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Reelecciones circulares y la fortuna

05 abril de 2011

(Artículo publicado en la edición Nº28)

Un segundo mandato de CFK sufriría por la imposibilidad de que haya rereelección. El lame duck y los casos atípicos de Lula y Uribe.

La Argentina es imprevisible y los escenarios políticos e institucionales pueden variar, de repente. Las encuestas electorales muestran una opinión pública volátil y muy sensible a hechos y actos imprevistos como fue, por ejemplo, el fallecimiento de Néstor Kirchner. En definitiva, hasta poco tiempo antes de los comicios podría haber cambios y corrimientos electorales.

Ante tal perspectiva es casi un juego imaginar los futuros posibles en el mediano plazo e incluso recalar brevemente en el pasado. Esta reflexión se despega de la coyuntura del día a día y especula sobre la experiencia y la teoría existente en torno de la reelección presidencial, desde un enfoque de ciencia política. Radiografía de lo que pudo haber ocurrido en el pasado y podría ocurrir en el futuro. Retratos superpuestos

de caminos posibles y probables entre diferentes senderos que se bifurcan.

Si la Presidenta decide presentarse en las próximas elecciones podría ganar o perder, no hay otra alternativa. ¿Cuándo fracasa un presidente que busca su reelección? La literatura y la experiencia sobre el tema nos dice que el fracaso tendrá que ver con una gestión percibida como muy deficiente, un fuerte deseo de cambio o contextos que requieran otro tipo de liderazgos.

La reelección inmediata conlleva una serie de ventajas para el ocupante del cargo. Entre otras: el reconocimiento o visibilidad pública que tiene la persona que ostenta la presidencia; el acceso a los recursos y las fuentes de financiamiento que provienen del gobierno; la exposición continua ante los medios de comunicación de masas; el partido en el poder, a disposición de la reelección; el control y la manipulación de la economía en orden a los réditos electorales y las posibilidades que emergen del despliegue de las relaciones públicas que establece la Presidencia con los sectores públicos y privados del país y del extranjero.

En la mayoría de los casos en los EE.UU., los presidentes que buscan su reelección inmediata triunfan. De los 18 casos existentes en el Siglo XX, en 13 oportunidades obtuvieron la victoria electoral e iniciaron un nuevo período. Fueron sólo cinco los presidentes que perdieron su reelección en el siglo pasado: William Taft, Herbert Hoover, Gerald Ford, Jimmy Carter y George H. Bush. La pérdida de popularidad,

hacia el final de la gestión, fue un factor que eclipsó a ciertos presidentes.

Ford se vio dañado por el perdón que diera a Nixon en relación al caso Watergate, Carter se vio debilitado por la persistencia de la inflación y el tema de los rehenes en Irán y Bush no pudo superar la imagen de una economía que no salía de la recesión,

pese a los signos de reactivación hacia el tramo final de su gobierno.

La reelección inmediata, en América Latina, es todavía más contundente. Lograron el triunfo F. H. Cardozo, Carlos Menem, Alberto Fujimori, Luis Lula, Leonel Fernández,

Álvaro Uribe, Rafael Correa, Hugo Chávez y Evo Morales. Diferente fue la competencia en contextos de reelección no inmediata. En ese marco un número importante de ex mandatarios triunfaron, pero también algunos perdieron (por ejemplo, en 2010, Luis Lacalle, en Uruguay y Eduardo Frei, en Chile).

El éxito de un presidente que es reelecto se debe a varias circunstancias, entre otras ?y con toda probabilidad en forma combinada?: el mandatario realiza, al menos, una gestión discreta y mantiene su popularidad con altos índices de apoyo; no existe un candidato opositor que logre convencer a la gente de su superioridad o conveniencia en relación al otro candidato ya presidente; una época de incertidumbre o intranquilidad puede favorecer al mandatario en el poder, salvo que se imponga la visión de la absoluta necesidad de un cambio drástico; una inercia residual de la gente ante lo desconocido y los mayores recursos y resortes que maneja el Presidente y que se ponen en juego durante el primer turno y, específicamente, hacia el final y durante la campaña electoral.

Para ganar su reelección es crucial que el presidente que la busca no cometa errores groseros en el tramo final de su gestión.

KIRCHNER Y EL 2007

Las decisiones del ex presidente Néstor Kirchner en torno de la reelección no fueron las más apropiadas. Más allá de las ventajas que contaba Kirchner para obtener su reelección, no fue candidato. Antes de finalizar su mandato, designó como candidata a la sucesión a su esposa Cristina. En cuanto a las razones de ello podría conjeturarse que fue porque no deseaba otro turno inmediato, por haberlo así dispuesto con

Cristina o, quizás, para evitar el riesgo del temido lame duck (pato rengo).

