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La cumbia de cuchuflito y pindonga o la música como acción política

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22 agosto de 2019

Por Sebastián Giménez

La canción de Sudor Marika se viraliza y prende en la gente. La cumbia contagia alegría, se baila con pasos que quieren ser de triunfadores. Es evidente que el macrismo está en retroceso aún cuando conserve la victoria en la ciudad porteña. Hay final abierto, en terreno escarpado desde siempre para el peronismo.

Ciudad orgullosa Buenos Aires. En 1820, los caudillos federales Estanislao López y Francisco Ramírez vencieron en la Batalla de Cepeda y ataron sus pingos en la plaza mayor, para expectación y horror de los porteños. Un caudillo más civilizado, Justo J. Urquiza, tampoco fue muy querido en la ciudad, aún cuando derrotara a Juan Manuel de Rosas. Orgullosa Buenos Aires, contempló el paso de multitudes que no la enamoraron, que no la hicieron caer rendida nunca.

Una ciudad que te puede llegar a tolerar un poco de peronismo pero sin las patas en la fuente. Que no se banca la marchita, pero la cumbia mucho mejor, por lo visto. Que ni Perón ganaba en la ciudad una elección, que en el '73, luego de dieciocho años de exilio y con el impulso arrollador del Luche y Vuelve y la juventud, en Buenos Aires fue electo senador Fernando de La Rúa. Un embrujo, una forma de ser a la que se quiere seducir ahora desde la cumbia, desde la música. Que el voto con música entre. Y lo más importante, la canción es un acierto por las maneras que emplea, cuando las formas son más importantes que el fondo. Las formas, las maneras de transmitir un mensaje son de una relevancia capital cuando el líder político se enfrenta a una ciudad hostil y resistente.

Vienen aires buenos, un slogan de campaña pertinente. La cara de buen tipo de Matías Lammens, de hombre tranquilo. Que surfea en un vacío de identidad política, de izquierda a derecha como los pasitos del baile. No soy peronista, dice, ni antiperonista. No soy kirchnerista, ni antikirchnerista reafirma. Si Cristina no iba en el segundo término de la fórmula nacional, no hubiera aceptado la convocatoria del Frente de Todos.

¿Qué es, entonces, Lammens? No lo devela la canción, que es una descripción rimada de los problemas que afectan a la gente todos los días. Ni kircherista ni peronista, Lammens se define como progresista. Apuntando a la estela de los últimos ganadores en la ciudad que pertenecían de alguna forma a ese signo, Aníbal Ibarra y Chacho Alvarez en las legislativas. Quiere ser una especie de frepasista sin Frepaso. La Ciudad de Buenos Aires puede tolerar un peronismo sin Perón. O una especie de kirchnerismo sin Cristina. En la Ciudad orgullosa, para intentar ganarla tenés que ser vandorista. Eso intenta Lammens, incorporando el recurso innovador de la música contagiosa. Música popular, la cumbia de cuchuflito y pindonga.

La cumbia se arraigó como género musical desde hace años, la bailan todos los sectores sociales, en cualquier ámbito. Aunque la letra pueda ser beligerante, se repite en forma amena y alegre, no confrontativa. No es tan fácil recordar campañas políticas acompañadas de música de forma importante. Me vienen a la mente el “Arremánguese”, de Menem del '89. Y la canción de la campaña de Alberto Albamonte en el 90, en oposición a la reforma constitucional propuesta por Antonio Cafiero en la provincia de Buenos Aires. No, no, no, no, dígale no, rezaba la propaganda y mostraba a gente risueña haciendo el signo de la negación con la mano.

La música, como parte de la campaña política, no aparece tan comúnmente y menos con esta capacidad de masificarse. Se junta la gente, baila, se ríe, contagia. ¿Alcanzará con eso? Está por verse. Lo que es seguro es que es una forma de seducción política innovadora. Lo que innova no daña, más si se quiere dar vuelta una elección.

Suenan los acordes y se baila alegremente la cumbia que avanza sobre el retroceso del rival y su silencio. El que calla, otorga, posibilita la oportunidad. La letra de la canción apunta también a identificar a Larreta con Macri y Vidal, claro. Pegarlo a los que perdieron, al barco que se hunde o es tragado por el pasado. Ya fue, ya fueron Macri y Vidal. Larreta es, por ahora. Por ahora. Y sólo si el soberano quiere. Que al fin y al cabo, de eso se trata la democracia. De elegir lo que vos querés. Sólo lo que vos querés.

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