vie 19 Abr

BUE 17°C

¡Acomoden las trincheras!

22
22
04 noviembre de 2015

(Columna de Gonzalo Sarasqueta)

Se avecinan semanas de politización extrema. Los clímax serán el día del debate presidencial, y el tramo final antes de la veda.

A contracorriente de todos los estudios demoscópicos, habrá segunda vuelta. Sí. La opinión pública se burló de las previsiones de las consultoras y optó por el balotaje. Una instancia que agudizará el debate, afilará las propuestas y tonificará los músculos deliberativos del tejido social. La espuma polarizante subirá y la participación electoral promete superar su récord de 1983, año en que alcanzó el 85,61%. Se avecinan semanas de politización extrema. Los clímax, probablemente, sean el 15 de noviembre, día del debate presidencial a dos bandas, y el tramo final antes de la veda.

Pero, yendo al cuadrilátero, ¿cuáles serán las estrategias narrativas de Mauricio Macri y Daniel Scioli? ¿Qué anzuelos usarán para pescar en las peceras de FIT, Progresistas y Compromiso Federal? Y en el acuario massista, donde nadan los peces más gordos (el 21% del electorado), ¿qué carnada pueden emplear?

EXPANDIR LA FIEBRE AMARILLA

Empecemos con el frente Cambiemos. Macri, por un lado, deberá conservar el matiz dialoguista, de baja intensidad ideológica y de carácter consensual, que le calzó justo como elemento diferenciador del kirchnerismo. Después de la óptima cosecha de votos del domingo 25, es casi un imperativo discursivo a esta altura. Poco para corregir en esta parte del libreto. En paralelo, el desafío emerge con el votante massista vinculado al PJ. El jefe porteño tiene el reto de imponer el clivaje coyuntural de continuidad-cambio por sobre la dicotomía histórica de peronismo-antiperonismo. Y acá el equilibrio simbólico será esencial. Tendrá que tenderle la mano ?mediante gestos contundentes? a toda subjetividad moldeada por la cosmovisión justicialista, pero sin abandonar la estirpe panradical-liberal que lo trajo hasta estos pagos decisivos. Armonía, pragmatismo y precisión parece ser el trípode indicado.

Todo esto estará atado ?o no? al pacto de cúpulas que forje con Sergio Massa. Ministerios, secretarías, territorios y otros productos políticos estarán en danza en dicha negociación. Habrá que ver hasta dónde cede el ingeniero frente el regateo del hombre del Delta. De esta mesa nacerán los cimientos para delinear el engranaje comunicacional.

ACEITAR LA NARANJA MECANICA

En la otra trinchera, Scioli tiene poco tiempo para lamentarse. Y esto parece haberlo asimilado rápidamente: el lunes brindó una conferencia de prensa con una ráfaga de anuncios. Entre ellos, la ratificación de que participará del debate presidencial organizado por la multisectorial que preside el sociólogo Hernán Charosky. Pero más allá de esta intención por recuperar el liderazgo de la agenda, DOS necesita reestructurar su repertorio lingüístico. La duda es hacia dónde apuntará los parlantes. Porque, si insiste en “cristinizar” sus exposiciones ?como en las tablas del Luna Park, donde, ante un potencial triunfo PRO, avivó el “fantasma del retroceso neoliberal”?, seguirá goteando porcentaje por el costado “no kirchnerista” de su armado. En otras palabras: precisa salir del framing cambio-continuidad, y apostar por otro encuadre, por ejemplo, justicialismo-conservadurismo, más sensible a transformarse en un catalizador de simpatizantes del Frente Renovador.

El rol de Cristina Fernández será otra variable comunicacional a tener en cuenta. Aunque, recurriendo a lo empírico, poco podrá hacer el bonaerense para controlar esta arista. La Presidenta decidirá ?por sí sola? si traduce el 22 de noviembre en un referéndum a sus dos gestiones, opción que le enturbiaría las aguas al gobernador saliente o, por el contrario, activa el operativo “Retorno 2019”. Esto comprendería: dejarle el camino allanado a Macri para que trepe al sillón de Rivadavia y enfrentarlo en la próxima cita ejecutiva con un prisma ideológico cómodo: izquierda-derecha. La opción, similar a la de Michelle Bachelet con Sebastián Piñera en Chile, le daría oxígeno al número 9 de Villa La Ñata para escribir su propia estratagema.

¿Y LOS DE ATRAS?

En el furgón de cola, quedaron tres candidatos ?Nicolás Del Caño, Margarita Stolbizer y Adolfo Rodríguez Saá? que, juntos, suman el 7,47% de los sufragios, una cifra para nada desdeñable en un balotaje. Claro que esta masa electoral dista de ser homogénea. Por el contrario, sobresale por su heterogeneidad. Los dos aspirantes a la máxima investidura, por lo tanto, tendrán que ajustar la mira y crear ofertas precisas. Ahora, ¿son susceptibles a interpelación los tres espacios?

Por orden de caudal. El Frente de Izquierda de los Trabajadores (FIT), con su 3,27%, ya llamó a votar en blanco. La fidelidad orgánica, la genética clasista y la radicalidad trotskista cierran el portón a cualquier tentativa externa. Punto final. Ingresando en las arenas progresistas (2,53%), hasta ahora no hubo un pronunciamiento oficial, salvo el de Victoria Donda, que siguió los pasos de la izquierda. Sensibilidad social, políticas de corte redistributivo sistemático (reforma fiscal, por citar una) y pruebas fehacientes de transparencia en la gestión son algunas de las notas que endulzarían los oí- dos socialdemócratas. Aunque algo más de tres semanas parecen exiguas para convencer a un elector politizado y reticente a las fracturas dicotómicas. ¿Y el puntano? Rodríguez Saá cuenta con el terreno más fértil. Su veta de peronista estadista, más su deseo de erigir puentes entre San Luis y la Casa Rosada, generan un clima propicio para invertir discursivamente en este mercado. Federalismo, coparticipación e infraestructura, los activos verbales para persuadir a los partidarios del ex Presidente.

¿NEGATIVIDAD AL PALO?

Otra huella a seguir será el contraste externo que efectúen candidatos, lo que se denomina negatividad. Sacar ventaja electoral mediante la erosión directa del oponente. Todo un interrogante, ya que, hasta el momento, hemos presenciado una campaña de tenue constreñimiento. Ninguno de los dos aspirantes se disparó con munición de gran calibre. Pero lo interesante es que este mecanismo, generalmente, lo enciende aquel que se siente en desventaja y necesita alterar el rumbo de la contienda. Por ende, será un buen binocular para dilucidar cómo marcha la carrera.

El lado B de este instrumento comunicativo es la campaña sucia. La deslegitimación del adversario a través del golpe bajo. Es entonces cuando comienzan a perder espesor las ideas. Se reemplaza la esgrima racional por el vale todo. La ciudadanía queda atrapada por las emociones negativas, desechando su capacidad argumentativa. Y el bien más preciado de la democracia, el derecho al disenso, se convierte en una anomalía.

En esta nota

últimas noticias

Lee también