Lo cierto es que la decisión fue en contra de lo que habitualmente ocurre, esto es, que quien está en la presidencia se presente a su reelección. Así ocurrió con los presidentes latinoamericanos que pudieron hacerlo (Cardoso, Fujimori, Menem, Lula, Fernández, Correa, Morales y Chávez) y también con sus pares estadounidenses (en las 25 elecciones presidenciales del Siglo XX, en 18 oportunidades se presentaron los presidentes elegidos y en ejercicio).

Cabe destacar que el ex Presidente pudo recurrir a esta vía porque la Constitución argentina se lo permitía. Pero, además, el diseño institucional argentino combina dos elementos prácticamente únicos en perspectiva comparada regional: reelección inmediata y ausencia de limitaciones de candidatura por razones de parentesco.

Efectivamente, en los otros países latinoamericanos donde existe reelección inmediata

se encuentran también limitaciones que impiden la sucesión en cabeza de familiares. Así ocurre en Brasil, Bolivia, Colombia y Ecuador. Ello impide las “reelecciones circulares” que permitían una continuidad “endogámica”, una suerte de reelección indefinida que requiere la rotación entre miembros de una familia, cada determinado

número de años.

Pero veamos el punto más interesante. Si la no presentación del Presidente a su reelección en 2007 obedeció al riesgo del lame duck, fue un error. La debilidad del segundo mandato es lo más probable: a la mayoría de los presidentes reelectos se les escurre el poder y sus medidas tienen menor eficacia. La razón es simple: no pueden pretender otro mandato y sus decisiones, a medida que se acerca el fin de ciclo, encuentran mayor resistencia en el resto del entramado orgánico e institucional.

Pero, en realidad, hay que distinguir entre el lame duck, en tanto pérdida de eficacia en la concreción de las medidas de gobierno ?que ocurre siempre, en mayor o menor medida? y la popularidad del mandatario que va finalizando su segundo mandato.

La diferencia no es menor y apenas se la ha percibido. Existieron presidentes en la historia de EE.UU. que, a pesar de no poder concretar sus aspiraciones en el campo de las políticas públicas ?pues fueron “derrotados” en el Congreso?, en su segundo turno concluyeron con un gran consenso y apoyo de la ciudadanía.

Los casos notorios fueron los de Eisenhower, Reagan y Clinton. En América Latina son claros los casos de Lula y Uribe. En definitiva, más allá del lame duck, un presidente puede concluir su segundo mandato con gran popularidad. Kirchner, probablemente, hubiera sido uno de estos casos. Nótese que la imagen positiva del ex Presidente, cuando finalizó su mandato, superaba ampliamente la cifra del 45% obtenida por Cristina Kirchner en 2007.

Si Kirchner hubiera iniciado un segundo mandato, y frente a la casi segura sucesión en cabeza de su esposa, en 2011 hubiera concluido con notable popularidad su segundo turno y no lo hubiera afectado el lame duck. La ventaja de una potencial reelección

circular no fue percibida. La combinación entre un diseño institucional que lo permitía

y el hecho fáctico de un matrimonio que podía circular el poder endogámicamente fue desaprovechada.

El segundo error de Kirchner fue la decisión tomada en 2010 de ser él quien sucedería a Cristina, en vez de que su esposa fuera por su propia reelección. Hay dos motivos para sostenerlo. En primer lugar, así como en 2007 las ventajas a favor del presidente que busca su reelección estaban a favor de Kirchner, en 2011 tales ventajas estarían a favor de Cristina y no de él. En segundo lugar, la propia situación política mostraba que Kirchner era una figura que lograba la polarización del sistema político y daba

a la oposición ?no peronista y peronista opositora? argumento suficiente para su mayor cohesión y para ser vista como alternativa.

La muerte de Kirchner desbarató dramáticamente este escenario, dejando a la oposición en una situación de fragmentación, pues ya no estaba la figura que auguraba el posible triunfo opositor en una muy probable segunda vuelta. Pero la muerte de Kirchner no sólo trajo problemas a la oposición sino, fundamentalmente, una buena noticia: ubicó a Cristina como candidata y, en este sentido, se vio revestida de las ventajas de un presidente que busca la reelección, incrementando notablemente su figura.

No fue solamente el “efecto luto” lo que mejoró la imagen de Cristina en las encuestas sino que se generó la situación estructural de ventajas del presidente que persigue su reelección. La experiencia indica que los presidentes que ganan su reelección suelen obtener un mejor resultado que en su primera vez y la oposición se distancia, electoralmente, aún más. Si ello es así, y volviendo a la Argentina, si el kirchnerismo

triunfara en 2011 podría renacer con singular fuerza y recuperar el terreno perdido

en el campo legislativo tras los resultados electorales de 2009. Tendrían, probablemente, un Congreso más favorable.

