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Kenneth Janda vs. las elecciones intermedias

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10 mayo de 2021

Por Ernesto Calvo

En septiembre de 1994, mi primer semestre de Doctorado en Estados Unidos, tuve el placer de tomar clases con Kenneth Janda, Profesor de Política Comparada conocido por sus trabajos sobre la estructura y organización de los Partidos Políticos. El seminario tenía lugar el semestre en que se llevaban a cabo las primeras elecciones de medio término de Bill Clinton, acechado por una mala economía y furiosamente resistido por las bases demócratas.

Luego de sus primeros 100 días de Gobierno, Bill Clinton tenía los niveles de aprobación presidencial más bajos que hubieran sido medidos para cualquier otro presidente en los 50 años precedentes. Su política de integración con México y Canadá le había ganado el rechazo de los sindicatos demócratas. Su política “Don't ask, don't tell”, que forzaba a los oficiales y subordinados militares a no preguntar y no revelar sus preferencias sexuales le había ganado el rechazo de la base progresista demócrata. Finalmente, sus políticas de reducción del gasto social habían incrementado los costos sociales de la crisis económica heredada de George Bush. En efecto, el escenario para el oficialismo era tan oscuro como su presente.

Kenneth Janda?

En una de las primeras clases de estadística política con Ken Janda, nos preguntó que debíamos esperar de las elecciones intermedias. Luego de levantar la mano y ser autorizado a hablar, expliqué que a mi juicio la elección se iba a perder debido a los costos de NAFTA, el rechazo de la comunidad LGBTQ+ y la falta de entusiasmo en la base demócrata.

Janda me escuchó pacientemente por un par de minutos y luego afirmó: sabemos, sin embargo, que el oficialismo siempre pierde votos en las elecciones intermedias. Todo lo que decís puede ser cierto, o no, dijo Janda, pero las elecciones intermedias siempre son un “masacre” para quien está en la Casa Blanca.

Barack Obama llamaría “shellacking” a su propia derrota en las elecciones intermedias mientras que Donald Trump anunciaría que la pérdida contra los demócratas por más de 8 puntos era una “gran victoria”, haciendo gala de su capacidad para reinterpretar cualquier dato de la realidad que le era inconveniente.

Nunca olvide lo que me enseñó Ken Janda ese día ni tampoco la forma en que lo argumentó. Las votaciones tienen un cierto ritmo y todo shock político o económico contingente es siempre sobredimensionado por la prensa, por los votantes, por los académicos. Todo proceso político tiene resultados positivos y negativos, los cuales encuadran nuestras creencias antes de la elección, anticipando un resultado, y son enmendados después de la elección, cuando nos toca explicar porque nuestra predicción fallo.

Los shocks políticos y económicos compiten con lo que se denomina “fundamentals” de la política, que se resisten a ser movidos por cualquier accidente temporal. La pregunta de Ken Janda era también una demostración experimental de mis propios prejuicios, dejando que me pusiera la soga al cuello con argumentos contingentes (shocks) para revelar después lo que en el fondo es una regularidad estadística.

?versus las elecciones intermedias

Las regularidades que gobiernan las elecciones intermedias en Argentina no son idénticas a las de Estados Unidos, pero son también estables en el tiempo. En Estados Unidos, las elecciones intermedias son frecuentemente perdidas por el oficialismo porque la oposición se activa, aumentando la participación, en tanto que el votante oficialista se desactiva. La pérdida de votos no refleja por lo general un cambio de preferencia sino un cambio de intensidad política por parte de oficialistas y opositores, lo cual es clave en un sistema con voto optativo.

A diferencia del sistema bipartidista de EE.UU., las elecciones intermedias en Argentina están gobernadas por la pérdida de votos del oficialismo y la fragmentación de la oposición. En las elecciones intermedias el número efectivo de partidos aumenta dramáticamente porque el oficialismo pierde votos (por lo menos respecto de la elección presidencial, que es lo que los votantes recuerdan), en tanto que la oposición está enfocada en resolver sus luchas internas en vistas a la elección presidencial dos años después. Los mecanismos para este resultado son varios.

En primer lugar, la falta de una elección presidencial disminuye la concentración de votos en dos candidatos principales. Cuando la elección es presidencial, la campaña para elegir a Alberto Fernández o a Mauricio Macri genera arrastres que concentran el voto para las otras elecciones. Por tanto, en promedio, las dos coaliciones grandes pierden votos a los terceros partidos.

En segundo lugar, la perdida de la elección presidencial precedente estimula la competencia entre los opositores, produciendo fracturas al interior de las coaliciones opositoras y entre coaliciones opositoras. El resultado de esta mayor fragmentación de la oposición es que el oficialismo a menudo gana menos votos, pero obtiene más bancas. Un oficialismo exitoso logra perder menos votos en la elección intermedia que aquellos que se fragmentan en la oposición. Un oficialismo no exitoso, por otro lado, pierde votos y bancas.

En tercer lugar, los gobernadores no tienen que alinearse con los candidatos presidenciales y flexibilizan las coaliciones provinciales, produciendo una mayor dispersión del voto legislativo provincial. El resultado es el financiamiento de campañas que aumentan el “ruido” político, en la medida en que la información política se vuelve demasiado compleja para los votantes.

La mañana después

Los tres mecanismos descriptos tienen como corolario una distribución de noticias al día siguiente de la elección que enfatiza uno o dos de estos mecanismos de acuerdo a su inclinación política. El medio opositor afirma que (1) el oficialismo fue derrotado ampliamente, perdiendo votos respecto de la elección presidencial del 20__ (completar). El medio oficialista afirma que (2) la oposición sigue sin proponer un liderazgo, incapaz de dar respuesta a las necesidades de las y los argentinos.

Finalmente, los medios independientes aseguran que (3) la legitimidad del sistema político ha decaído, con una alta fragmentación política que muestra que las preferencias de los votantes no son escuchadas. Este último mensaje resuena también en los pasillos de las instituciones académicas, con una severa advertencia respecto de la creciente pérdida de legitimidad del sistema político y la incapacidad de la política para dar respuesta a las necesidades de los votantes.

Desde aquel septiembre de 1994, el día después de la elección está dedicado a las enseñanzas de Ken Janda. Separar la paja del trigo significa saber si (1) fue el oficialismo “derrotado” por más o menos margen que en cualquier otra elección intermedia; si (2) se fragmentó la oposición más o menos que en cualquier otra elección intermedia; y si (3) ha caído o no el interés de los votantes por saber cuál fue el número de bancas que ganó o perdió cada uno de los partidos políticos.

Son las reglas de la política, todo resultado debe ser medido en su contexto.

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