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La tierra prometida

30 octubre de 2015

(Columna de Adolfo Ruiz)

En Córdoba, Macri literalmente arrasó sumando un categórico 53,2% de los votos, que en la capital mediterránea fueron 60%.

Por más que haya nacido en la ciudad de Buenos Aires y lleve ocho años gobernándola. Por más que el batacazo lo dio en la provincia más grande del país, venciendo a un duro del kirchnerismo. Por más que fue socio fundamental en el histórico triunfo de Gerardo Morales en Jujuy. Por más que esta vez sí se haya impuesto en la siempre apetecible Santa Fe.

Por bien que le haya ido a Cambiemos en muchos distritos del país, nada parece igualar el desempeño en Córdoba, el distrito electoral del país donde el frente liderado por Mauricio Macri literalmente arrasó y humilló a sus adversarios, sumando un categórico 53,2% de los votos, que en la capital mediterránea fueron 60%.

Cifras abrumadoras que ahora sirven para explicar por qué Macri eligió el modernoso Estadio Orfeo (un Luna Park modelo Siglo 21) para cerrar su campaña nacional, privilegiando Córdoba por sobre su propia ciudad, y enviando un mensaje claro y contundente de que las cosas venían en serio y de que la disputa era por algo más que entrar raspando a la segunda vuelta.

EL ENIGMA DE LOS VOTOS HUERFANOS

Los números de la madrugada del 26 de octubre se tenían preparada una sorpresa mayor. Aquel enigma por los 632 mil votos “huérfanos” de De la Sota, de los cuales no se sabía hacia dónde migrarían luego de las PASO, terminaba por correr su velo y exponer su inapelable verdad numérica.

El incremento en el nivel de participación hizo que finalmente sean muchos más los sufragios a ser repartidos, y la receptividad que tuvo el mensaje del voto útil de la última semana de campaña terminó desplazándolos claramente en un sentido. Y fue en el sentido de Cambiemos.

En toda la geografía provincial, la fórmula encabezada por el jefe de Gobierno porteño pasó de ser votada por 35,4% de los electores a recibir el acompañamiento de 53,2%. El salto implicó un incremento absoluto de 68%, lo que terminó aportándole 1,5 punto porcentual a Macri en el tablero nacional. Nada despreciable, más aún si se tiene en cuenta que se apoderó de la mitad de los votos que antes fueron a De la Sota.

Otra parte de aquellas voluntades fueron lógicamente a parar al candidato de UNA, fruto de una intensa campaña en la que el gobernador cordobés se esmeró todo lo que pudo en garantizar esa transferencia de sufragios. Y si bien Sergio Massa incrementó la cantidad de votantes en la provincia mediterránea, al pasar de 144 mil a 437 mil y totalizar 20,4% de los votos en este distrito, en el tablero general del país esto le implicó una baja de un punto y medio porcentual, sencillamente porque no todos los votantes que antes habían depositado su confianza en el cordobés fueron luego fieles a la alianza entre las cúpulas.

También Daniel Scioli fue beneficiario de la migración, aunque en menor medida, pese a su generosa y dedicada presencia en La Docta durante la campaña. Su candidatura recibió 132 mil votos más entre las generales y las PASO, trepando del 14,6% obtenido en agosto al 19,2% en las del domingo último. Si bien ello implicó quedarse con sólo 14% de los votos en el reparto de la torta de los “huérfanos”, no dejó de ser un incremento que le aportó al FpV 0,38 punto porcentual en su causa nacional, aunque apenas sirvió para recortar su caída y estancamiento en otros distritos, sobre todo en la provincia de Buenos Aires.

SORPRESA A LA MEDIANOCHE

“Cuando ví los números de Córdoba, casi me muero”, respondía Macri a menos de nueve horas de haberse conocido los resultados de los comicios que lo dejaron en un lugar muy expectable de cara al balotaje. “Los cordobeses son una masa”, añadió durante su primera conferencia de prensa poselecciones, a modo de agradecimiento por la caricia que le había llegado desde esta provincia, pero quizás también con un guiño lingüístico al 21% que había elegido al líder del Frente Renovador. Y fue más allá, al describir a los cordobeses, diciendo que “tienen una audacia para encarar las cosas, que nos marca siempre para dónde va el rumbo del país”.

Estratégico en su discurso, el líder de Cambiemos se metía de paso en la discusión interna del peronismo, al describirse “ansioso a que llegue el 10 de diciembre para que normalicemos la relación con Córdoba y nos permitamos hacer las cosas que tenemos pendientes en materia de infraestructura”. Se refería a los millonarios reclamos cruzados entre esta provincia y la Nación por diferencias de compensación en la Caja de Jubilaciones local, así como conciliaciones no resueltas por la deuda de la compañía eléctrica provincial (EPEC), y la exclusión de Córdoba de los planes de refinanciación de obligaciones con el Estado federal por haber entablado demandas ante la Corte Suprema de Justicia.

El mensaje era claro: todo aquello que no se pudo hacer (supuestamente) por la negativa del actual Gobierno Nacional, ahora se activará magistralmente. O dicho de otro modo: 'Futuros integrantes del Gobierno cordobés, si quieren fondos frescos para la gestión, mejor que trabajen por Mauricio Macri en el balotaje. O al menos no trabajen en contra'.

¿APOYO EXPLÍCITO DE DLS?

Eso fue lo que se leyó también en el lunes postelectoral, cuando en vano se intentaron buscar reflexiones del gobernador electo, Juan Schiaretti, pero sí se las obtuvieron del actual ministro de Comunicación de De la Sota, Jorge Lawson. En declaraciones radiales, Lawson fue claro sobre un posible alineamiento de cara a la segunda vuelta: “De la Sota en todos sus discursos y en toda la campaña dijo que está muy lejos del FpV”.

Casi que no haría falta completar la frase si no fuera por la inquietud que el estadista le llevó al mismo ministro. ¿El apoyo a Macri va a ser explícito, como un llamado a la militancia, o va a ser sin dar demasiadas señales? “No lo sabemos, eso dependerá de la estrategia que se decida emprender”, respondió Lawson ejerciendo toda la cautela del caso.

Aun con todas estas señales que hacen pensar que el grueso del padrón cordobés volverá a encolumnarse detrás del hombre del PRO, subyace todavía la pregunta por aquello de la tradición del voto peronista y antiradical. ¿Se animarán los peronistas de pura cepa a seguir los acuerdos y señales que bajan de sus dirigentes, o preferirán guiarse por las fibras más íntimas? De la respuesta a este interrogante dependerá un resultado en el cual ya se sabe el ganador, aunque no la diferencia.

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