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“La identidad del GBA está construida desde afuera”

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13 julio de 2015

El sociólogo Gabriel Kessler, director de El Gran Buenos Aires, tomo 6 de Historia de la provincia de Buenos Aires (Ed. Edhasa) pone en cuestionamiento las nociones que pesan sobre esta área de mucha trascendencia política.

¿Existe una identidad propia en el Gran Buenos Aires, teniendo en cuenta la heterogeneidad que existe en el territorio en términos de poder adquisitivo, costumbres y conductas a la hora del voto, entre otros puntos?

No. De hecho, la gente no dice que vive en el GBA, dice que vive en San Isidro, en La Matanza, en Lomas de Zamora. No hay un sentido de pertenencia del conurbano sino identidades por barrios, por partidos. Según el tema que se trate, sea seguridad, salud, educación o cualquier otro, existen distintas formas de reagrupación de los partidos. Sin embargo, hay una identidad muy presente entre los discursos académicos, mediáticos y políticos pero que finalmente está construida desde afuera.

¿Por qué si se cataloga como un todo si existen esas heterogeneidades?

Porque el conurbano aparece en su definición misma como “aquello que está por fuera de la Ciudad de Buenos Aires”. Se define por la negativa y se va configurando en las representaciones mediáticas y a veces también en académicas como la antítesis de la Ciudad. Es decir, frente a la presencia de clases medias en un lado, una presencia mayor de los sectores populares en el otro, o frente a una identidad peronista en un distrito, una no peronista en el segundo.

Muchas veces se ha dicho que es la zona más relevante en términos políticos. ¿Es así?

Si uno tuviera que elegir una zona dándole cierta homogeneidad, es la más relevante, tanto por el peso electoral que tiene como porque en general tiende a tener comportamientos menos fragmentados que otros territorios. En general, desde la irrupción del peronismo en los años '40, tendió a tener un peso muy importante en el panorama electoral tanto para las elecciones nacionales como para la resolución de los problemas internos del Partido Justicialista porque concentra casi el 40% del padrón nacional y porque se suele pensar que actúa en bloque.

¿De dónde surge esa fuerte identificación peronista que tiene parte del Gran Buenos Aires?

La identidad peronista del conurbano se ve desde 1945 en adelante. Hay una tradición de trabajo territorial, de líderes locales y de lo que en otra época fue el trabajo industrial, que en principio tenía una identificación a través de lo sindical y lo laboral, en las fábricas. Luego, cuando se territorializa la política, esa presencia se solidifica a partir de que esos líderes locales logran reconstruir su poder en el territorio con la distribución de bienes y servicios y con su construcción de poder a través de la misma política. De todos modos, hay heterogeneidades al interior del peronismo y también hay otras fuerzas tanto en el corredor norte como en el primer cordón que hacen que haya una preponderancia pero no un control absoluto por parte del peronismo.

La mirada que se tiene de los intendentes suele ser despectiva, muy vinculada al clientelismo. ¿Cuánto hay de mito y cómo es esa relación entre los jefes municipales y sus votantes?

Muchas veces se llama clientelismo a formas de intercambio político que ya por el hecho de catalogarlas con eses término se perciben como negativas. En primer lugar, habría que ver qué distintas prácticas hay dentro de esta idea. En segundo lugar, muchas veces hay una mirada que ve cierto comportamiento utilitario y poco libre de parte de los sectores populares, en lugar de pensarlos como sectores que construyen formas de reciprocidad política o de fidelidad. Se toma la parte por el todo: se tiende a ver toda forma de intercambio como clientelismo y en el fondo, es una manera de criticar la forma de relación política con los sectores populares, con una mirada política desprovista del interés que pueden tener determinados sectores sociales a apoyar a algunos actores de los que sientan que conlleven a ciertos beneficios. Dicho esto, es cierto que hay en la transformación de las condiciones del conurbano un desplazamiento de la militancia política y social y que la circulación de bienes y servicios ligados a los planes sociales cobró relevancia en la vida cotidiana. Ahí los intendentes tuvieron un papel importante, teniendo que gestionar las situaciones de crisis y miseria, pero que por la reelección indefinida, aparecen como actores que se perpetúan en el poder.

¿Cómo es esa relación entre intendentes y votantes?

Son disímiles en cada caso. Son mucho más complejas como para reducirlas en un solo tipo; hay relación con las clases medias locales y también una negociación constante y heterogénea -que no necesariamente es siempre de patrón a cliente- entre movimientos colectivos, sociales, políticos y de los distintos partidos con los habitantes, algo que muchas veces no deja ver la idea del clientelismo.

¿Cómo cambió esta vinculación en los últimos años, con la implementación de los nuevos planes sociales y con la recuperación económica y de ingresos que vivió buena parte de los sectores populares?

Si bien siguen habiendo algunos planes que se gestionan a partir de los territorios, en un momento en el que creció mucho el gasto público social, una parte importante de esos beneficios se hicieron a partir de la Anses, de manera no mediada por los actores tradicionales locales. Eso sin dudas algo cambió.

En los últimos años, a raíz en parte del 2001, se instaló una máxima que es que para tener gobernabilidad hace falta tener el control político del GBA. ¿Por qué se da esto?

Si bien todo conflicto social tiene un poder de cierta desestabilización, lo que sucede en el área metropolitana, en la Ciudad y en el GBA, tiene un efecto nacional en tanto que repercute más fuerte en el Gobierno y en las provincias que si fuera en otra área. Esto se ve por ejemplo en que los movimientos sociales han entendido que es en la Ciudad de Buenos Aires donde se juega la posibilidad de ser escuchados. En ese sentido, la imagen del conurbano como una zona de conflictividad latente está presente en el imaginario político y eso lleva a que exista temor a que haya agitación en un área así.

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