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Cortando el pasto en Gaza

30 noviembre de 2012

Para entender la región hay que desviar la mirada de los cadáveres. Allá las muertes son un instrumento de legitimación de la violencia.

No hay argumento que valga contra niños muertos. Por eso, para comprender lo que ocurre en Gaza es necesario sacar los ojos de la foto. Aunque el texto, a veces, tam bién engañe. Nacho Torreblanca, el más perspicaz de los analistas españoles de política exterior, acaba de escribir en El País que “activistas de Hamas lanzan cohetes regularmente sobre Israel, pero las cifras (700 en lo que iba de 2012) demuestran que el gobierno de Netanyahu podía perfectamente vivir con esos lanzamientos”.

Tremenda majadería. ¿Alguien se imagina a cualquier otro gobierno del mundo recibiendo 700 cohetazos en un año y cruzándose de brazos? Cuando Colombia bombardeó una base de las FARC en Ecuador, el historiador Moniz Bandeira aseguró en la BBC que, si la acción se hubiera lanzado contra territorio brasileño, su país habría declarado la guerra. Aunque la lucidez del historiador brasileño es objeto de polémica, su opinión reflejaba el sentido común: un Estado atacado se defiende.

Puede discutirse la legitimidad de la respuesta israelí pero no su racionalidad: en esa tierra, el que pone la otra mejilla termina crucificado. El contraargumento más utilizado es que Israel inició la violencia por ser una potencia ocupante, y por lo tanto los palestinos sólo se defienden. El problema de este relato es que contradice los hechos: bajo el mandato de Ariel Sharon, Israel se retiró unilateralmente de Gaza en 2005, llevándose a algunos de sus colonos por la fuerza.

Es cierto que sigue ocupando varias extensiones de Cisjordania, el otro segmento de territorio palestino, pero no es de ahí de donde vienen los cohetes. Ante esta constatación, el argumento se reelabora así: es verdad que Israel se retiró de la Franja de Gaza, pero mantiene el bloqueo por tierra, aire y mar. Parcialmente correcta, esta explicación es por eso falsa: Gaza tiene frontera con Egipto, así que el Estado israelí no podría sitiarla sin la complicidad del mayor de los países árabes. Y, por lo que se ve, la llegada al poder en El Cairo de los Hermanos Musulmanes generó mucha simpatía con la causa palestina ?pero no la suficiente como para dejarlos cruzar la frontera?.

Israel tiene tanta capacidad de bloquear a Gaza como la Argentina de bloquear a Uruguay: podrá piquetearle todos los puentes y expropiarle Buquebus, pero cuando hay otro vecino y salida al mar, sin connivencia no hay bloqueo.

La aspiración palestina de un Estado soberano es justa y genera empatía, pero Hamas es detestado hasta por sus hermanos. Y, sin embargo, la política cohetera de Hamas les sirve a muchos: a los fundamentalistas islámicos y nacionalistas radicales, para atizar el odio contra Israel; al gobierno de derecha israelí, para justificar su negativa a devolver más territorio, y a Irán, el gran mecenas, para distraer las atenciones mientras desarrolla la bomba atómica. Claro que la violencia perjudica a los civiles de ambos lados de la frontera, así como a los moderados de todo Oriente Medio.

Pero, irónicamente, la solución sólo puede llegar de la mano de los radicales: o se barre a Israel del mapa o se desarma a sus enemigos. Irán tiene clara su opción, Egipto y Turquía, la otra potencia amarilla de la región, no. En el largo plazo, es factible que Hamas termine alejándose de la violencia como ya hizo Fatah, la otra gran organización palestina. En Europa, IRA y ETA son buenos antecedentes. Pero en el corto plazo la clave no yace en Palestina sino en Damasco y en los bunkers subterráneos iraníes. La suerte del gobierno sirio parece echada y su caída es cuestión de semanas. El ataque a Irán, en cambio, todavía carece de fecha.

Cuando los israelíes son confrontados con la posibilidad de que esa opción retrase el desarrollo nuclear sin eliminarlo, su respuesta es simple: entonces volveremos a atacar. En una región donde los conflictos no se resuelven sino que se administran, los bombardeos son el equivalente a cortar el pasto: una rutina que se repite mientras el pasto vuelva a crecer. Por más trágico que parezca, Gaza es una cortina de humo. Detrás de las fotos de niños muertos se esconde la bomba iraní, aunque ese texto todavía no esté escrito.

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