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El abroquelamiento

01 febrero de 2016

El centro peronista podría generar un liderazgo que reconozcan todos los sectores internos.

El liderazgo ofensivo exhibido por el presidente Mauricio Macri en sus primeros 50 días puede resultar contraproducente para sus propios fines. Sabemos que, por ahora, decidió gobernar en soledad, sin alianzas parlamentarias y con los poderes de emergencia que la Constitución confiere al Poder Ejecutivo, y con una participación módica de sus aliados electorales en el gabinete. Y sabemos, también,que esa fórmula no puede extenderse por cuatro años. Macri va a tener que compartir poder con algún sector del peronismo, o incorporarlo,para poder lograr acuerdos de gobernabilidad. Y en cualquier caso, sea para sumar o para pactar con él, lo que más le conviene es un peronismo confundido y fragmentado. Pero lo que puede lograr este macrismo inicial es el efecto contrario: hoy el peronismo está más unido de lo que muchos esperábamos. La fragmentación inevitable parece demorarse.

Un espíritu conservador se apodera de la nueva administración, que no casualmente resulta muy funcional a las necesidades de legitimación del modelo de gobernabilidad elegido por Macri. La creencia en el imperativo de mostrar autoridad (“coraje”, “decisión”, “audacia”) y, al mismo tiempo, de “disciplinar” la herencia dejada por la administración saliente en el Estado y la sociedad (“nuestros DNU son minimalistas y correctivos”, sostuvo el ministro de Justicia, Germán Garavano, en una entrevista con Página/12), abre caminos hacia un decisionismo que no solo es contrario a las políticas públicas de los gobiernos kirchneristas, sino que lleva a una confrontación con él. Pero eso lleva a reunificar al kirchnerismo de carne y hueso, con las políticas que lo han caracterizado. Separar eso había sido el mayor logro de la campaña presidencial de Cambiemos, y ahora Macri los está perdiendo.

Esquemáticamente, podríamos dividir al peronismo de hoy en tres grandes conjuntos. En el ala izquierda está el kirchnerismo, que se identifica con la defensa de los tres gobiernos anteriores y postula el liderazgo de Cristina para el espacio FpV-PJ. En la derecha están los antikirchneristas, opuestos a varias de las políticas K, que en las últimas elecciones jugó con el Frente Renovador y algunas opciones"provincialistas", y que ocuparon los asientos principales del asado de Pinamar; ese sector ha estado prácticamente afuera del espacio FpV-PJ en los tiempos recientes, pero siempre tiene opción de volver. Y entre ambas alas, está el centro peronista. Heterogéneo, sin liderazgo claro, pero mayoritario.

El centro peronista jugó todos estos años dentro del FpV, apoya la gran mayoría de las políticas kirchneristas y se opone política e ideológicamente al gobierno de Cambiemos. Uno de los logros de Néstor y Cristina Kirchner fue devolverle al peronismo una cierta homogeneidad programática, de la que venía careciendo. Pero al mismo tiempo, ese centro peronista quiere cambiar algunas cosas, y algunas caras, respecto de la etapa kirchnerista. No quiere, por ejemplo, que los protagonistas de la etapa kirchnerista sean los voceros del partido, quiere que los sindicatos recuperen los espacios que perdieron en manos de los piqueteros, y que sus referentes económicos sean heterodoxos, pero más moderados. El grueso de los líderes sindicales, los gobernadores y los intendentes esparcidos por todo el país, está en esta sintonía.

Dice el saber popular peronista que los herederos de Perón se unifican cuando están en el gobierno, y se fragmentan en la oposición. Librado a su propia suerte, las competencias por el liderazgo y los pases de facturas llevaban a un inevitable choque de trenes. La deskirchnerización que está buscando Macri, tal vez iba a producirse desde adentro. Pero hasta Eduardo Duhalde, en los últimos días, se mostró solidario con los miles de cesanteados de la administración pública por “ñoquis”.

En el centro peronista muy pocos querían a Milagro Sala, y terminó siendo defendida hasta por la CGT. Y en ese contexto, el acuerdo alrededor de la puja distributiva ya habrá limado las diferencias políticas de un pasado que quedará rápidamente sepultado por el peso de la coyuntura.

Así las cosas, con un peronismo en alerta por un gobierno al que percibe como hostil, cobra cada vez más fuerza la hipótesis de que desde el centro peronista emerja un liderazgo unificador, que incluya al kirchnerismo y que evite la balcanización. El desafío que plantea Macri pone en primer lugar a la agenda política, y deja en un segundo plano la batalla de los liderazgos. Aunque que da mucho por resolver aún, la primera etapa del nuevo gobierno está resultando como una gran lima que, imprevistamente, empareja las asperezas.

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