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¿Y si hubiera habido balotaje en Santa Fe??

10 agosto de 2011

(Publicado en la edición nº37)

Chocaron los cultores de dos categorías vacías: “el pueblo” versus “la gente”.

Unos se fueron muy arriba y se perdieron en la disquisiciones semióticofilosóficas

sobre el ser y la nada. Los otros se fueron muy abajo, pocas ideas y bien concretas, apegadas al “aquí y ahora” del sentido común más prosaico. Los intelectuales de Carta

Abierta y el publicista Jaime Durán Barba se presentaron como los dos polos de este debate político-cultural que acompañó las elecciones de la ciudad y de Santa Fe; dos elecciones en las que si algo estuvo ausente fue precisamente la calidad del debate.

Unos descifraron el triunfo de Macri como un “regreso de la derecha neoliberal privatizadora” , sacaron del cajón los análisis clasistas sobre la conformación ideológica de los porteños y los niveles de conciencia de los sectores medios, y reiteraron sus tesis conspirativas sobre “las corporaciones” , “los medios hegemónicos” y ?nuevo hallazgo? “las máquinas de capturar palabras”.

Otros atribuyeron este triunfo apenas a la motivación inmediata de cálculos individuales de oportunidad, explicados por la lógica de la sociedad del espectáculo, las mediciones de rating y el conductismo posmoderno. Primó “la buena onda” frente al “discurso confrontativo y agresivo”.

Entre la metafísica sustancialista, recargada de contenidos unívocos y desacostumbrada a reconocer errores propios, y la inmediatez “qualunquista” de una política hueca de sustancia, quedó al descubierto la ausencia de un relato integrador y comprensivo del actual momento político. Se presenta así un concurso entre los cultores de dos categorías abstractas: “El pueblo” versus “la gente”; entre los que creen haber entendido las batallas de fondo y se consideran los intérpretes exclusivos del proyecto nacional y popular, y los que le dijeron adiós a las ideologías y limitan la representación política a una combinación de gestión técnica y comunicación mediática.

Podemos observar esta aparente confrontación ideológica como una contraposición simétrica entre dos formas de elitismo. Por un lado, el elitismo vanguardista que reduce su defensa de la política a la reivindicación del Gobierno Nacional y el apoyo a la reelección de la Presidenta y que coloca a toda la oposición en el lugar de la antipolítica. Del otro lado, el elitismo tecnocrático, que confunde la escena del debate

político con un reality show.

También se trata de dos formas de populismo: uno ha recargado de contenidos unívocos e inapelables las categorías políticas fundamentales ?amigos y enemigos, pasado y presente, izquierdas y derechas, gobierno y oposición?; el otro ha vaciado o disuelto dichos contenidos en aras de un presente permanente que sólo parece pedir “cosas que le resuelvan los problemas a la gente” o, al menos, que les ofrezcan esa ilusión.

Por momentos, parecen invertir sus posiciones: el kirchnerismo, que se ha presentado como abanderado de los cambios transformadores frente a los privilegios, cierra filas para defender el actual statu quo ?lo que llaman “el modelo”? en aras de la gobernabilidad; la oposición, que exige mayor seriedad y menores niveles de confrontación, se entusiasma ante los votos castigo a “la clase política”.

Entre la primera y la segunda vuelta de las elecciones porteñas, escuchamos y leímos expresiones reaccionarias y despreciativas sobre el voto mayoritario que no se condicen con los valores e ideas que dicen defender. Como contracara, habituales críticos de la superficialidad de los gobernantes consintieron esta vez con tales muestras de exitismo farandulero que sirvieron para suspender un tratamiento exhaustivo de los reales problemas y desafíos.

Hay quienes celebran esa línea divisoria y creen que lo ocurrido en la Ciudad reflejó una polarización genuina entre dos modelos o proyectos políticos. Las elecciones en Santa Fe mostraron otra cosa.

¿Qué hubiera ocurrido si existiese en esa provincia la segunda vuelta? ¿Hubieran ido los votos kirchneristas de Rossi al socialista Bonfatti, agrupando al polo de centroizquierda frente al centroderecha representado por Del Sel? ¿O se habrían ido esos votos hacia el Midachi, reuniendo al peronismo detrás de un nuevo Palito Ortega? Es obvio que nadie quiso ni pensar en semejante ucronía perturbadora y todos suspiraron con los resultados finales de la provincia litoraleña.

Animador de la controversia político-cultural, Horacio González escribió en su último libro palabras que resuenan oportunas en este buen momento para la autocrítica

kirchnerista: “Si no hay un nivel de reflexión sobre cómo exponemos creencias y posiciones, no estaremos hablando de cómo 'posicionarnos', sino que 'posicionarnos' será el modo en que una estructura refleja se apoderará de las voluntades que se creían libres: en lugar de autodeterminadas en su identidad quedarían determinadas por aquello que visualizan como familiar cuando hablan y que al contrario, será lo ajeno que las capture” (“Kirchnerismo: una controversia cultural” , Colihue, 2011).

Ya con el 14 de agosto y el 23 de octubre a las puertas, es bueno tener presente que pasado este año electoral vamos a encontrarnos con el décimo aniversario de la crisis de fines del 2001. Una crisis que ?recordémoslo bien? no fue sólo de un gobierno ni fue sólo económica sino también la más grave crisis de representación política desde la recuperación de la democracia. En este último aspecto, no hemos avanzado lo suficiente desde entonces.

Entre “el pueblo” y “la gente” seguramente existe el espacio para construir lo que falta: la existencia de una sociedad ?plural y diversa pero con conciencia de ciudadanía y expectativas de igualdad y desarrollo? que pide relatos más realistas, partidos más contenedores, pequeñas utopías realizables y mejores expresiones representativas de sus realidades y de sus sueños.

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