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Entre el lobby y el acuerdo

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12 enero de 2016

(Columna de Carlos Leyba)

Macri necesita urgentemente convocar a la concertación para un plan de largo plazo.

La economía y la política argentina transitan entre el abismo que generan los lobbies y la posibilidad superadora que brinda la estrategia del acuerdo social para el largo plazo.

La presencia de los lobbies es inevitable por la fortaleza de los intereses y la debilidad de las instituciones. Básicamente, la del Estado hoy, con su brazo de decisiones atado y el de ejecución mutilado.

El brazo atado obliga a Mauricio Macri a recurrir a los DNU. El brazo ejecutor mutilado es el que evidencia, por ejemplo, la crisis de la narcofuga, que sirvió para revelar la trama del lobby de la droga en las fuerzas de seguridad, la Justicia y la política. La heredada debilidad del Estado, más la debilidad de origen de este Gobierno fertilizan la presión de los lobbies que amenaza el abismo, más allá de las mejores intenciones y equipos, si se persiste en soledad elitista.

En esta situación, la concertación es una estrategia imprescindible de superación. Un método, complementario a la democracia, insustituible para el consenso de largo plazo y para neutralizar la presión particularista de los lobbies.

Concertar obliga a un plan que es ética en acción. Enfrentar a los lobbies es una cuestión ética. El “paso a paso” y el “dejame a mí” son incapaces: sus resultados lo confirman. Desde 1983 no hemos evitado sufrir siete plagas: hiperinflación, megadesocupación con explosión de pobreza, descuartizamiento del Estado, empobrecimiento de la infraestructura económica y social, desaparición orgánica de los partidos políticos, patética debilidad de las instituciones y colosal estancamiento de largo plazo.

Nada pudieron hacer las armas alfonsinistas de la Constitución, ni la entrega menemista servil a “los mercados”, ni el relato kirchnerista para velar la realidad. Ninguno apeló a la concertación ni a gobernar para el largo plazo. No resolvieron, sólo eludieron, las bases estructurales de los problemas.

El punto de partida

¿Cómo arranca 2016? Narcotráfico, inseguridad, pobreza, desempleo, estancamiento, inflación, falta de inversión, carencia de financiamiento, ausencia de moneda, debilidad del Estado, inmadurez capitalista, fragilidad de las instituciones, ausencia de política, penetración de los intereses parciales, ausencia del bien común, fracaso de la alianza, ausencia de sentido de Nación y carencia de proyecto nacional de vida en común.

Todos esos problemas a la vez, y en cualquier orden, son los títulos de un acuerdo que no puede limitarse a una cuestión de precios y salarios. La construcción de la vida civilizada en común comienza por la vocación de ceder: condición necesaria de la concertación. Macri tiene la responsabilidad, y la oportunidad, de inaugurar un nuevo proceso político, que sólo será nuevo si construye el consenso. Hay señales propicias en la periferia.

La madurez de Sergio Massa, la necesidad y sensatez de intendentes del FpV bonaerense y lo previsible en gobernadores peronistas como Juan Manuel Urtubey constituyen un mensaje para aislar la resistencia, pequeña y nostálgica, de los jefes de los bloques legislativos del FpV. El terreno político puede tornar en favorable, mientras los problemas listados marcan urgencia, las condiciones objetivas, la necesidad y la presencia de los lobbies arriesga el abismo.

Es que no es sólo el lobby de la droga. Es también, entre otros, por ejemplo, el del petróleo. Aquí cuesta casi el doble que en el mundo por una decisión política sin que se haya explicitado el fundamento.

El lobby petrolero impone condiciones. El Gobierno nuevo aplica “políticas viejas” que son obra de Axel Kicillof.

María Eugenia Vidal enfrenta a los lobbies poderosos de la provincia. Contrasta con los funcionarios nacionales de su partido que, con sus decisiones, por ejemplo, le otorgan al lobby petrolero subsidios que deben explicar. Subsidio y nueva tarifa revelan el peso que tiene ese lobby que logra los combustibles más caros del planeta, cuando el petróleo se derrumbó y nadie apuesta a una recuperación por muchos años. Una transferencia estimada en U$S 4.000 millones. Encarecimiento de la logística y despropósito anticompetitivo que la política debe transparentar. No lo hizo el kirchnerismo. ¿Será necesario recordar que son concesiones, un servicio por los que hay que pagar costos más una razonable utilidad?

No son lo mismo la narcofuga y la cuestión petrolera y otras presiones de lobby. Pero tienen en común las consecuencias y el método: intereses particularistas antisociales y la penetración de influencias en las filas del Estado.

En las actuales condiciones enfrentar a los lobbies y definir políticas para el bien común requiere fortalecer, a esta democracia débil, con la concertación, que es un estadio superior de la moral social. Los argentinos hemos vivido una experiencia exitosa de concertación. El Gobierno, el peronismo que ayuda y el que se empollera en la conducción “campo-cristinista” del FpV, la dirigencia sindical consecuente y la que viene con rengueras, deberían releer el pacto de 1973 para ayudar a encaminar el presente.

