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China: una relación compleja y necesaria

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20 agosto de 2019

por Tomás Múgica

En los últimos años, junto con su ascendente poderío económico, el gigante asiático ocupa un lugar cada vez más importante a la hora de diseñar la política exterior de Argentina

La relación con China será prioritaria para el próximo gobierno. También para sus sucesores. La razón es sencilla: el ascenso de ese país ha modificado la estructura del sistema internacional y su impacto sobre la región y nuestro país es formidable. Los datos fundamentales del ascenso chino son conocidos: a partir de las reformas lanzadas por Deng Xiaoping en 1978 la economía china entró en un proceso de rápido crecimiento; hoy es la segunda a nivel mundial (15% del PBI global) y avanza hacia la vanguardia tecnológica. Sobre esa base, expande su presencia política y económica en el mundo y fortalece su posición en Asia Oriental, su entorno inmediato. Estados Unidos, que ha contribuido al crecimiento chino otorgándole acceso a su mercado e invirtiendo en su economía (al tiempo que China financiaba a la economía norteamericana mediante la adquisición de deuda), ahora lo resiste.

En relación a América Latina, desde el comienzo del Siglo XXI China ha acrecentado su importancia como socio comercial, fuente de Inversión Extranjera Directa (IED), prestamista e interlocutor político. Al compás de su crecimiento económico, ha incrementado su demanda de materias primas y alimentos provenientes de nuestra región: el intercambio comercial ya supera los US$ 300.000 millones. Se ha convertido además en un jugador clave en el desarrollo de la infraestructura física para el transporte de materias primas y de las fuentes de energía que su economía demanda. El capítulo más reciente de ese proceso es la participación de diversos países latinoamericanos y organismos regionales en la Iniciativa de la Franja y la Ruta.

ARGENTINA Y CHINA: PASADO Y PRESENTE DE UN VINCULO

En 1945 Argentina envió su primer embajador a China y en 1947 ?durante la presidencia de Juan Perón? Bramuglia y Chen Chieh firmaron el primer Tratado de Cooperación y Amistad entre ambos países. En 1949, tras el triunfo del PCCh, se suspendieron las relaciones diplomáticas, aunque algunos vínculos comerciales continuaron. Las relaciones diplomáticas se normalizaron recién en 1972, bajo la presidencia de facto de Alejandro Lanusse. La dictadura militar instalada en 1976 buscó ganar acceso al mercado chino para los cereales argentinos, para lo cual Martínez de Hoz visitó China en 1978.

Ya en democracia, Raúl Alfonsín y Carlos Menem desarrollaron considerablemente los vínculos bilaterales, pero fue bajo las administraciones de Néstor y Cristina Kirchner que la relación alcanzó un nivel superior. Durante esos años, el comercio entre ambos países se expandió rápidamente, se incrementó la cooperación en diversas áreas y se fortaleció el vínculo político. Se sucedieron visitas de alto nivel: en 2004 Kirchner viajó a China y Hu Jintao visitó Argentina; en 2014 CFK y Xi Jinping firmaron en Buenos Aires una Declaración otorgándole a la relación el carácter de asociación estratégica integral. En 2015 CFK visitó China.

A pesar de sus críticas ?mientras fue opositor? al vínculo con China desarrollado en el período 2003-2015, una vez electo presidente Macri apostó por una relación sólida con ese país, aunque restándole peso político para focalizarse en las cuestiones económicas. En 2017 el actual mandatario visitó China y en 2018 recibió a Xi Jinping en el marco de la conferencia del G-20.

¿Cuáles son los hechos fundamentales de la relación bilateral? China es el segundo socio comercial de Argentina. El comercio bilateral ronda los US$ 16.500 millones (2018), es deficitario para nuestro país y está dominado por el intercambio de alimentos (porotos de soja y derivados, carne bovina y pescados y mariscos entre los ítems principales) y aceites de petróleo por manufacturas industriales de media y alta tecnología (electrónicos).

