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De Macri a Macri

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23 noviembre de 2015

Los aciertos que llevaron al jefe de Gobierno a convertirse en el próximo Presidente.

El recorrido de Mauricio Macri desde joven empresario, delfín de un poderoso grupo económico, a Presidente de la República reconoce varios hitos. Tuvo que superar prejuicios por su origen social y subestimaciones por su llegada tardía a la política. También a él le llevó tiempo superar sus perjuicios con relación a los políticos tradicionales que eran característicos del mundo empresario del cual provenía. Llegar al 51,3% de los votos que obtuvo en el balotaje fue una tarea que llevó tiempo. La política es una construcción colectiva y ningún proceso se puede explicar por la acción de una sola persona. Pero tampoco se puede soslayar el valor de las decisiones de quien lidera un espacio. Son tiempos en los que se destaca la importancia de los equipos y se valora el papel que desempeñan los asesores, pero Macri tomó las decisiones más importantes basándose, esencialmente, en su propio criterio.

Años antes de su irrupción en la política, había sufrido una experiencia límite que cambió su vida: cuando fue secuestrado. “Entré a ese pozo siendo una persona y salí siendo otra”, les dijo más de una vez a sus amigos. A partir de allí fue una figura pública.

Luego, en Boca, aprendió a ganar elecciones, a sentirse cómodo rodeado del calor popular y ampliar el círculo de sus relaciones personales.

En tiempos de la crisis de principios de siglo puso en marcha la Fundación Creer y Crecer y ya no se apartó de la esfera pública. A partir de allí tomaría una serie de decisiones que terminarían llevándolo a la Casa Rosada. Las más relevantes fueron las siguientes:

Declinó las candidaturas nacionales

En 2002, Eduardo Duhalde, ante la renuncia a la candidatura de Carlos Reutemann, le sugirió a Macri que contemplara la posibilidad de ser candidato a Presidente. Una rápida consulta entre varios allegados, lo llevó a declinar el ofrecimiento. Fue la primera vez que decidió descartar una candidatura presidencial. La segunda fue en 2007 y la tercera sería en 2011. Al inicio de ese año tenía pensado competir porque suponía, equivocadamente como muchos en esa época, que el kirchnerismo luego de perder las legislativas de 2009, era un ciclo cerrado y que perdería las próximas elecciones. Pero leyó bien el cambio de escenario y cambió de opinión. Fue una decisión correcta porque Cristina se recompuso de la mano de la recuperación económica y ganó cómodamente las elecciones, mientras que Macri fue reelecto en la CABA y consolidó su poder local. Los terceros partidos anteriores al PRO se habían lanzado directamente a la presidencia sin ejercer previamente un gobierno subnacional. En cambio, Macri apostó a mostrar gestión y a esperar su momento desde su bastión local. Un acierto.

La candidatura de 2005

Macri ganó la primera vuelta en las elecciones para jefe de Gobierno en 2003. Pero fue derrotado en la segunda vuelta por Aníbal Ibarra, que contó con el decisivo apoyo de Néstor Kirchner. No faltaron quienes suponían que Macri desistiría de continuar en la actividad ante la frustración que le había producido la derrota. Pero su decisión de seguir adelante, que se reforzó con la candidatura a diputado nacional en 2005, fue una señal contundente. La candidatura a jefe de Gobierno no había sido un capricho o un intento aislado; Macri había llegado a la política para quedarse. Aburrido, en la Cámara de Diputados, espero las elecciones de 2007.

La fórmula de 2007

La elección de Gabriela Michetti como compañera de fórmula para elecciones porteñas de 2007 contribuyó a modificar sustancialmente la percepción que se tenía de Macri. En 2003, ese lugar lo había ocupado Horacio Rodríguez Larreta, que ofrecía más de lo mismo que él. Michetti no aportaba votos propios, ni experiencia de gestión pero era una señal muy fuerte de apertura. Elegir a una mujer, de clase media y con una discapacidad física decía mucho sobre Macri, del nuevo perfil que quería comenzar a construir y del estereotipo que quería dejar atrás. El triunfo de esa fórmula fue contundente obteniendo el 45,8% de los votos en la primera vuelta y 30 puntos más en la segunda.