Un poco de Historia

Recordamos la opinión, emitida en aquel tiempo, de uno de los economistas más conocidos que hoy funge como crítico del acuerdo social. Imposible mejor aval.

Decía, entonces, Juan Carlos De Pablo: “Durante el primer semestre de vigencia (del pacto social) los objetivos del acuerdo han sido cumplidos”. Enorme elogio para un pacto de trabajadores, empresarios y Estado, en recesión, alto desempleo y con una tasa de inflación del 80% anual. ¿Le suena parecido?

Esa crisis se desarrollaba en un semestre político difícil. Salíamos de una dictadura. La violencia armada amenazaba en nombre del socialismo revolucionario. “Despido”, por traición al programa, del presidente Héctor Cámpora. Elección plebiscitaria del presidente Juan D. Perón. A las 48 horas “la militancia revolucionaria socialista” asesinó al líder y garante sindical del acuerdo, José I. Rucci. Los guerrilleros urbanos (Montoneros) hostigaban la presidencia de Perón y los acuerdos que él había gestado porque demos traban lo absurdo de sus planteos.

Sin embargo, en el mismo documento, De Pablo afirma que “la inflación cayó prácticamente a cero” y “no se trata de una mera inflación reprimida” (27/11/1973: FIEL). Una constatación de los primeros seis meses de los 16 que rigió el pacto.

En diciembre ocurrió la primera crisis del petróleo y el comienzo de la “inflación importada” más el cierre del Mercado Común Europeo para nuestras exportaciones. Un sacudón gigante. Después, sucedió la muerte de Perón.

En septiembre de 1974 terminó el programa de la concertación y el pacto social fue reemplazado por nueve meses del programa ortodoxo, neoliberal e inexperto de Alfredo Gómez Morales impuesto por la secta “Los Caballeros del Fuego” de José López Rega.

En julio de 1975 ?el noveno mes del programa de Gómez Morales? se produjo el golpe de palacio que instauró “El Rodrigazo” que inauguró el “capitalismo salvaje”. Un prólogo al programa de la dictadura genocida.

En diciembre de 1974, el FMI señaló: “El Gobierno detuvo radicalmente la espiral de precios y salarios (...) basado en un pacto social” y logró que “en el año terminado en marzo de 1974, la tasa de inflación fue sólo de 14%, en comparación con cerca del 80% en el año terminado en mayo de 1973”(16/12/1974: FMI). Sólo un año.

Leer lo que decían en aquel momento los adversarios de la concertación del '73 sirve para saber que el pacto social domesticó la espiral sostenida inflacionaria, introdujo una tasa de crecimiento industrial, logró el pleno empleo y redujo la pobreza al 4%. Todo en un clima político interno y la economía internacional adversos.

Desde 1983 ningún gobierno, con cinco períodos presidenciales en nombre de Perón, fue capaz de gestar un consenso político, económico y social para evitar el crecimiento de la pobreza y lograr una tasa de crecimiento estable, industrialización, pleno empleo y equidad.

Pero en nombre de esas causas regalaron las empresas del Estado, desnacionalizaron el capitalismo local, nos endeudaron de rodillas, alimentaron a todos los lobbies y, en 40 años, generaron 11 millones de pobres que se multiplicaron por 12 los 800.000 de 1974. Los últimos 12 años, sin concertar, se dilapidaron inimaginables términos del intercambio. El presente lo demuestra.

Sobre lo que viene

El punto es que la ausencia de consenso para largo plazo habilitó el peso extraordinario de los lobbies que construyeron paraísos sectoriales y no legaron la lista de problemas que hoy comienza con el narcotráfico. Algunos lo llaman “corrupción”. Una manera de obviar la responsabilidad de los beneficiarios e instigadores que son seductores de ideología de oportunidad apoyados por los ingenuos de laboratorio.

Hoy, los diarios se ocupan de las derivaciones del narcotráfico y del petróleo. Pero también hay lobby en todo lo que ha crecido vertiginosamente sin responder al fundamento del bien común. ¿Cómo conceptualizar, sino, el desarrollo del juego, de la electrónica de armado de Tierra del Fuego, de la “patria contratista”, de esa vigorosa “nueva oligarquía de los concesionarios” que no necesita de protección arancelaria porque goza de la “protección natural” de lo no transable, la que va del transporte y sus escándalos, hasta los bancos, el sector que más ha ganado en la década y sin prestar, que es para lo que existe?

La precaria mayoría de Macri, si quiere enfrentar la estrategia muy activa de penetración de los lobbies y los intereses particularistas, necesita urgente convocar a la concertación para un plan de largo plazo. Hay señales de acompañamiento. La alternativa a la concertación es la debilidad del “paso a paso”, uno adelante y dos atrás, de un Gobierno políticamente débil frente a la maraña de lobby.

Por ahora Vidal es el aire fresco. ¿Soplará en la Casa Rosada también?

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