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Erdogan consolida su poder en Turquía

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12 noviembre de 2015

(Columna de Tomás Múgica)

Turquía es un país cuya evolución deberemos seguir con atención en los próximos años

Tras las elecciones generales del 1° de noviembre, la segunda en cinco meses, el presidente Recep TayyipErdogan y su partido Justicia y Desarrollo (AKP, islamista moderado y conservador), en el Gobierno desde 2003, lograron consolidar su poder. Ahmet Davutoglu, el actual primer ministro, continuará en el cargo, mientras que Erdogan, el hombre fuerte de la política turca, mantiene su lugar como presidente. Los comicios marcan una continuidad en el rumbo político de Turquía, potencia emergente que actualmente es la decimosexta economía a nivel mundial (PPA, Banco Mundial), apoyada en una sólida base industrial y de servicios, es miembro de la OTAN y del G-20 y muestra un activismo diplomático creciente, aunque todavía modesto, en nuestra región.

En junio pasado, AKP había obtenido el 40% de los votos, sin alcanzar la mayoría en la Gran Asamblea Nacional Turca (Parlamento), lo cual lo obligaba a formar un gobierno de coalición. Apostando a un triunfo que le otorgara mayoría absoluta, Erdogan decidió disolver el Parlamento y convocar a elecciones anticipadas.

La jugada fue exitosa. Esta vez, su partido alcanzó la mayoría absoluta y podrá formar gobierno sin necesidad de acudir a aliados: AKP obtuvo casi el 50 % de los votos y contará con 316 bancas sobre 550. Su competidor más importante, el Partido Republicano del Pueblo (CHP, kemalista, de orientación laica y socialdemócrata) obtuvo el 25% de los votos (134 bancas). El tercer lugar fue para el Partido de Acción Nacionalista (MHP, nacionalista y religioso), que alcanzó el 12% (41 bancas). El Partido Democrático del Pueblo (HDP), que expresa a la minoría kurda (20% de la población, concentrada en el sudeste del país) alcanzó el 10,7% (59 bancas) superando así el umbral del 10% que es el mínimo para acceder al Parlamento.

La victoria de AKP, aunque clara, no le alcanzó para obtener una mayoría de tres quintos de la Gran Asamblea, necesaria para modificar la Constitución implantada por los militares tras el golpe de 1980. Erdogan quiere transformar el régimen de gobierno para dotar de mayores poderes al presidente, acercando a Turquía a un semipresidencialismo similar al de Francia. El nuevo gobierno buscará aliados para poder llevar adelante esa reforma.

LA ERA DE ERDOGAN

Las elecciones, realizadas en medio de un recrudecimiento del conflicto con la minoría kurda ?tras años de tregua y acercamiento- y su brazo armado del PKK (Partido de los Trabajadores Kurdos) y un atentado reivindicado por el Ejército Islámico en Ankara que dejó 110 muertos, otorgan un renovado y sólido mandato a Erdogan y el AKP. Desde su elección como primer ministro en 2002, Erdogan, ex alcalde de Estambul, ha sido el gran protagonista de la política turca. En 2014 se convirtió en el primer presidente electo por voto directo en la historia del país, mientras que su canciller y hombre de confianza, Ahmet Davutoglu, ocupaba el lugar de primer ministro.

Erdogan ha sido un gran transformador de la política y la economía turcas. En el plano económico, que explica en buena medida su éxito electoral, durante su Gobierno el país ha logrado un importante nivel de crecimiento económico, con un promedio del 4,7% entre 2002 y 2014, acompañado por una caída del desempleo y bajos niveles de inflación. Pero es en el terreno propiamente político en donde el impacto de Erdogan ha sido mayor. Su Gobierno terminó con la constante intervención de los militares en la vida política -el país sufrió golpes de Estado en 1960, 1971 y 1980? que había caracterizado la historia turca después desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Hasta la llegada de Erdogan al poder, los militares se veían a sí mismos como los custodios de la herencia kemalista: tras la derrota en la Primera Guerra Mundial, punto culminante de un largo proceso de decadencia, y el desmembramiento del Imperio Otomano a manos de las potencias occidentales, Mustafá Kemal Atatürk emergió como el líder de la reconstrucción y modernización de Turquía. Su programa se basó en la afirmación de la identidad nacional turca y occidentalización del país, a través de una separación estricta entre la esfera religiosa y la política, siguiendo un modelo laicista excluyente de las grandes mayorías devotas.

Frente a esa herencia, Erdogan y su partido aparecieron como una novedad, no sólo para Turquía, sino para toda la región. El AKP surge como una fuerza de inspiración islámica, con una agenda cultural conservadora, una visión económica promercado, y una adhesión al pluralismo político y al diálogo con las minorías étnicas. Una suerte de versión islámica de los partidos demócrata-cristianos europeos, que afirmaba la presencia del Islam en esfera pública, al tiempo que mantenía la separación entre Estado y religión. Con sólidos apoyos en las mayorías religiosas, se presentaba como una fuente de inspiración para otras fuerzas políticas del mundo islámico. Sin embargo, en los últimos años el Gobierno del AKP ha mostrado una tendencia a una mayor concentración del poder, con avances sobre la prensa y otras restricciones a las libertades civiles. Un hito en este cambio de política se dio en mayo de 2013, cuando una protesta de ecologistas contra la construcción de un centro comercial en el Parque Gezi de Estambul fue duramente reprimida por la Policía, desatando una serie de masivas manifestaciones en defensa de las libertades civiles. El giro del Gobierno también incluyó la ruptura con su aliado Fethullah Güllen, un clérigo musulmán radicado en Estados Unidos que predica la necesidad de un diálogo más fluido entre la el Islam y la modernidad, y cuyos seguidores ocupaban importantes puestos en la administración de Erdogan. Güllen, que fue cofundador de AKP y dirige Hizmet, una red internacional de organizaciones educativas y de beneficencia, jugó un rol clave en poner fin la tutela de los militares sobre la política turca.

En el plano internacional, el ciclo de Erdogan ha marcado un crecimiento en el poder relativo y la autonomía internacional de Turquía. A su importancia como avanzada de la OTAN en Oriente Medio, sus fuertes vínculos económicos con la UE (aun cuando las negociaciones para su ingreso se encuentran estancadas) y sus relaciones con el resto del mundo islámico ?todo lo cual lo convierten en un país -puente entre Occidente y Oriente Medio- Turquía ha sumado su creciente peso económico y una clara vocación autonómica. Aunque la política exterior del AKP ha buscado evitar cualquier conflicto con los vecinos, el país no se ha podido sustraer a la guerra civil en Siria, que ha volcado millones de refugiados hacia territorio turco. En el territorio sirio, Turquía se ha sumado a la lucha contra el Ejército Islámico.

La elección reafirma el rumbo de Erdogan e implica en lo inmediato una mayor estabilidad política y económica, aunque posiblemente al costo de una sociedad más polarizada entre laicos y conservadores y mayores conflictos con la minoría curda. En cualquier caso, por su creciente peso en los asuntos internacionales, resulta claro que Turquía es un país cuya evolución deberemos seguir con atención en los próximos años.

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