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La formación de un eventual gobierno de coalición

17 marzo de 2014

(Columna del politólogo Javier Zelaznik)

Una eventual coalición de gobierno no peronista en 2015 requiere tener un mecanismo para coordinar la acción de los socios en el gobierno y en el Congreso, en donde, aun haciendo una buena elección, no tendrá mayoría

El triunfo de un candidato no peronista en las elecciones presidenciales de 2015 sólo será posible si es apoyado por una coalición electoral. Ello es producto de las asimetrías del actual sistema argentino de partidos. Por un lado, el electorado peronista sigue apoyando principalmente a candidatos de ese signo político aunque no sean los oficiales del PJ y, por el otro lado, el electorado no peronista se ha fragmentado de manera inestable en varias fuerzas alternativas. Esa fragmentación ha contribuido a la construcción de un sistema de partido predominante en que la alternancia se centra en la capacidad del PJ para generar liderazgos tanto hacia la izquierda como hacia la derecha del espectro político, y la inestabilidad electoral ha revelado la futilidad de los intentos unilaterales de crecimiento por parte de las fuerzas políticas no peronistas. Adicionalmente, la competencia atomizada de esos partidos disminuye su competitividad y atractivo, con lo que parte de su propio electorado comienza a decantarse hacia alternativas ofrecidas desde el peronismo.

Los partidos que forman parte del espacio progresista, cívico y social se han embarcado en la formación de un acuerdo político sobre la base de ese diagnóstico compartido. La convergencia entre la UCR, el Partido Socialista, la Coalición Cívica, el GEN, Libres del Sur y Proyecto Sur propone un escenario en que el predominio del PJ es interrumpido por la alternancia con una coalición de partidos no peronistas.

La plausibilidad de ese escenario depende de su capacidad para generar la confianza y compatibilidad necesaria es para proyectarse como una posible alternativa de gobierno viable. Ello requiere establecer una instancia de gestión política capaz de coordinar las actividades y recursos de los diferentes socios de la coalición, y de resolver conflictos de estrategia, programáticos y de candidaturas. La determinación del programa de gobierno implica un diagnóstico compartido sobre las características y la probable evolución de la coyuntura, y sobre los instrumentos de gestión disponibles y necesarios para trasformar el programa en políticas efectivas. Aun en la era de campañas electorales con un contenido programático relativamente bajo, el programa cumple varias funciones importantes: envía un mensaje a los electores sobre la orientación programática de la coalición y la homogeneidad de sus socios, permite articular los equipos técnicos de las diferentes fuerzas y posibilita identificar áreas de desacuerdo.

La selección de candidaturas introduce una complejidad que está ausente en el caso de coaliciones puramente poselectorales. Sin embargo, esas interacciones previas pueden contribuir a cimentar la confianza y el trabajo conjunto entre los socios. La estructura multinivel del sistema político argentino multiplica los cargos electorales que deben ser negociados, lo que aumenta los puntos de conflicto pero a la vez facilita la negociación al poner a disposición diferentes instancias para compensar a las distintas fuerzas políticas. Las asimetrías suelen dificultar las negociaciones, aunque el predominio organizativo de la UCR es compensado por la mayor fuerza electoral de otros partidos en algunos de los distritos grandes, especialmente Santa Fe y CABA.

Aunque existen diferentes mecanismos para seleccionar candidatos, las PASO resultan un punto focal ya que su carácter de interna abierta le aporta legitimidad democrática al proceso y su disponibilidad elimina los costos de definir un procedimiento alternativo. El mecanismo PASO puede ser complicado para definir la candidatura presidencial dado que hay un solo ganador, exacerbado por el hecho de que al elegirse la fórmula completa se impide utilizar la candidatura de vicepresidente como compensación. De allí que resulte útil la adopción de mecanismos consensuales previos a las PASO que no eliminen la competencia, tales como la presentación de varias fórmulas cruzadas.

En caso de que a partir de diciembre de 2015 asuma un presidente no peronista, encabezará un gobierno de coalición, lo que requiere un mecanismo para coordinar la acción de los socios que lo integran y el Congreso. Las coaliciones de gobierno constituyen una fórmula política usual en los sistemas parlamentarios. Suele argumentarse que en contextos presidenciales las coaliciones de gobierno no son viables, y la única experiencia en la Argentina, entre 1999 y 2001, parecería confirmar ese pesimismo.

