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El diagnóstico de Miguel Bein

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23 agosto de 2015

(Columna de Néstor Leone)

El referente económico de Daniel Scioli esbozó desafíos y potencialidades de la nueva etapa. Coalición de gobierno y limitantes políticas.

Lo presentan como el “asesor económico que más escucha Daniel Scioli”, y Miguel Bein recoge el guante. Con recaudos, pero sin resignar expectativas. Provisto de argumentos lo suficientemente heterodoxos como para ofrecer cierta continuidad, pero sin postergar lecturas diferenciadas ni advertir, a modo propositivo, respecto de las tareas necesarias para una nueva etapa. Aunque eso pueda generar resquemores entre los más consustanciados con la conducción económica actual, o aunque algunas de sus declaraciones (descontextualizadas o no) resuenen como críticas subrepticias o búsquedas alternativas frente a un horizonte económico atravesado por la incertidumbre global y por la recurrente restricción externa.

Sus pronósticos, menos pesimistas que el de sus pares (consultores, gurúes de la city), atravesaron la última década y cuarto con una cuota bastante considerable de aciertos. La pericia técnica habrá hecho lo suyo, seguramente; la mirada menos contaminada de prejuicios, también. Hasta darse el “lujo”, sin buscarlo, de recibir alguna que otra mención de connotaciones positivas de la propia Cristina, en su intento por contrariar predicciones agoreras y los presagios de fin de ciclo tantas veces transitados. Quizá eso contribuya hoy a conjurar incomodidades, a excusar su nopertenencia con respeto ganado. Ese que Scioli intenta sumar en su puesta en escena. Para mostrar dosis de perfil propio, para reafirmar una interlocución más amplia.

Lo que no está claro es qué lugar puede ocupar Bein en un eventual Gabinete del ahora gobernador. Si es que ocupa alguno. Ni cuánto de sustento político pueden tener sus diagnósticos, sugerencias de medidas y proyecciones en una situación concreta. Pero están ahí. Y refieren a la necesidad de emprender una agenda del desarrollo (la palabra fetiche del sciolismo por estos días) en la cual los incentivos a la inversión, el “control” más estricto de la inflación y la productividad adquieran la centralidad que hasta aquí (en lo discursivo, pero no sólo) tienen la apuesta por el consumo, la inclusión y la demanda agregada. Sin que vayan en desmedro de estos indicadores, en la medida de lo posible. Y sin que operen como atajos. Ciertas tensiones más abiertas en la coalición de Gobierno, cierta necesidad de realineamiento de actores quizá marquen condicionantes, oficien de contraparte.

SUSTENTO

Se ha dicho aquí (“Trascender es el proyecto”) que no fueron ecuaciones electorales, lucubraciones sobre performances posibles, las únicas razones que llevó al núcleo decisorio del kirchnerismo a optar por Scioli en la pelea por las presidenciales. Que había otras explicaciones posibles, más ligadas a algunas variables políticas y otras económicas que parecen exceder la mera coyuntura. Y se mencionaba cierta inclinación por suponer que, con la opción Scioli, la continuidad del “proyecto” podía adquirir una sustentabilidad de mediano plazo que, con la “profundización” tantas veces asumida como necesaria, quizá no se alcanzaba. De ahí, la opción por “bajar un cambio”, a modo de etapa diferenciada, de política de menor intensidad. Y a pesar de los riesgos.

Algunas líneas del diagnóstico de Bein parecen estar en esta sintonía. Otras, prometen atravesar un nudo más controversial, de disputas. “El desafío es conectar la etapa de crecimiento de la última década, apoyada fuertemente en el consumo y la inclusión, con una etapa de desarrollo sostenida sobre la base de la inversión. Y eso implica una agenda nueva”, fue una de las radiografías que trazó el asesor en un interesante diálogo con La Nación, en su ciclo “Conversaciones”, días antes de las primarias. Y es el discurso con el cual machaca ante la variedad de interlocutores con los que se cruza. En privado y en público. Para otorgar, luego, una ponderación casi decisiva a dos conceptos interrelacionados: productividad e inversión.

“Tenemos que pasar de los 18-19% del PIB de inversión actuales, a los 26-27 puntos. No quiere decir que debamos consumir menos, sino que la inversión tiene que crecer más que el consumo sobre la base de una mayor productividad”, dijo en uno de los pasajes clave de aquella entrevista titulada, precisamente, “Miguel Bein: ¿qué piensa el asesor económico más escuchado por Scioli?”. Y luego de reivindicar la gestión inicial de Néstor Kirchner (“acertó con la agenda del momento”), mostrarse preocupado por la situación de nuestro principal socio comercial (“no podemos devaluar porque a Brasil lo devalúan”), ponderar el control de capitales (“así estamos mejor pertrechados”) y subrayar cierta incapacidad del Gobierno para manejarse ante la restricción externa, el “techo” a esa primera secuencia virtuosa.

INTERROGANTES

Bein no es un recién llegado a estas lides, por cierto. Sabe dónde dice lo que dice, y hasta dónde puede llegar. No hubo reproches ni desautorizaciones públicas hasta aquí. Quizá con la sola excepción parcial de un comentario sobre el tratamiento a los fondos buitres. Pero sin pasar a mayores. Su rechazo de todo ajuste tradicional parece ponerlo a salvo. Y su experiencia amarga como secretario de Planificación Económica de la Alianza quizá lo haya curado de espanto en ese sentido. Pero también deja entrever otra relación entre Estado y mercado y un cambio de estrategia en el trato con los actores corporativos, mantenidos a raya por el kirchnerismo y, en algunos casos, utilizados como blancos predilectos. Y ahí un abanico de preguntas posibles. Por caso, si bastará con el sentido de la oportunidad demostrado hasta ahora por Scioli para conducir los primeros desencantos. La buena relación que supo cosechar al interior del justicialismo-peronismo, en su versión ampliada, es posible que acerque el espesor necesario para sobrellevar algunos contratiempos ante esos “ajustes” de sintonía. Pero la actitud de celoso demiurgo de la pureza del “proyecto” por parte de algunos reductos K quizá retemple algunas tensiones. Mientras que sus vínculos con el grueso del sindicalismo (¿con una CGT unificada?) es probable que operen como respaldo necesario y, a su vez, como espacio de demandas cruzadas y crecientes. La promesa de reparto de espacios de poder hecho hasta aquí también tiene sus bemoles. En la cesión de márgenes mayores de autonomía relativa de la esfera política, por caso. Esa actitud de la que tanto gusta enorgullecerse el kirchnerismo. Los rudimentos expuestos hasta aquí por la fundación Desarrollo Argentino (DAR), el think tank encabezado por José “Pepe” Scioli y que Bein integra, tiende a navegar entre esas aguas. Mientras, el voluntarismo en exceso del candidato intenta aquietarlas.

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