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¿Para qué sirven las Agencias de Desarrollo?

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12 mayo de 2015

(Columna de Guillermo Rozenwurcel, investigador del Conicet)

Las instituciones dedicadas a promover el desarrollo fueron clave en la transformación productiva de muchas economías.

Desarrollo es mucho más que crecimiento económico. Implica sostenibilidad social, económica y ambiental. Requiere para eso transformación de la estructura productiva y del marco institucional.

La estructura productiva debe reconfigurarse para no repetir fórmulas que ya fracasaron en el pasado, pero también y sobre todo para enfrentar con éxito los desafíos de la economía de este nuevo siglo signada por la innovación científicotecnológica y la globalización.

Si Argentina se decide, contará con condiciones favorables. La creciente importancia de China como motor de la economía mundial hace posible aprovechar las complementariedades que tenemos con ese país para aprovechar nuestras ventajas comparativas como plataforma de diversificación, innovación y generación de empleo de calidad.

Esto es así porque actualmente las características del desarrollo científico y tecnológico y la innovación económica ya no están circunscriptas a un pequeño núcleo de actividades industriales; abarcan en cambio al conjunto de la economía, desde la producción primaria a los servicios, pasando por las manufacturas. De hecho, la propia clasificación sectorial se está volviendo obsoleta y resulta más conveniente pensar la actividad productiva como red articulada de tareas más o menos tecnificadas y el desarrollo económico como el avance desde la ejecución de tareas productivas que requieren menor calificación, a otras que demandan mayor conocimiento.

Pero la transformación de nuestra estructura productiva sólo será posible en un ambiente institucional en el cual puedan combinarse equidad y sostenibilidad, donde los inevitables conflictos sectoriales se canalicen y procesen con la mirada en el futuro y no en el pasado. A su vez, parece evidente que el cambio institucional no podrá avanzar si el funcionamiento del propio Estado no se transforma radicalmente.

El retroceso del funcionamiento del sector público en los últimos años ha alcanzado a algunas agencias que hasta ahora se habían preservado de la decadencia generalizada. Los dos ejemplos más notorios en el ámbito económico son seguramente el Banco Central y el Indec. Resulta evidente que ambas agencias deben reconstruirse sobre la base de la excelencia profesional y la autonomía operativa si se quieren recuperar cosas tan básicas como la estabilidad monetaria y el suministro de información fidedigna para ejecutar, transparentar y supervisar las políticas públicas. Del mismo modo, parece llegada la hora de crear una Oficina de Presupuesto igualmente jerarquizada que, como en muchos países, actúe como organismo asesor profesionalizado del Congreso y permita equilibrar la discrecionalidad del Ejecutivo en la formulación y ejecución del Presupuesto y la política fiscal, permitiendo al Poder Legislativo disponer de proyecciones independientes de la evolución de las variables fiscales.

Pero está claro que el desarrollo requiere mucho más que información confiable y políticas monetarias y fiscales consistentes. Demanda además una estrategia federal de desarrollo de mediano y largo plazos.

No vamos a incursionar en esta nota en el debate relativo a cómo recrear el federalismo argentino, cuestión mucho más amplia que la coparticipación de impuestos y el federalismo fiscal, cuya solución va a requerir un enorme esfuerzo de búsqueda de acuerdos políticos.

Queremos argumentar, en cambio, en favor de una innovación institucional cuya conformación resulta políticamente menos controvertida y puede desempeñar un papel clave en el diseño, ejecución, supervisión, evaluación y revisión periódica de la estrategia de desarrollo.

Si, como afirmamos más arriba, la configuración productiva está traspasando las barreras sectoriales, dejar las responsabilidades de las políticas de desarrollo en agencias “verticales” como los ministerios responsables de esos sectores resulta claramente ineficiente. Sin duda esos ministerios seguirán siendo imprescindibles para múltiples funciones estatales. Pero para definir una estrategia de desarrollo integral, así como para coordinar y llevar adelante las políticas acordes a esa estrategia, es necesario contar con un sistema de agencias horizontales que atraviesen transversal y regionalmente las diferentes actividades productivas, reporten directamente a las principales autoridades y permitan definir prioridades, diseñar y ejecutar paquetes articulados de políticas que incluyan simultáneamente incentivos fiscales, el impulso a la innovación, la modernización de las pymes, el desarrollo local, la atracción de inversiones extranjeras, la promoción de exportaciones y el financiamiento necesario para las diferentes iniciativas ?incluyendo la promoción de fondos de capital de riesgo para nuevos emprendimientos de base tecnológica, entre otras herramientas?.

Organizadas de diferentes maneras, en una o múltiples agencias, con la participación de representantes de los ministerios sectoriales, con un mayor o menor grado de centralización, con participación o sin ella del sector privado, pero siempre con un presupuesto y un staff profesional estable y adecuado a sus responsabilidades, las Agencias de Desarrollo resultaron clave en la transformación más o menos reciente de economías emergentes en países avanzados, desde el Sudeste asiático hasta Oceanía o la península escandinava y últimamente están avanzando a paso firme en algunos países de nuestra región, como ocurre en Chile con la CORFO reconvertida en la práctica en agencia de desarrollo a nivel nacional y las Agencias Regionales de Desarrollo Productivo a escala local, o al otro lado del Río de la Plata con Uruguay XXI.

El nuevo gobierno que asumirá en diciembre de este año deberá enfrentar desde el primer día un conjunto de problemas serios que con urgencia demandarán soluciones a fin de corregir los desequilibrios de corto plazo más significativos, enderezar el rumbo de la economía y asegurar la gobernabilidad del país. Sería sin embargo un error muy costoso postergar para algún momento indefinido la puesta en marcha de una estrategia de más largo aliento destinada a promover el desarrollo del país. Una red de Agencias de Desarrollo que opere coordinadamente a nivel nacional y provincial deberá ser sin duda uun elemento clave de esa estrategia.

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