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La “caprilización” al poder

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06 febrero de 2016

(Columna de Nicolás Tereschuk y Mariano Fraschini)

¿Cambiemos constituye una derecha moderna y pragmática? Por ahora, todo indica que no.

La etiqueta de “caprilización” nos sirvió hasta este momento para dar cuenta de una “nueva” estrategia de las oposiciones a los gobiernos que encarnaron el llamado “giro a la izquierda” en Sudamérica. Si al inicio de la década pasada, estas oposiciones, en general asentadas por centroderecha y sobre un esquema de apoyos políticocorporativo buscaron un enfrentamiento frontal y total con los presidentes, apuntando incluso a su salida anticipada del poder de los mandatarios, en los últimos años, y una vez comprobada la potencia electoral y la estabilidad de los partidos gobernantes, se registró un giro. Así, por ejemplo, en su último y más exitoso choque electoral contra Hugo Chávez, el opositor Henrique Capriles pasó a presentarse como “la solución” y no como “la oposición”. Desde lo discursivo buscó posicionarse como una “instancia superadora” con capacidad de incorporar y mantener una serie de políticas públicas de comprobada popularidad. Similares estrategias de “caprilización” probaron en los últimos años Marina Silva en Brasil, el argentino Sergio Massa, Luis Lacalle Pou en Uruguay o Mauricio Rodas en Ecuador.

Al promediar la última campaña electoral en Argentina, Mauricio Macri terminó de estrenar una estrategia similar, cuando ante algunos de sus atónitos seguidores, luego del ajustado triunfo de Horacio Rodríguez Larreta en la Ciudad, comenzó a recitar una serie de políticas del kirchnerismo que estaba dispuesto a mantener en caso de llegar a la Presidencia. De algún modo, los mecanismos de sondeo de la opinión pública del PRO dictaban que resultaba necesario convencer a una porción del electorado que el de Macri era el “cambio justo” (eslogan surgido del mismo tipo de investigaciones cuantitativas y cualitativas realizadas por Massa). La necesidad de limar la desconfianza que parte del electorado mantuvo hasta casi el final de la campaña con respecto a Macri ?el Presidente fue respaldado por el 24% del electorado en agosto, el 36% en octubre y recién en noviembre alcanzó el 51%? requería de planteos en los que se marcaran grados de continuidad. Es decir, que Cambiemos no iba a ser todo cambio.

El fin de la historia es conocido. En función de esta estrategia ?aunque también por múltiples razones que exceden el objetivo de esta nota? Macri se consagró Presidente en noviembre pasado. La “caprilización” finalmente llegó al poder. Pero, ¿las cosas se hacen y se ven igual desde el Gobierno? ¿Es posible la “caprilización” desde la Casa Rosada? ¿Es cierto que Macri encarna una derecha moderna y pragmática que puede, en cada caso, mantener lo bueno?

El primer mes en el Gobierno del actual jefe de Estado nos anima a adentrarnos en otras hipótesis que rodean no ya a las campañas sino a los gobiernos de nuestra región. Por un lado, por más República y apego a la institucionalidad que se pregone, los presidentes sudamericanos se mueven en un contexto de democracias de baja institucionalidad. Las reglas se modifican con asiduidad o no se aplican tal como lo marca la norma escrita. Los jefes del Ejecutivo ?también las oposiciones? deben moverse en un contexto de partidos y sistemas de partidos faccionalizados y fragmentados. Hay “otros” que también tienen cuotas de poder, como gobernadores, organizaciones sociales y empresarios. En ese contexto puede entenderse el juego brusco de Macri en términos institucionales: no convocatoria a sesiones extraordinarias, uso (¿y abuso?) de decretos de necesidad y urgencia, y hasta un inédito intento de nombrar jueces de la Corte Suprema por decreto. Y la pregunta entonces comienza a flotar en el aire. ¿Se puede gobernar Argentina con pragmatismo y moderación? ¿O es una tarea imposible por definición? ¿La realidad política termina más temprano que tarde arrojando al Presidente a un lado (derecha o izquierda) del espectro político?

En materia económica, por otra parte, el cambio implementado se parece bastante a la “campaña del miedo” con la que había advertido el FpV: recomposición de márgenes de ganancia empresarias, cercanía con hombres de negocios y frialdad con los sindicatos, en un contexto de pérdida del poder adquisitivo. También se registra un retiro del Estado de la regulación de distintos mercados y el desmantelamiento de áreas completas del sector público. Poco del centrismo que Macri había prometido en tramos de la campaña.

Por otra parte, se generó un viraje de 180 grados en las relaciones internacionales: alineamiento con Estados Unidos, condena al Gobierno de Venezuela, frialdad con Brasil ?un encuentro de pocos minutos con Dilma Rousseff? y concesiones a Uruguay, sede de negocios e inversiones inmobiliarias de prominentes votantes de Cambiemos.

La política de seguridad, incluso, va más allá de la dureza que había planteado el peronista Massa durante la campaña. “Ley de Derribo” parece coincidir con los planteos del líder del Frente Renovador. Pero, ¿por decreto?

La “caprilización”, y hasta el mix de equilibrio prometido de cambio y continuidad, hasta aquí no parecen demasiado presentes en la Casa Rosada. Incluso, la propia selección del elenco gubernamental también parece parte de un cambio profundo con respecto al pasado reciente con la incorporación de representantes de grandes empresas. Si se nos permite una digresión, nos vienen a la mente las palabras de Guillermo O'Donnell en sus muy influyentes escritos de la década del '70 para describir el período 1966-1969 sobre la creciente importancia de los “roles tecnocráticos”: “(La gran burguesía) aparece íntimamente enlazada al aparato estatal en sus más crudos intereses y prestándole, para ocupar las más altas posiciones en su aparato económico, 'equipos' conspicuamente ligados a ella (...)”.

En síntesis. Si bien es demasiado pronto para evaluar el rumbo político que adoptará Macri durante sus cuatro años de mandato, al menos en sus primeros movimientos, puede decirse que la “caprilización” y el “cambio justo” no aparecen. También se esfuma en algunas ocasiones la idea de una derecha moderna y pragmática ?frialdad con organismos de derechos humanos y funcionarios que aseguran que “no hubo 30 mil desaparecidos” lo atestiguan?. En casi todas sus acciones políticas y comunicacionales, Macri se mantiene firme en su identidad y en su ADN, asentado en una derecha local que tiene su historia. Hasta el momento, apunta más a consolidar a su núcleo duro de votantes que a quienes lo apoyaron tardíamente en el año electoral o que nunca lo hicieron. Habrá que esperar más señales en los próximos meses. Pero hasta aquí, en el poder, la “caprilización” toma una forma bastante diferente a la que exhibió en campaña

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