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Cambiemos y su oportunidad histórica

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25 noviembre de 2015

(Columna de Juan Germano, director de Isonomía)

El punto clave de las recientes elecciones fue determinar qué candidato representaba el grado exacto de cambio que buscaba la ciudadanía.

La teoría del mandate es utilizada normalmente por analistas norteamericanos para intentar comprender las elecciones y examinar las relaciones entre representantes y representados. De esta manera, los comicios suelen tener mandatos que explican el resultado final. Los mismos van moldeando las distintas estrategias de los espacios políticos en pos de lograr representar ese mandato ciudadano y no todos los espacios, ni los candidatos, pueden ser exitosos en ese proceso. Así, el mandato de la elección fue determinar qué candidato representaba el grado exacto de cambio que buscaba la ciudadanía. Ni cambio ni continuidad, sino el cambio justo. Sergio Massa es el que había encontrado en términos marketineros esta demanda ciudadana pero él no fue el que estuvo mejor posicionado para cooptar ese espacio. A priori, era precisamente Daniel Scioli quien podía personificar esta petición, pero increíblemente, definió correrse de ese espacio y permitirle a Mauricio Macri competir en ese plano. La estrategia de Cambiemos fue muy precisa al encontrar los matices necesarios y lograr distinguir entre los logros obtenidos en el pasado en términos de derechos (Asignación Universal por Hijo y estatización de Aerolíneas Argentinas e YPF, entre otros) que poseen altos niveles de aprobación de las problemáticas actuales relacionadas con la cuestión económica y el cansancio ciudadano asociado a las formas y modos de protagonizar la política. Por el contrario, a Scioli le costó mucho más el trazo fino que necesitaba la campaña.

La campaña terminó, Cambiemos tuvo un desempeño más prolijo que el FpV y logró llegar al poder de una manera inédita: sostuvo la ciudad de Buenos Aires (apostando abiertamente por el candidato menos popular), desterró al peronismo de la provincia de Buenos Aires (sin necesidad de aliarse con el peronismo opositor) y venció a nivel nacional (en una alianza con sectores no peronistas). La incógnita ahora es dilucidar cuál será el pedido ciudadano para este Gobierno. Cuando Macri fue electo en 2007, su mandato radicó en gestionar, y no mucho más que eso. Luego de las administraciones de Aníbal Ibarra y Jorge Telerman, buena parte del electorado porteño entendía que el distrito más rico del país sólo necesitaba un poco de orden y gestión “empresarial” para mejorar. La primera gestión fue la del “sí, pero?”, es decir, una aprobación general del rumbo en que el PRO estaba gobernando, pero una sensación por lo bajo que había exceso de maquillaje y poca estructura. La segunda fue la que catalogó a Macri como un político de alcance nacional. Metrobus, pasos a nivel, Policía Metropolitana, asfalto y tránsito fueron los ejes de una gestión que termina con una aprobación sumamente alta. ¿Y ahora?

Lo que promete el candidato no necesariamente se condice con lo que pide la ciudadanía. “Unir a los argentinos, pobreza cero y erradicar el narcotráfico” fueron los ejes estructurales de la campaña pero falta dilucidar si serán los temas por los que la ciudadanía basará su apoyo. Cambiemos posee la oportunidad histórica de intentar llevar el mandato hacia donde más le conviene y el mejor ejemplo de esta situación se encuentra en la provincia de Buenos Aires. La misma puede dividirse casi en partes iguales: la Tercera Sección (marcadamente peronista), interior (con tendencias antiperonistas) y la Primera Sección electoral, que funciona como un bastión pseudoperonista pero con vaivenes. La posibilidad de replicar la dinámica de obras públicas en la Primera Sección (con expansión hacia el primer cordón del conurbano) amenaza con quebrar la dinámica política de la provincia. El peronismo encuentra aquí uno de sus mayores peligros y Cambiemos, su mayor desafío. En su momento, el porteño aceptó la relación que le planteaba su jefe de Gobierno: por sus características personales, el víncu lo con el electorado porteño se fundó en una dinámica y relación puramente racional, a diferencia de Cristina Fernández de Kirchner que hizo un culto de la emoción. Resta ver si el bonaerense logra vincularse con Macri de la misma manera.

El desafío es mayúsculo y no permite demasiados errores. Asimismo, si bien esta elección logró romper con muchos mitos de la política nacional, hay uno que continúa más vigente que nunca y es un llamado de atención para el futuro político de una de las figuras más importantes de Cambiemos: nunca un gobernador de la provincia de Buenos Aires pudo llegar al Sillón de Rivadavia por el voto popular.

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