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Un repaso de los sistema electorales

urnas-21
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12 septiembre de 2015

(Columna del politólogo Santiago A. Rodríguez)

“Hay que cambiar el sistema electoral en la argentina”, dijo Sergio Massa tras las elecciones en Tucumán. Puso en palabras algo que se viene rumiando en este largo año electoral, entre PASO's y elecciones locales con diferentes metodologías, sistemas y tecnologías. El auspicioso resultado de la BUE en Salta y la Ciudad de Buenos Aires, en particular por la celeridad con la que se obtienen los resultados provisorios tras el vergonzoso escrutinio santafesino, la hace picar en punta entre quienes proponen llevar adelante estas modificaciones. Como consecuencia, se llega a coquetear con ideas como poblar las escuelas del país con 200.000 urnas electrónicas en solo dos meses para las generales de octubre, una empresa a la que ni Skynet daría luz verde entre sueños con ovejas eléctricas.

Sin embargo, y al contrario de lo que estas tajantes afirmaciones parecieran indicar, si hay algo que ha cambiado en forma sistemática en la democracia argentina es la forma en la que elegimos autoridades. En el juego de las elecciones no seremos innovadores, pero sí inquietos. Hoy conviven múltiples métodos, entre lemas, acoples, boletas únicas, electrónicas y sábanas. Tantos que sorprende que no vuelva la borratina o no haya un distrito que use bolilleros como la FIFA.

A la metodología, en definitiva lo que se cuestiona, se suman cambios en el sistema. Un recorrido memorioso seguro echará luz a más cambios, pero sólo considerando elecciones nacionales, a grandes rasgos, desde 1983 a la fecha hemos tenido o ido sumando, Colegio Electoral (con electores proporcionales), voto directo con ballotage (con su particular umbral), primarias obligatorias para los partidos (que Duhalde eligió desestimar para evitar mayores tensiones en 2003) y las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO).

Con el escrutinio de las PASO fresco del horno para desmenuzar y los resultados de Tucumán aún calientes, todos las flechas señalan a las generales de octubre. Entonces, la elección presidencial con distrito único y sufragio directo en la Argentina cumplirá 20 jóvenes años, tras ser reintroducida en la reforma constitucional de 1994. Una generación ha nacido bajo este régimen y no conoce de elecciones indirectas y colegios electorales. Sin embargo, así como sucede con el parlamentarismo, sistema que de tanto en tanto sobrevuela el imaginario académico, la permanencia de la elección presidencial a través del Colegio Electoral en los Estados Unidos trae a más de alguno el candor de un operativo retorno. Asimismo, está quien dice que si a la oposición le hubiera ido mejor no reclamaría cambios con esta firmeza. Es por eso que nos preguntamos, considerando la actual conformación territorial, pero con los viejos sistemas indirectos, ¿cómo hubieran resultado las elecciones considerando los números provisorios de las PASO? ¿Acaso nos encontraremos con la oposición queriendo enviar un emisario al pasado a detener cambios en el sistema? Spoilers, sí.

El Colegio Electoral no nos ha sido ajeno y desde 1853 se han utilizado, en líneas generales, tres formatos distintos. Como repasan Abal Medina (h) y Suárez Cao en su “Análisis crítico del sistema electoral argentino. Evolución histórica y desempeño efectivo”, estos tres van de un régimen similar al que aún es usado en los Estados Unidos, uno de lista incompleta (donde ? de los electores van a la fórmula ganadora y ? a la segunda) y otro que ponderaba el uso de la distribución de los electores proporcionalmente a través de D'Hondt (con un piso del 3%).

Tomando en cuenta que el territorio nacional es muy distinto a cuando se utilizaban dichos sistemas, el número de provincias es mayor y el número de bancas en diputados y senadores ha cambiado (la Cámara Baja se distribuye de acuerdo al decreto ley 22.847/83, o “ley Bignone”, ignorando tres censos, y la Cámara Alta sumó al senador por la minoría en 1994), se tomó el escrutinio provisorio de las PASO nacionales por agrupación para ver los resultados en cada caso. Para llevar adelante la prueba, se duplican los representantes al Congreso Nacional de los 24 distritos, que es como se alcanzaba el número de representantes al Colegio Electoral (por ejemplo, Mendoza con 10 diputados y 3 senadores suma 26 electores).

Votando como en 1892

Si bien el sistema de lista completa se comienza a usar en 1853, el título hace referencia al primer año donde las elecciones se parecían más a una disputa entre partidos, con la aparición de las Unión Cívica Radical y Nacional en las boletas, enfrentando al PAN. Bajo este sistema, en 2015, el triunfo en la mayoría de los distritos, en particular en la provincia de Buenos Aires, pero también en las sobrerrepresentadas del Norte Grande y la Patagonia, le aseguraría al oficialismo una importante ventaja por sobre las fuerzas de la oposición con el 78,7% de los electores pese a haber obtenido el 38% del voto popular.

Votando como en 1916

Tras la introducción de la llamada Ley Sáenz Peña, se abre un periodo de triunfos para la UCR, que gobernará el país hasta 1930. Se considera casi una propiedad transitiva la introducción de la ley y el triunfo de H. Yrigoyen en las urnas, como si la lista incompleta hubiera dado el impulso que faltaba al hoy centenario partido. Aplicado a las elecciones en agosto 2015, otra característica asciende a la superficie: sin votos no hay sistema que encumbre ganadores por sí solo. Aunque hay algunos más propensos a desnudar realidades, como se verá en el próximo ejemplo. Si bien la cantidad de electores de la oposición ha aumentado, el oficialismo se hace con casi el 57% de ellos.

Votando como en 1983-1989

“Quién pudiera volver a los ochentas”, dirá algún miembro de la oposición al ver los resultados según Colegio Electoral con distribución proporcional. Es que, si bien el FpV se alzaría con la victoria el día de la elección, la suma de la segunda y la tercera fuerza superan sus números en el Colegio Electoral permitiendo negociaciones entre estas para quedarse con la Primera Magistratura. A diferencia de lo que sucede hoy, el sistema del Colegio Electoral permite, potencialmente, una instancia más de negociación entre los partidos y cristaliza, en este caso, al 62% que no votó al oficialismo, incluso cuando se le asigna un porcentaje levemente mayor de electores (43%) que votos obtenidos (38%).

Como se ha intentado mostrar, con distintos sistemas, todos presentes a lo largo de la Historia Argentina en momentos clave, el resultado puede ser potencialmente muy distinto. Más allá de la situación de fantasía, tanto o menos que los arreglos que circulan en los medios, con un modelo electoral como el que llevara a Alfonsín y Menem a la Casa Rosada, existiría hoy la posibilidad de una negociación en el Colegio Electoral por parte de los partidos de oposición. Esta puerta hacia una alianza poselectoral de este tipo hoy no existe, o al menos no puede plasmarse electoralmente tras las PASO. Más de un candidato, tras ver las opciones desechadas en el pasado reciente, querrá darse una vuelta y “volver al futuro”.

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