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Corach y la mirada de una década clave

21 junio de 2011

(Reseña publicada en la edición nº33)

El ex ministro del Interior y vocero oficial del Gobierno de Carlos Saúl Menem, Carlos Corach, cuenta en “18.885 días de política” su recorrido por más de 50 años de política argentina atravesando los más variados escenarios pero con énfasis en la etapa que lo

tuvo no sólo como testigo privilegiado sino en muchas veces también como protagonista.

Del desarrollismo al menemismo, del Colegio Nacional de Buenos Aires al Pacto de Olivos, el ex ministro del Interior repasa “cada peldaño, cada alegría, cada traspié y cada enseñanza” de su carrera. No evita tema alguno y subraya en todos una necesidad que hoy parece olvidada: la del diálogo como herramienta principal de la política.

“Entendí que la política exige comprender y aceptar la diversidad de opiniones, que siempre hay que dialogar con aquellos con quienes disentimos y que la relación con los adversarios, permanentes o circunstanciales, exige siempre el respeto mutuo”, apunta en un pasaje. Mostrándose como un gran reivindicador de la política como actividad, Corach no regala secretos de Estado de la cocina de las grandes decisiones pero aporta valiosas y polémicas apreciaciones actuales y de entonces sobre algunos de los hitos que modificaron la Historia reciente.

Pero si bien se esfuerza por aclarar que el libro es parte de la impresión de un “retiro desinteresado”, lo cierto es que, viejo lobo de mar al fin, no faltan las críticas y chicanas a miembros o aliados del kirchnerismo. Así resalta el paso por el menemismo de algunos K que no suelen exhibirlo en público, como Pepe Albistur o Luis Beder Herrera y se endurece con la izquierda peronista de los '70 que tanto elogio despierta en el kirchernismo.

“Es un libro que repasa esencialmente episodios políticos en los cuales participé con distintos grados de responsabilidad, desde los más modestos hasta los de mayor jerarquía”, detalla y destaca entre esos 18.885 días de política un momento que él mismo eligió como el más trascendente: la reforma de la Constitución de 1994.

“Hasta aquel entonces las constituciones las hacían los vencedores en campos de batalla. Por ejemplo, en 1853 la sancionaron quienes vencieron en Caseros; en 1860 fue la provincia de Buenos Aires la que se impuso; en 1949 se introdujo una Constitución impuesta por el Partido Justicialista, sin consenso y la de 1957 fue un texto impuesto por el gobierno militar”, repasa Corach.

“Obviamente que aún es una Constitución muy joven como para evaluar qué influencia tuvo en la Historia argentina, pero ha incorporado aspectos muy importantes que el texto de 1853 carecía. El hecho fundamental es que por primera vez se logró sancionar una Constitución de consenso entre la mayoría de la población y, principalmente, entre los dos partidos más importantes del país”, sentencia.

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