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La estrategia del FpV

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02 noviembre de 2015

(Columna de Facundo Matos Peychaux)

Habiendo pasado una semana ya desde el sorpresivo resultado que entregaron las urnas, el oficialismo se recompuso del golpe, se reagrupó y salió a buscar los votos que necesita para ganar el balotaje.

El desafío primordial era recuperar la cohesión al interior del espacio después de las críticas y las divisiones internas. Una cumbre en Tucumán, una reunión entre Daniel Scioli y Cristina Fernández y el discurso de la Presidenta a la militancia en Casa Rosada hicieron la tarea: los gobernadores del PJ, el sindicalismo oficialista, La Cámpora, Cristina y Scioli se alinearon detrás del objetivo común de ganar el 22-N y pospusieron sus diferencias para después de entonces.

Luego, reiniciaron la campaña con algunos giros, aunque no sustanciales.

En primer lugar, Scioli incorporó elementos de la agenda opositora: la suba del Mínimo no Imponible a $30.000 mensuales, la eliminación de las retenciones a las economías regionales, el 82% móvil para las jubilaciones y el envío de fuerzas federales para cuidar las fronteras contra el narcotráfico. Todos ítems de la campaña de Sergio Massa que, como es sabido, recibió 5,2 millones de votos que serán fundamentales de cara a la segunda vuelta.

En segundo lugar, la campaña oficialista gira en torno a enumerar los peligros para la sociedad que significaría un triunfo de Mauricio Macri y se busca asociar un eventual Gobierno del candidato de Cambiemos con la devaluación, el ajuste, el mercado, el desempleo y la derecha, mientras se presenta Scioli como el desarrollo, el salto productivo, el Estado y la inclusión.

Además, la campaña del oficialismo muestra a su candidato como el futuro versus el pasado que encarnaría Macri. Para eso, recupera de la Historia tres experiencias que pesan de manera muy negativa en el ideario colectivo y las asocia con el frente opositor: el Gobierno fallido de la Alianza encabezada por Fernando de la Rúa; el neoliberalismo menemista y las políticas económicas de José Alfredo Martínez de Hoz durante la última dictadura.

La efectividad de esta campaña, sin embargo, es dudosa. Primero, por cuanto las campañas por la negativa suelen ser menos exitosas y convocantes que las basadas en ideas o las propositivas. En segundo lugar, porque la economía tampoco ayuda. El discurso del miedo haría mella en un escenario próspero ante el cual los ciudadanos se verían incentivados a querer cuidar lo logrado. Sin embargo, lo que hay es una economía estancada hace algunos años y un escenario económico moderado para la clase media y media-baja.

Otro desafío que enfrenta el gobernador bonaerense es hacer creíbles sus acusaciones frente a un Macri que se comprometió a mantener el corpus de políticas estructurales del Gobierno de Cristina Fernández y viene trabajando hace meses (y años también) en desandar esa representación fría de empresario asociada a los '90 que tenía en sus inicios como político. Las elecciones del 25 de octubre, en ese sentido, indican que una parte del electorado le creyó.

Por último, el FpV se propuso hacer una campaña, como Macri, más cercana a la gente: con menos actos y más caminatas por las calles y más contacto con “los vecinos” y Scioli recuperó la centralidad de la campaña que habían ocupado anteriormente sus asesores y potenciales ministros.

De todos modos, la campaña de Scioli enfrenta ahora varios desafíos. En primer lugar, el discurso de mostrarse como el único garante de la gobernabilidad dado que pertenecía a la estructura política más grande podía tener asidero previo a la primera vuelta pero perdió fuerza por cuanto el FpV no gobernará ninguna de las cinco provincias más pobladas del país a partir de diciembre y casi la mitad de los argentinos vivirán en distritos gobernadores por el PRO.

En segundo lugar, el balotaje lo obliga a Scioli a confrontar con Macri, quien, por el contrario, se muestra más conciliador. De esa forma, el gobernador bonaerense pierde a manos del jefe de Gobierno su espíritu pacificador, el principal activo que tenía, su diferencial y lo que daba una elevada imagen positiva en las encuestas. Como escribe Sebastián Iñurrieta, “con un Macri sciolizado, Scioli está peleando contra su espejo”. Si el desafío de los dos candidatos era alejarse de sus respectivos fantasmas (el empresario y el kirchnerista), el que más parece estar lográndolo no es Scioli, sino Macri.

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