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Macri: crecer o defenderse

29 marzo de 2012

(Columna de María Esperanza Casullo, de la edición Nº52)

El PRO exhibe una curiosa ambivalencia entre sus aspiraciones de partido nacional y sus instintos de partido vecinalista.

La relación entre el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires y el Gobierno Nacional está signada por el antagonismo. Este nace de datos estructurales, que tienen que ver con la distribución de recursos entre la Nación y la CABA, pero también de decisiones de estrategia política. Claramente, Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri se han elegido mutuamente como las figuras para polarizar el campo político, y están actuando en consecuencia.

La instancia más reciente de este enfrentamiento se despliega a partir de la decisión del Gobierno Nacional de transferir al Gobierno de la ciudad la propiedad y el manejo de los subterráneos (más el Premetro más las líneas de colectivos cuyo recorrido no sale de la CABA.) El tira y afloje sobre el traspaso lleva ya dos meses: una vez anunciada la transferencia por el Gobierno Nacional, ambas jurisdicciones firmaron un acuerdo el 3 de enero de 2012. Sin embargo, hace tres semanas, el Gobierno Nacional decidió apurar el cambio luego del choque del Sarmiento. Frente a esta aceleración de los tiempos, Mauricio Macri anunció que rechazaba el acuerdo y decidía devolver los subtes a la Nación. Por su parte, la respuesta de la presidenta Fernández de Kirchner fue enviar una ley al Congreso para que el mismo ratifique el acuerdo ya firmado. En el día de ayer el Congreso sancionó el traspaso. Ante la resistencia del gobierno del PRO, es seguro que el tema se dirimirá en la justicia.

No es el objetivo de esta nota determinar la validez de las razones legales de uno u otro lado, sino analizar el impacto que este enfrentamiento puede tener en la conformación de la estrategia nacional del PRO a mediano plazo.

La disputa en relación al traspaso de los subtes pone a Mauricio Macri en una disyuntiva en relación al difícil equilibrio que debe alcanzar entre defender su territorio y avanzar hacia la política nacional. Por un lado, el PRO desea aparecer como un defensor de su territorio frente a las intrusiones del Ejecutivo Nacional, y, además, hace tiempo que la estrategia del PRO es “no hacer olas” en la ciudad. El PRO busca implantar un cierto orden de gestión, confrontar lo menos posible (salvo con el Gobierno Nacional), y dar una imagen de buena onda y nueva política. ¿Quién, en su lugar, no querría que otro se haga cargo de la problemática del transporte, una de las más difíciles y conflictivas de toda la agenda de política pública nacional? Es comprensible. Sin embargo, existen riesgos en esta estrategia.

Mauricio Macri ya anunció su voluntad de disputar la presidencia en el 2015. Tiene varios factores a favor: ha ganado de manera contundente no una sino dos elecciones en su territorio; el año pasado su primo y aliado llegó a la intendencia de Vicente López; puede contar con bloques razonablemente orgánicos no sólo en la Legislatura porteña (en donde el PRO es mayoría) sino también en el Congreso y, por último, Macri goza de un conocimiento personal alto a nivel nacional, por su paso en Boca. Sin embargo, así como tiene factores a favor, Macri tiene un problema bastante importante: con la excepción de Vicente López (que es demográfica y socio-econónomicamente más una extensión geográfica del núcleo duro de apoyo al PRO, o sea, la zona norte de la CABA que una parte de la provincia de Buenos Aires), el PRO no ha podido construir un perfil político nacional. No tiene implantación territorial en el interior del país (ni mediante gobiernos locales ni gracias a una estructura de locales partidarios), tampoco tiene en la mayoría de las provincias figuras de peso propio (salvo las posibles excepciones de Salta y Santa Fe) y, lo más importante, no tiene ni un discurso ni una agenda programática nacionales, más allá de la oposición al kirchnerismo y algunos slogans genéricamente libremercadistas.

El problema es que los votos de la CABA, aún así Macri logre captar para las presidenciales la totalidad del excelente 65% que sacó en el 2011 en la segunda vuelta de la elección a jefe de Gobierno, no alcanzan para ganar una elección presidencial. Para ser presidente, Macri va a necesitar al menos algunos votos del interior: en el 2015, va a tener que explicar a los votantes de todo el país por qué deberían votarlo y qué mejoras representaría un gobierno suyo en relación a las economías de su regiones y su vida cotidiana. Sobre todo teniendo en cuenta que es probable que Macri enfrente a Binner y a Scioli, es decir, a dos candidatos “del interior” que además pueden articular un relato con experiencia de gestión.

El Gobierno Nacional envió este tema al Congreso porque sabe que muchos habitantes de las provincias viven como una injusticia que la Nación subsidie el transporte de la zona metropolitana, cuando en casi todas las ciudades del interior los habitantes pagan más para viajar igual o peor. También viven como una imposición los recursos que la Nación transfiere a la CABA para sus servicios de salud y seguridad pública, aún cuando la CABA es el distrito con el ingreso per capita más alto del país, por lejos. En síntesis, el Gobierno Nacional calculó acertadamente que sería imposible para el PRO sostener en el Congreso la postura de que la Nación debía continuar solventando gran parte de su infraestructura de transporte. Seguramente esto lo saben, y es por esto que anuncian que se recurrirá a la Corte Suprema.

En términos políticos, Macri debe sopesar cuidadosamente el tono que debe mantener: si tener su territorio “en paz” hasta el 2015 es condición de posibilidad de su candidatura, no es menos cierto que no le conviene quedar reducido a la figura de un alcalde protestón, defendiendo privilegios y peleado no ya con la Nación sino con “las provincias” en general.

¿No le convendría al PRO hacerse cargo del transporte de la CABA, motorizando además la conformación de una autoridad conjunta del tema con los municipios del conurbano y la provincia de Buenos Aires? Sería una manera de poner un pie en la política de la provincia. ¿No sería una mejora sustantiva del sistema de transporte metropolitano un gran logro de gestión para una campaña nacional? ¿No sería quitarle estos temas al Poder Ejecutivo Nacional otra manera de empequeñecerlo? ¿No sería mejor esto que verse arrastrado a una confrontación, aunque más no sea simbólica, no ya con el kirchernismo, sino con todas las provincias?

En este y en otros temas se atisba una curiosa ambivalencia en el PRO entre sus aspiraciones de partido nacional y sus instintos de partido vecinalista. Por supuesto, todavía hay tiempo hasta el 2015, pero la realidad política argentina del día a día no es complaciente con los que dudan demasiado.

(De la edición impresa)

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