La creación de un partido

La experiencia de Recrear con la fallida candidatura presidencial de Ricardo López Murphy en 2007, aceleró los pasos para construir un partido nacional. En 2009 apoyó la coalición bonaerense liderada por Francisco De Narváez que derrotó al kirchnerismo. Pero el gran salto llegaría en 2011. Logró colocar diputados en varios distritos terminando con el mito de que no podía extender su presencia política más allá de los contornos de la CABA. El PRO ganó la intendencia de Vicente López y no estuvo lejos de obtener la gobernación de Santa Fe.

Ahora el PRO gobernará la CABA, la provincia de Buenos Aires y varias de sus principales intendencias y tendrá 42 diputados nacionales. Su crecimiento reconfiguró al sistema de partidos en el país y sus consecuencias se verán en los próximos años.

Haber incorporado a la actividad política a personas ? muchas de ellas del mundo empresario- que no lo hubiesen hecho de no haber tenido la puerta de ingreso del PRO es un logro para Macri que ahora le dará una base institucional propia.

La apuesta por Vidal

Cuando perdió las elecciones de 2003, Macri le dijo a sus amigos que por quien más lamentaba la derrota de su equipo era por María Eugenia Vidal. Desde entonces, Macri piensa que Vidal tendría un papel protagónico en la vida política del país. La nombró ministra en su primer gobierno y luego la eligió como compañera de fórmula en 2011. Pero la gran apuesta fue sostenerla como candidata a gobernadora de la provincia de Buenos Aires luego de la negativa de Michetti a aceptar ese lugar. A todos aquellos que aspiraban a la candidatura bonaerense, Macri les avisó que debían competir en las primarias contra Vidal, quien contaría con su apoyo. Punto final.

El acuerdo con la UCR

A mediados de 2014, coexistían dos visiones contrapuestas en el PRO. Una sostenía que debía garantizarse la pureza amarilla. Se asentaba en el discurso de presentar al macrismo como una expresión política nueva que no tenía nada que ver con quienes habían gobernado el país en los últimos treinta años de los cuales que no había nada que rescatar.

Cualquier acuerdo con otras fuerzas políticas le quitaría perfil al PRO y restaría más de lo que sumaría. A lo sumo se podría convocar a algunos radicales con los cuales existía mayor afinidad pero siempre a título individual y no como parte de un acuerdo entre partidos. Marcos Peña y Jaime Durán Barba eran los que sostenían esa posición.

La otra visión sostenía que era importante formalizar acuerdos con otros partidos para juntar recursos institucionales y asegurarse gobernabilidad en caso de ganar las elecciones presidenciales. Macri oscilaba entre ambas pero finalmente le dio vía libre a esta segunda visión que lideraba Emilio Monzó y que encontró en Ernesto Sanz la contraparte ideal en la UCR. Fue un acuerdo clave para ganar varias elecciones locales y que demostrará toda su importancia a partir de ahora.

También fue importante haber resistido la presión de quienes sostenían que era indispensable hacer un acuerdo con Sergio Massa. Macri nunca lo consideró porque creía que desdibujaría su perfil como líder de una colación no peronista y claramente ubicada en la vereda de enfrente del kirchnerismo.

El giro discursivo

La noche en la que festejó el triunfo de Horacio Rodríguez Larreta, Macri pronunció un discurso que sorprendió a muchos. Se comprometió a respetar muchas de las decisiones que había tomado el kirchnerismo en materia de inclusión social y las destinadas a darle una mayor intervención al Estado en la economía.

Las razones del cambio pueden haber sido una modificación genuina de sus anteriores puntos de vista, una adecuación al pensamiento mayoritario de la sociedad argentina por coveniencia electoral o para evitar comprometerse en batallas que no podrá ganar dada la composición que tendrá el Congreso.

Sea por la razón que fuere, Macri disipó, con su nuevo discurso, temores en algunos sectores. Y lo más importante es que logró restarle credibilidad a la campaña del FpV que advertía sobre el riesgo de un retorno a las políticas de los '90 en caso de un triunfo de Macri.

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