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La previsibilidad electoral argentina

19 agosto de 2011

El país pasó de un sistema de competitividad agravada en 2003 a uno de competitividad reducida en 2007-2011.

La Argentina es bastante más previsible en el comportamiento político de sus electores que lo que muchos medios han reflejado o intentado reflejar. Hacía más de seis meses que se prenunciaba un resultado que terminó finalmente consolidado en las urnas. Un sistema político es de competitividad partidaria reducida cuando las posibilidades de ganar quedan concentradas en uno o dos candidatos. Se suele delimitar este análisis a través de la diferencia entre el primer partido y el cuarto en función de los votos obtenidos. A más de 20 puntos entre el primero y el cuarto, se entiende que la competitividad es baja. Así, Cristina Fernández de Kirchner fue la ganadora descollante en la jornada de primarias, porque la diferencia entre ella y el segundo (no el cuarto), fue de casi 38 puntos.

Por dicha razón, la Argentina ve profundizar un escenario muy similar al del 2007, consolidando un tránsito de un sistema de competitividad agravada en el 2003 a uno estable de competitividad reducida, iniciado en el 2007 y profundizado y afirmado en el 2011. Pocas veces se han dado sistemas así a niveles nacionales en la experiencia latinoamericana contemporánea, salvo Honduras y Nicaragua en algún momento.

Pero el resultado no sólo explica transitoriamente que la competitividad es baja en la Argentina a nivel nacional, sino que además confirma dos tesis. Una, que la conducta

electoral argentina desde el año 1999 evidencia, elección tras elección, que el voto cada vez se está dividiendo más. Eso implica que el votante vota claramente diferenciando por niveles de gobierno aún en un mismo turno electoral.

La otra tesis que tiene mucho que ver con esta etapa del nuevo siglo ?a diferencia de las dos últimas décadas del siglo pasado?, es que los oficialismos ganan más de lo que pierden. Sea por el desempeño gubernamental en términos generales, sea por los efectos económicos y su nueva matriz de redistribución, esto es una constante que se confirma con bastante regularidad.

Cristina Fernández de Kirchner no sólo retuvo votos ?comparado a su propio caudal de 2007? sino que mejoró su propia performance. Todo ello a su vez va modelando el sistema de partidos. Hace exactamente 10 años que la Argentina vio romper su sistema de partidos y nunca más logró reacomodarse. El domingo aparentemente hubo pistas de la generación de un sistema (habrá que ver la persistencia) de partido dominante en el marco de un sistema multipartidista inestable, sin perspectivas de coaliciones claras.

Todavía resulta algo arriesgado afirmar si se trata de partido dominante o liderazgo dominante solamente. Pero en los rasgos de la inestabilidad coalicional de la oposición el ejemplo más elocuente son las dudas que surgirán de la fallida experiencia entre Alfonsín y De Narváez, que hizo que el radical se corriese a la derecha, no captase esos votos, pero a su vez permitiera que Binner trepara a más del 10% del electorado y a sólo dos puntos del dirigente bonaerense, captando parte del voto progresista que la UCR descuidara.

Así, ha quedado firmemente consolidada una estrategia de la oposición ejecutada desde una superposición federal en donde cada candidato o fórmula es fuerte en uno o dos distritos agrupados, y con ello hace papeles dignos, pero no competitivos, en todo el territorio argentino agregado. Cada fórmula tapona como un rompecabezas a otras fórmulas. La oposición se complica entre ella misma en la performance en primera vuelta, lo que la tornaría potencialmente más cómoda para el oficialismo nacional. También así, la posibilidad de que todo ese discurso común se agrupe en una segunda vuelta, quedaría desvanecida.

Otro gran ganador del domingo de primarias, fue el propio sistema electoral. Por la

mañana, un destacado columnista de un medio nacional lo describía como “gusto extravagante” del oficialismo. Al día siguiente, su mismo periódico tituló “Alta participación”, considerando como histórico el porcentaje de votantes. No sólo ello, sino que la gran ganadora, la Presidenta, hizo referencia a él como la verdadera muestra de calidad institucional. Y si ello no bastara, se apresuró al día siguiente al de la elección a afirmar que este sistema no necesita imperiosamente de la boleta única.

No por remanido menos cierto, ningún sistema electoral es neutro. Si bien los resultados electorales de las provincias de Santa Fe y Córdoba fueron más que interesantes y la boleta única aprobó el examen al que se vio sometida, su implementación, a diferencia de las Paso a nivel nacional, tuvo algunos inconvenientes. El elevado voto en blanco fue uno de ellos, la fragmentación del electorado y las dudas sobre cuánto aporta a la gobernabilidad en sistemas multipardistas inestables, otro.

Córdoba incluso agregó otro capítulo, cuál es la confusión que generó el posibilitar un casillero que rompe la propia esencia de la boleta única, cuál es la opción de votar por lista completa. De ello se desprende otro rasgo que seguirá siendo una nota distintiva en la política argentina (nada diferente a lo que se vive desde siempre, sólo que ahora con otras instituciones): la convivencia o federalización de sistemas electorales diversos.

La heterogeneidad de sistemas electorales, sin afirmar cuál es peor o mejor, seguirá existiendo, porque cada actor seguirá definiendo al suyo como modelo. Esto podría resultar una mala señal para el electorado que nunca terminaría de entender la racionalidad de cada sistema para un voto más estratégico. No obstante ello, cuando se quiere victimizar al elector desde esta postura, en promedio, es el elector el que

victimiza a la política porque los que muchas veces no entienden a los sistemas son los propios dirigentes.

El oficialismo nacional pudo no haberlo entendido en Santa Fe tanto como la falta de comprensión del sistema electoral por la oposición a nivel nacional y por algunos

medios de comunicación. Esta Argentina, en medio de muchas turbulencias, por un buen tiempo ya y en lo que respecta a su comportamiento electoral, fue previsible, mucho más de lo que algunos especularon.

(De la edición impresa)

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