Pero el comienzo del segundo mandato es también el inicio progresivo de un prematuro desgaste: el lame duck en este caso sí operaría, ante la imposibilidad de

una reelección circular. Como las elecciones intermedias de un segundo turno en la presidencia suelen conllevar una alta probabilidad de pérdida de bancas para el oficialismo, el mejor momento de una eventual presidencia reelecta de Cristina Kirchner sería en 2012. En este probable escenario, el oficialismo se enfrentaría con

un dilema: institucionalizar definitivamente el espacio kirchnerista con el fin de buscar un sucesor a Cristina o bien buscar una reforma constitucional que le permita la continuidad en el cargo.

Asimismo, sectores del peronismo no estarían interesados ni en lo uno ni en lo otro. Otros líderes partidarios, como Daniel Scioli, estarían buscando su oportunidad para acceder a la Primera Magistratura.

Tercer mandato

Una diputada kirchnerista lanzó la idea de una posible rereelección de Cristina Kirchner. Apresurado comentario que generó gran repercusión mediática y que fue respondido en el discurso presidencial en la inauguración del año legislativo,

diciendo que todavía ni había decidido su candidatura. ¿Es probable que el deseo de la

diputada, en caso de ganar Cristina Kirchner los comicios presidenciales de 2011, se intente?

La respuesta es: sí. Por varias razones. En primer lugar, mantener viva la posibilidad de un tercer mandato es un recurso que suelen agitar los mandatarios que transitan su segundo turno y, si bien el objetivo de máxima es lograr un nuevo mandato, existe otro objetivo alternativo no menos importante: retener el poder hasta el último momento para evitar los efectos del lame duck. Así ocurrió con Menem y su intento.

En segundo lugar, ha sido lugar común ?en ciertas geografías? que los mandatarios que transitan su segundo mandato hayan intentado una reforma constitucional, con distinta suerte. En América Latina lo intentaron la Argentina, Colombia, Perú y Venezuela. Lo lograron Perú y Venezuela, y fracasaron la Argentina y Colombia.

En África ?dejando a salvo por cierto las diferencias regionales existentes? ocurrió otro tanto: 18 presidentes africanos -entre 1990 y 2005?, durante su segundo mandato estaban en la situación de buscar una reforma constitucional para lograr un tercer período. De los 18 presidentes, la mitad lo intentó con el siguiente resultado: 3 fracasaron y 6 lograron el éxito reformándose sus constituciones.

Más allá de los datos que surgen de una mirada comparativa ?que podría engrosarse si incluyéramos autoritarismos hegemónicos asiáticos?, lo cierto es que la cultura política argentina parece estar lejos de mostrar a un presidente que culmina su segundo mandato con popularidad y decide concluir su gestión sin agitar las banderas de un nuevo mandato inmediato.

El otro camino posible es el triunfo de la oposición en 2011. Se verá si puede superar el cimbronazo que le ocasionó el fallecimiento de Néstor Kirchner y si en los próximos meses el escaparate público la muestra un poco más cohesionada. Para ganar debería convencer a la ciudadanía de que es portadora de un proyecto superador de la actual gestión gubernamental, que no es una mera “coalición negativa” y que será capaz de mantener la gobernabilidad, sin desintegrarse en el intento.

La dinámica política definirá el panorama concreto y, seguramente, los meses que vienen prefigurarán la Argentina de los próximos años.

Errores y el auxilio de la fortuna

En realidad, los dos supuestos errores de Kirchner en torno de la reelección fueron expiados por su muerte. Si combinamos el contrafactual ?la presentación de Kirchner a su segundo mandato en 2007? con lo fáctico de su muerte en 2010 resulta lo siguiente: si Kirchner hubiera sido reelecto en 2007 y fallecido en 2010 ?como

efectivamente ocurrió? lo hubiera sucedido Julio Cobos.

Y el vicepresidente, probablemente, sería el candidato con mayores probabilidades

de triunfo en 2011. El vicepresidente que llega a la presidencia y tiene la posibilidad de ser reelecto adquiere las ventajas del “incumbente”. Y si se presenta a comicios tiene grandes probabilidades de triunfar. Así ocurrió con Harry Truman y Lindon Johnson, en los EE.UU. Por debajo de la urdimbre que tejen los actores se despliegan senderos no imaginados de una historia que no tiene dueño y se presenta, siempre, con final abierto.

Maquiavelo sigue desafiando los cálculos más racionales de una política plagada

de tácticas y estrategias que, cual castillo de naipes, se desmoronan cuando la “Fortuna”, como en este caso, puede llegar a escribir la palabra “triunfo” con líneas torcidas.

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