Sin embargo, existen muchos ejemplos de gobiernos de coalición exitosos en democracias presidenciales, tales como los cuatro gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia, en Chile entre 1989 y 2010 (Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet), y las administraciones de F. Henrique Cardoso, Lula y Dilma Rousseff, en Brasil. Los mecanismos de gestión de coalición en el gobierno no necesariamente coinciden con el de la coalición electoral.

En los gobiernos parlamentarios el gabinete ministerial suele ser la arena de coordinación principal ya que los líderes de los partidos socios ocupan cargos en el Ejecutivo, algo que es menos frecuente en los sistemas presidenciales. En estos casos se agrega una mayor complejidad por la legitimidad independiente del Presidente, y el hecho de que no necesariamente constituye el líder de su propio partido, pero posee el poder para nombrar y remover a los miembros de la administración. Los mecanismos de gestión deben articular la interacción política de los miembros de la coalición, la marcha cotidiana del gobierno y la coordinación de los bloques legislativos. por ello es que la formación de la coalición también requiera la anticipación de algunos criterios sobre la forma en que se coordinará la acción de su eventual gobierno, y en que se distribuirán los cargos ministeriales entre los socios, teniendo en cuenta la posición central que posee el Presidente en ese armado político.

EL CONGRESO

La eventual coalición de gobierno que acompañe a un presidente no peronista en 2015 carecerá de una mayoría legislativa, lo que requiere una estrategia para ampliar el apoyo legislativo que sea consensuada por las fuerzas que formen parte de la coalición. Dadas las bancas de diputados obtenidas por cada partido en 2013, y de senadores en 2011 y 2013, y asumiendo que en 2015 la coalición obtenga el 50% + 1 (66) de las 130 bancas de diputados en juego (y las otras 64 se distribuyan entre las otras fuerzas de manera proporcional a los resultados que éstas obtuvieron en 2013), y que en el Senado la coalición obtenga la mayoría en todas las provincias quedando la minoría para el peronismo, se obtienen la distribución hipotética que figura en el cuadro.

En ese escenario optimista, el resultado sería un gobierno de coalición minoritario. Eso significa que no sólo hay que coordinar el apoyo legislativo de los socios del gobierno, sino planear los posibles cursos de acción para extender el apoyo más allá de los aliados electorales, sea mediante la ampliación de la coalición de gobierno, su complementación con una coalición estrictamente legislativa o la negociación de acuerdos puntuales alrededor de cada una de las decisiones que requieran aprobación legislativa.

La alternativa a seguir no puede ser establecida a priori ya que está en gran medida condicionada por la eventual composición del Congreso. Sin embargo, es posible prefigurar escenarios.

Si la distribución hipotética del cuadro es más o menos acertada, en ambas cámaras habría un predominio de legisladores pertenecientes a la gran constelación peronista. A pesar de su división entre kirchneristas y no kichneristas, es probable que los diferentes sectores del PJ tiendan a unificarse en la oposición o, alternativamente, a competir entre ellos para constituirse como eje articulador del PJ opositor. Sea cual fuese el caso, resulta poco probable que estén disponibles como socios de una gran coalición de gobierno omeramente legislativa, siendo más probable obtener, en todo caso, algún tipo de apoyo puntual, activo o pasivo. El resto de los bloques legislativos es muy pequeño, heterogéneo y fragmentario, lo que disminuye su atractivo para incorporarlos como miembros de la coalición, aunque no para negociar con ellos la aprobación de legislación importante.

Cualquiera sea la fórmula o combinación a adoptarse, la ampliación de la base de apoyo presenta un desafío importante a los socios iniciales de la coalición ya que suele implicar la reformulación de los compromisos programáticos originales, de la distribución de cargos entre los socios, o de ambas. De allí que la conformación de una coalición electoral requiera de cierta anticipación de los probables escenarios legislativos y, en caso de coaliciones minoritarias, del marco de alianzas y el tipo de estrategia para viabilizar en el Congreso el programa de gobierno.

La viabilidad de la estrategia seguida por los partidos del espacio progresista, cívico y social depende de su credibilidad como fuerza electoralmente competitiva, pero también como alternativa de gobierno. Ello requiere que sus líderes transmitan la idea de que son capaces de llevar adelante la difícil tarea de la formación y mantenimiento de coaliciones, en línea con las experiencias de algunos de los países de la región.

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