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Para gozar el sainete de YPF

30 abril de 2012

Son las consecuencias económicas y no las críticas externas a las que hay que prestarles atención.

Era noviembre y nevaba, pero las calles de Heidelberg bullían de gente y vino caliente con especias. Ante un interlocutor incrédulo, el funcionario venezolano de Lufthansa desgranaba las frecuencias diarias entre Europa y el Estado bolivariano. ¿El turismo alemán en el Caribe justifica tantos vuelos?, le preguntaron. Ni turismo ni alemán ?respondió? los aviones van llenos de rusos, chinos e iraníes que viajan por negocios. Hugo Chávez es un payaso totalitario para la mitad del mundo?pero el mundo tiene dos mitades.

El colapso europeo en ciernes está cambiando el centro de gravedad de la política internacional, y la expropiación de YPF así lo refleja. La decisión argentina fue juzgada por muchos como mala política económica y mala política externa pero al menos una de ellas es irrelevante: la inserción global de un país no depende de atavismos biempensantes ni de madre-patrias ofendidas. Venezuela no es un paria: mantiene a los Estados Unidos como principal destino para sus exportaciones y hace negocios con todas las potencias emergentes ?Brasil incluido? y con Alemania. El socialismo del Siglo XXI no aisló al país, aunque tampoco lo hizo crecer.

La Argentina tampoco se alejará del mundo por estatizar una empresa petrolera. Que eso contribuya a su desarrollo es otra historia. Marx afirmó célebremente que la historia se repite, primero como tragedia y luego como farsa. No debe ser eso lo que pensó Néstor Kirchner cuando apoyó la privatización de Menem en los '90, pero es factible que lo esté pensando Menem mientras vota la estatización de Kirchner dos décadas más tarde. Marx también declaró éstos son mis principios; si no le gustan, tengo otros. Otro Marx, otros tiempos, otra YPF. Y ahí está la diferencia.

La YPF que defendemos y que queremos reencontrar no existe más por obra y gracia del peronismo, alega Facundo Suárez Lastra mostrando que aún queda vida inteligente en el planeta radical. Estatizan el logo y las paredes, insinúa sin decir. El petróleo ya era argentino, o mejor dicho, de las provincias. Bastaba con revocar las concesiones por incumplimiento del contrato para que los yacimientos retornaran al control de sus dueños. ¡Y era gratis! Como con los ferrocarriles, nacionalizados por Perón, privatizados por Menem y chocados por Kirchner, la Patria vuelve a hacer un gran negocio ?un negociado?.

Consultado por el estadista, un analista latinoamericano de la City londinense discurrió: “Al igual que con el control de cambios, yo noto una contradicción entre el objetivo declarado -aumentar la producción- y el resultado real -otro muerto en las espaldas del Estado, escasa o nula inversión-. Si esto acelera la fuga de capitales, como se infiere por el alza del dólar paralelo, entonces erosiona la capacidad del Gobierno para mantener la economía bajo control”. Como las consecuencias económicas de la medida son riesgosas, conviene distraerse mirando la repercusión internacional.

La decisión argentina recuerda la nacionalización boliviana de las refinerías petroleras, cuando Evo expropió a Lula. Brasil aguantó el golpe y no tomó represalias, pero Bolivia se quedó sin tecnología ni capital. No fue el golpe sobre la imagen externa sino sobre la economía el que dolió. A Petrobras, en cambio, no le fue tan mal.

Otro será el destino de Repsol, una petrolera sin petróleo de un país que se derrumba. Que Rajoy no preside un gobierno de luminarias se torna evidente para el observador menos avisado. Pero no fue su ineptitud lo que condenó a Repsol sino el hecho de que la Argentina puede hacerle más daño a España que al contrario. Telefónica y los grandes bancos lo saben, y por eso los españoles sensatos buscan desescalar el conflicto en lugar de reclutar aliados y amenazar sanciones.

Contra la moda de la década pasada, la globalización retrocede y las tendencias proteccionistas aumentan. El Atlántico pierde importancia, y no sólo los mercados sino los Estados (ex) amigos asfixian al Viejo Mundo. Si España aún tiene algo para aprender de la Argentina, le conviene notar que las bravatas atraen votos pero no desarrollo. La expropiación de YPF es un pequeño paso en la marcha nacional hacia otra crisis económica. Pero eso es un dato menor. Lo encantador es que resulta un gran salto hacia la irrelevancia global de Europa. ¿Quién dijo que las farsas no son divertidas? Basta poner un poco de mala intención.

(De la edición impresa)

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