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Entre Bolívar y la finitud

01 agosto de 2011

(Publicado en la edición nº36)

La salud de Chávez es el principal enigma de cara a las elecciones venezolanas de 2012.

En 2012 habrá elecciones presidenciales en Venezuela. El actual presidente, Hugo Chávez, será candidato y podría ser reelecto por otro período de seis años. En la última elección presidencial, en 2006, se impuso por más del 60% de los votos. De ganar, Chávez estaría en el poder hasta 2019, año en el que cumpliría su vigésimo aniversario al frente del país.

Pero el cáncer que se le detectó recientemente ha aumentado la incertidumbre sobre el futuro del propio Chávez y, por ser un espacio muy personalista, del propio chavismo. La finitud humana y la inmortalidad bolivariana se entremezclan, creando un abanico amplio de posibilidades y desenlaces. Mientras recibe ayuda médica en Cuba, Chávez ha delegado el poder en el vicepresidente ejecutivo, Elías Jaua, de poco más de 40 años.

Jaua, que asumió el cargo a comienzos de 2010, había sido propuesto por Chávez como embajador ante la Argentina en 2002, aunque su plácet jamás se aprobó. El ministro de Planificación y Finanzas, Jorge Giordani, también es otro de los encargados de administrar el poder.

El objetivo es minimizar el impacto político de la ausencia del líder en la gestión diaria. No es un dato menor: desde que llegó al poder en 1999, Chávez ha controlado

y supervisado personalmente hasta el más mínimo detalle del devenir nacional, desde multimillonarias inversiones petroleras hasta la remodelación de escuelas rurales, y siempre ha sido renuente a delegar incluso entre sus allegados más cercanos.

Pero la mira del chavismo está puesta en sostener la esperanza viva de una victoria

en 2012. En la semana, el diputado Aristóbulo Istúriz, vocero del Partido Socialista

Unido de Venezuela (PSUV), dijo: “Chávez es nuestro candidato para 2012; el plan

B es Chávez y el plan C también” . La fecha aún no está confirmada, pero se especula con que será a finales de año.

La oposición, unida en los últimos años, es un conglomerado heterogéneo y variopinto. Actualmente, están congregados en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Es un claro síntoma de una sociedad polarizada y de una oposición que, hasta hace poco, estaba perdida y desorientada. Han pactado realizar una interna en febrero del año próximo para consensuar un candidato y ofrecerle a la ciudadanía un candidato competitivo.

Entre los candidatos más firmes figuran Henrique Capriles Radonski y Leopoldo López. Radonski, de 39 años, es el gobernador del estado de Miranda tras imponerse, en 2008, a Diosdado Cabello, poderoso chavista de la primera hora. En 2002, Radonski estuvo detenido varios meses por haber ingresado ilegalmente a la embajada de Cuba en Venezuela cuando hubo un golpe de Estado contra Chávez.

“Somos la primera opción y por varios cuerpos del resto de los precandidatos”, dijo Radonski, días atrás, reconociendo la primacía que le otorgan los sondeos. Si bien le reconoce a Chávez el mérito de haber puesto “la cuestión social” en primer lugar, critica la ineficacia de la administración.

López, el otro contendiente de la oposición, tiene 40 años y es el ex alcalde de Chacao. Como otros candidatos opositores durante los últimos años, López se encuentra actualmente inhabilitado para postularse. La factibilidad de su candidatura depende de la decisión que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) tomará en las próximas semanas.

Pese a los logros de la gestión chavista en mejorar los indicadores sociales, la economía venezolana recién ahora se está recuperando de una larga recesión. Los cortes de energía (paradójicos, si se considera que Venezuela tiene las reservas de petróleo probadas más grandes del mundo, según la OPEP), la escasez de alimentos, la inseguridad, la elevada inflación y la falta de viviendas son problemas que la gestión chavista no ha logrado solucionar y que afectan la imagen del Gobierno, especialmente en los sectores sociales más cercanos.

La recuperación iniciada en el segundo trimestre, y a más de 15 meses de los comicios, le abre una ventana al oficialismo para reordenar la economía y retornar a los niveles de crecimiento previos a la crisis.

La oposición, en tanto, se beneficia indirectamente de esta sangría. A este escenario

hay que sumarle un 40% de la población, como mínimo, que no volverá a votar a Chávez ni a su delfín, en caso de que lo designe. En las últimas elecciones, la oposición incrementó su caudal de votos y ya controla los estados de Miranda, Zulia y Táchira, los más poblados del país.

Si la enfermedad de Chávez llegara a empeorar, se especula con que intentará nombrar a un sucesor o heredero. Pero nada será igual: difícilmente el elegido tenga la misma habilidad que el actual mandatario para coordinar la coalición oficialista, dar discursos y reunir votos. Por el contrario, si se recupera, todo indica que él será el candidato y que la elección será competitiva.

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