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Sólo cabe ir mejorando

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13 noviembre de 2019

por Sebastián Giménez

El deseo común es que hayamos tocado el fondo del pozo de la economía recesiva para comenzar a emerger de alguna forma

“Bienaventurados los que están en el

fondo del pozo, porque de ahí

en adelante sólo cabe ir mejorando”

-Joan Manuel Serrat

La película que terminó con las elecciones generales del 27 de octubre no fue de suspenso. La contundencia de las PASO volvió anunciada una victoria que sólo quedaba resolver por cuánto. Y es verdad que el cuánto sorprendió. Más apretada que lo esperado, suficiente para lograr el triunfo pero no la hegemonía.

La campaña oficialista centrada en los enunciados valores democráticos y republicanos e intentando buscar el error del rival procurando emular “el cajón de Herminio” en el espejo de Venezuela y el autoritarismo, naufragó en la realidad concreta de una economía recesiva. Los votos del centro del país y las zonas rurales estimulados tal vez por “ la reforma agraria de Grabois”, no resultaron suficientes. A la larga, se cumplió el axioma de que lo que se pierde en el conurbano bonaerense no se recupera fácilmente en el interior del país. Verdad de Perogrullo que existe casi desde el nacimiento mismo del peronismo, una movilización gigantesca del conurbano aquel 17 de octubre ocupando la Capital.

Una táctica más bien conservadora del gobierno en un mensaje con poco contenido social y que se complementó con el“ Cuidemos nuestros votos” llamando a la fiscalización de los congéneres. Te golearon en el primer partido electoral y te paraste con dos líneas de cuatro en la revancha, cuidando perder por poco o remontar aprovechando errores del rival, para lograr cargos legislativos y liderar la oposición a lo que viene. Como el Boca de Gustavo Alfaro en el choque con River, la sensación es que el oficialismo lo perdió en el primer partido, las PASO. En el segundo, la remontada fue visible pero no alcanzó en una elección polarizada y tomada por los electores casi como un balotaje.

Un argumento habitual de elencos políticos variopintos es atribuir las derrotas electorales a una deficiencia en la comunicación. Perdimos, porque no fuimos claros en comunicar nuestros logros. El crecimiento invisible, los brotes verdes, el discurso por demás discutible de que unos sectores fueron perjudicados pero otras ramas económicas resplandecieron, las obras de infraestructura que no se aprecian, los entubamientos subterráneos del “no se inunda más”. Pero, a la larga parece, la realidad material se comunica y se padece en el día a día. Subieron la pobreza, la indigencia, la desocupación, y disminuyeron los votos. Subió el dólar, se disparó la inflación, bajó el consumo, disminuyeron los votos.

Una transición demasiado larga la del país entre agosto, cuando resultó casi anunciada la derrota del Gobierno, y diciembre, donde entregará el poder. Que haya reglas claras, el axioma que suelen repetir los que ruegan que lleguen las inversiones. Con dos virtuales presidentes, difícil. La lluvia que nunca llegó en estos cuatro años de Cambiemos. Sequía de inversiones, ajuste, recesión y la consecuente derrota política.

El nuevo gobierno que asumirá el 10 de diciembre ingresará políticamente con handicap y económicamente apretadísimo. En el primer sentido, siempre conviene tomar cualquier trabajo (¿incluso el de Presidente?) si tu antecesor tuvo un mal desempeño o se le llenó la cocina de humo en la crisis, como diría el inefable Luis Brandoni. Si a tu predecesor no le fue nada bien, con un par de cositas que logres o acomodes, podrás tal vez ser visto rápidamente como un estadista o una especie de salvador.

En la hora de la victoria, hacer un llamado a una concertación aún más plural e inclusiva de distintos sectores políticos puede dar oxígeno y handicap político al nuevo gobierno de Alberto Fernández, e incluso fortalecerlo en una eventual puja interna con sectores que se insinúen más combativos. El revival de la Concertación Plural de los primeros tiempos de Néstor Kirchner en el lejano 2003, el espejo donde el Presidente electo elige mirarse. También se volverá necesario negociar con la oposición, que tendrá una importancia significativa.

Pero económicamente se insinúa una situación apretadísima. Con una deuda largamente incrementada y reperfilada, default con otro nombre. Una renegociación con el Fondo Monetario Internacional se insinúa, buscando en principio la ampliación de plazos sin quita de montos. Una situación social hurticante por la recesión económica que disminuyó la actividad y aumentó la desocupación. La inflación, el dólar. Una especie de alquimia tendrá que lograrse para asegurar gobernabilidad y comenzar a mejorar los indicadores sociales. La receta deberá ser casi que necesariamente heterodoxa, desde que fracasaron los maestros de los libritos siempre en Argentina. La economía y la política, esas dos dimensiones que es preciso integrar para volver creíble un plan de gobierno. Ni la tablita de Excel dura de las variables macroeconómicas ni promesas deschavetadas irrealizables, el delicado equilibrio no exento de tensiones que se deberá transitar.

El deseo común es que hayamos tocado el fondo del pozo de la economía recesiva para comenzar a emerger de alguna forma. Que se empiece a insinuar una especie de reactivación, brote verde real que comience a accionar las poleas del crecimiento. Que hayamos tocado el fondo del pozo entonces. Porque de ahí en adelante, como recuerda en sus irónicas bienaventuranzas el gran maestro catalán, sólo cabe ir mejorando.

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