China es uno de los mayores inversores externos en nuestro país. Su presencia es fuerte en temas de infraestructura: la renovación de las líneas ferroviarias Belgrano Cargas y San Martín Cargas y la construcción de las represas Cóndor Cliff (Kirchner) y La Barrancosa (Cepernic) figuran entre las principales iniciativas. También ha acrecentado su presencia en otras áreas, como la producción de alimentos, hidrocarburos y energías renovables, minería e intermediación financiera; la adquisición por parte de la estatal COFCO de Nidera y Noble, dedicadas al procesamiento y la comercialización de soja y derivados y las inversiones de Sinopec en gas y petróleo es uno de los ejemplos más destacados. China es un socio de peso en materia de cooperación científico-tecnológica: la proyectada construcción de Atucha III y el establecimiento de la Estación Espacial Bajada del Agrio (Neuquén) son algunos de los proyectos principales.

China provee financiamiento alternativo al brindado por los organismos multilaterales. Durante la gestión de Macri se amplió el swap de monedas entre el BCRA y el Banco Popular Chino firmado durante la presidencia de CFK, hasta un monto aproximado de US$ 19.000 millones. En 2017 Argentina ingresó al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB).

China, que al igual que nuestro país forma parte del G-20, es un interlocutor político de primer nivel. Mantiene una posición reformista respecto al orden internacional vigente, abogando por una mayor difusión del poder (un punto de coincidencia con CFK); en los últimos años se ha convertido en un defensor del orden económico liberal (en acuerdo con Macri), frente al proteccionismo de Donald Trump. De manera más específica, China apoya el reclamo de soberanía argentina en Malvinas, mientras que Argentina respalda la política de una sola China. Por último, como parte de una estrategia de poder blando, impulsa la apertura de sedes del Instituto Confucio y la creación de redes de políticos, funcionarios y académicos vinculados a ese país.

¿Cuál debería ser el lugar de China en la política exterior argentina? Señalamos tres puntos: Primero, China constituye un mercado de enorme importancia para bienes ?fundamentalmente alimentos? que Argentina produce a precios competitivos. El desafío, como es sabido, consiste en diversificar y agregar valor a la canasta exportadora y alcanzar una relación comercial más equilibrada (US$ 7.500 millones de déficit de nuestro país en 2018).

Al respecto, el proceso de urbanización y expansión de las clases medias que tiene lugar en China ofrece oportunidades para la venta de alimentos con mayor valor agregado. Las expectativas deberían ser más modestas para sectores de mayor nivel tecnológico, al menos en esta etapa del desarrollo chino. La apertura de nuevos mercados en el sur global y una agenda de competitividad doméstica y regional podrían aportar más en este sentido; la respuesta a la primarización de la economía no debería limitarse al vínculo con China.

Segundo, China aporta capitales necesarios para el desarrollo de la infraestructura de nuestro país. Es importante que ese aporte sea dirigido a proyectos que tengan valor para ambos socios. Ambos países tienen también grandes oportunidades de cooperación en materia de desarrollo científico-tecnológico en áreas como la aeroespacial, energía nuclear y biotecnología. En este punto es decisivo que haya transferencia de tecnología, así como evitar que esa relación sufra interferencias por compromisos políticos con terceros (Estados Unidos el caso más probable).

Tercero, de manera general, el ascenso de China ?al menos en su fase actual? abre una oportunidad para países medianos como Argentina. Crea espacios de permisibilidad internacional (Helio Jaguaribe) que hacen posible una mayor autonomía externa. Nuestro país debe evitar los alineamientos ?que limitan nuestros márgenes de acción? y en cambio intentar establecer vínculos sólidos tanto con Estados Unidos como con China. Necesitamos de ambos.

Una política exterior orientada hacia el desarrollo, entonces, debería tener a China como socio fundamental, buscando aprovechar al máximo todas las oportunidades de cooperación. Ello requiere consensos internos, voluntad política y un Estado con capacidad de planificación e implementación

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