presidente introduzca cuotas de flexibilidad y apertura para afrontar un escenario más complejo sin perder el equilibrio. En este sentido, Scioli ha mostrado un perfil de diálogo y negociación que evitaba por todos los medios la confrontación. Si bien en este último tramo se apeló a la campaña negativa, también es cierto que hay un palpable alejamiento del núcleo duro del kirchnerismo.

También ha calado hondo el escepticismo de la opinión pública, en tanto que hay una homogeneización del discurso político, que no permitió zanjar una diferencia semántica. La propuesta de Macri, de pobreza cero, se asemeja a las propuestas del FpV de inclusión social. Quizá el atributo diferenciador de Macri haya estado presente en el aspecto simbólico como “la unión de los argentinos”.

Las limitaciones para entender a qué obedecían las motivaciones subyacentes del electorado, esta disrupción de lecturas que entronizaron la campaña tiene que ver con esta escasa diferenciación de matriz discursiva, donde primó más una producción de sentidos simbólica.

El estado actual pareciera ser un punto de inflexión, donde a raíz de la pretendida lectura sobre los deseos del electorado cobró énfasis la idea de “cambio” o, más bien, la palabra porque el contenido es aún incierto. Las dudas son más bien si al cambio le corresponde una inauguración de nuevas políticas, un nuevo rol del Estado o un nuevo estilo de mandatario. Tal es así que en la evaluación de propuestas de los candidatos al menos los tres que más votos cosecharon, plasmaron propuestas similares relacionadas al trabajo principalmente, la inseguridad vinculada a la problemática de la droga, y dos de ellos abordaron el tema de la vivienda. Ahora bien, el “cambio” tan acuciante pero difuso estaba presente en la comunicación de Macri, de modo explícito “Cambiemos”, a secas. Sergio Massa viró de su slogan “Distinto” al “cambio justo” y Scioli, sin quedarse afuera, cambió la “victoria” por el “desarrollo”.

Perspectivas y expectativas

Las perspectivas a futuro nos plantean algunos interrogantes, que seguramente desembocarán en nuevos debates. El primero de ellos tiene que ver necesariamente con el rol del Estado, en cuanto a si el modelo es la continuidad de un Estado benefactor o se inicia un viraje hacia un Estado liberal o mínimo.

El segundo punto es el rol de la oposición. Sin mayorías absolutas, debiera esperarse una oposición más institucionalizada. En este sentido también cobra protagonismo el liderazgo de Massa y su construcción desde el posicionamiento que pueda movilizar el tablero, y conformar un frente opositor o diferentes oposiciones.

El tercer punto en el que quizá haya también diferencias es la política exterior. Respecto a las restricciones externas, Scioli esbozó que la salida a esa circunstancia de coyuntura económica interna va por el lado de la producción y no por el lado de la búsqueda de recursos financieros. En el caso de Macri, pareciera que la salida debe ser financiera. En cuanto a la política exterior, es esperable que ambos candidatos intenten una recomposición de relaciones con Estados Unidos. Sin embargo, si gana Scioli, se espera que mantenga como eje de nuestra vinculación externa la priorización de relaciones con los países de la región, es decir, el multilateralismo en clave latinoamericana.

En el plano de economía doméstica, y en lo tocante a las propuestas, pareciera haber una variación en la graduación de las mismas, pero no hay que olvidar la formación liberal de ambos, más allá de los pragmatismos producto de los caminos recorridos.

Cada contexto acuna un líder: el caos busca el orden y la crisis, la austeridad. La clave está en el electorado, y en si busca un héroe o un guardián. Las contracaras de ambos son la arrogancia y la debilidad, respectivamente. La sociedad sopesará y el 22 entregará su veredicto.

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